Desde hace más de cien años, la imaginación popular ha alimentado la creencia de que proliferan en Rosario los túneles secretos
MUCHOS TÚNELES IMAGINARIOS Y UNO REAL
Los túneles rosarinos
Desde hace más de cien años, la imaginación popular ha alimentado la creencia de que proliferan en Rosario los túneles secretos, utilizados antiguamente por los contrabandistas. Para el historiador Wladimir Mikielievich, el único túnel verdadero es el que pasa por debajo del Parque de España.
Fuente: www.rosariodehistorias.com.ar | Por Jorge Alberto Paz
Si aplicamos correctamente el significado de la palabra túnel, nada más un túnel tiene la ciudad de Rosario. Éste, subsistente hasta nuestros días, era utilizado por los trenes de carga hasta comenzar la década de los setenta. Iba desde la calle Sarmiento hasta la antigua Estación Rosario Central del Ferrocarril Mitre, hoy convertida en la Isla de los Inventos.
La gestión de Usandizaga, al impulsar las obras del Parque de España, decidió incorporar para uso del tránsito automotor el antiguo túnel ferroviario. Aunque correspondió al intendente Héctor Cavallero inaugurar las obras completas, que permiten la circulación de coches por debajo de este paseo, desde calle Sarmiento hasta España.
Los demás llamados vulgarmente túneles, son zanjas revestidas en sus costados por muros verticales o taludes, construidos para permitir el cruce de vías ferroviarias y calles. Tal el pasaje a bajo nivel Celedonio Escalada para el tránsito vehicular entre las avenidas del Valle y Caseros, cruzado por numerosas vías férreas en lo alto.
Dentro de esta misma categoría, se encuentran el cruce diagonal de las vías del Ferrocarril Mitre por debajo de las calles Lima y Humberto Primo, y los construidos por los ferrocarriles en calle Alem al 2600, en dirección a la zona portuaria, y el otro paralelo a la avenida Avellaneda, después del Barrio Moderno. Pero estos no pueden ser considerados verdaderos túneles.
Desde lejanos años, presuntos túneles avivaron la imaginación de aquellos propensos a exageradas supersticiones donde aparecían, en primer término, los sitios propicios para servir al contrabando de mercaderías.
Se decía que existía uno extenso entre la residencia de Juan Canals, hoy ocupada por la Secretaría Municipal de Salud Pública, en Rioja al 2000, y el palacio de los antiguos Tribunales Provinciales, frente a la plaza San Martín.
Otro de los presuntos túneles, estaría vinculado al ya demolido edificio de la ferretería Chiesa Hermanos, en calle San Lorenzo al 1000, con la zona del puerto.
Y finalmente, uno que atravesaba la calle Riobamba, conectando la Estación Rosario a Puerto Belgrano, con el edificio administrativo de dicha empresa, calles Riobamba y Beruti, hoy integrantes de la Ciudad Universitaria, llamada popularmente por los estudiantes “La Siberia”.
El agujerito sin fin
La curiosidad por investigar el origen y destino, y recorrer misteriosos pasadizos en penumbras, era ya puesta de manifiesto por los visitantes del barrio Pichincha, en sus épocas de esplendor. Así lo atestiguó el historiador rosarino Wladimir Mikielievich, en su libro “Memorias de Rosario”.
Allí recuerda cómo explotaba ese interés una poco agraciada pupila del "Gato Negro", lupanar que existiera en la calle Suipacha al 100, cercano a la esquina de calle Jujuy. Acostumbraba aquella vendedora de caricias baratas, invitar hombres hasta su cámara para ver un túnel que decía llegar a las vías del Central Argentino, próxima a calle Vera Mujica.
Del piso de madera abría una tapa de acceso a un olvidado sótano cubierto de telarañas, oscuro y secreto recinto donde se mostraba una rústica escalera para descender.
Jamás ningún valiente curioso se atrevió a hacerlo para comprobar la verdad del túnel. Con ese ardid suscitado frente al tenebroso lugar, entre comentarios con ribetes espeluznantes, la pupila, escasamente atractiva, lograba cobrar la visita sin entregar su cuerpo.
El verdadero túnel rosarino
Volviendo al mencionado y único túnel existente en Rosario, dice Mikielievich que lo hizo construir el Ferrocarril Central Argentino, antecesor del Bartolomé Mitre, sobre planos trazados en 1876.
Pero la obra de perforación recién comenzó en 1887, porque el Central Argentino las pospuso, debido a que recibía protestas de los propietarios de casas debajo de las que pasarían los trenes, debido al peligro de derrumbes y los permanentes estremecimientos que deberían soportar.
Finalmente se decidió a realizarlo, cuando el Ferrocarril Oeste Santafesino presentó un proyecto para tender sus vías al puerto mediante una rampa excavada en las barrancas, y el Central Argentino tuvo temor de perder el acceso al río.
El túnel tuvo originalmente 800 metros de longitud, extensión abreviada en un centenar de metros al desmontarse las barrancas hasta la calle Sarmiento. El interior, de ocho metros de ancho, fue revestido con sólidas murallas abovedadas, terminándose los trabajos en julio de 1888 y de inmediato, puesto en servicio con el paso de trenes de carga llevando cereales al puerto.
En derredor del túnel se tejió un jugoso anecdotario de tragicómicos ribetes. Con la nacionalización de los ferrocarriles y la decadencia del puerto, disminuyó cada vez más el tránsito, lo que favoreció que el mismo se convirtiera en refugio de vagabundos, entre los que la policía encontró algunos con antecedentes honorables, pero que, en su infelicidad, encontraron aquí oculto resguardo.
Recuerda el citado historiador, a Félix Castro, un holgazán, figura popular en la zona céntrica durante los años treinta, que era detenido frecuentemente en las redadas policiales. Llevado en una de esas ocasiones a la Comisaría 2da., le reclamó al titular de aquella seccional, Lorenzo Maronna, la causa de su detención, ya que se trataba de un pacífico vecino con domicilio constituido en la calle Sarmiento 210.
Sorprendido Maronna con tal afirmación, despachó a esa dirección a un oficial para verificar su exactitud, no tardando este en comprobar, a un costado de la entrada del túnel, estar clavado un cartón con el referido número. Esa era su casa, alegó, de modo que no podía llamárselo vagabundo, como se le enrostraba, para privárselo de su libertad.
Hoy el incesante paso de vehículos por el túnel, en dirección al poniente, parece haber borrado tantos recuerdos, tristes y alegres, que conforman las cuentas de un Rosario de Historias.