En esta segunda parte el autor lleva sus preguntas existenciales de lo individual a lo global y se pregunta ¿Qué hay de lo social? ¿Es qué acaso aquí también un tipo de sociedad agoniza para dar paso a un nuevo alumbramiento?
En la parte precedente de este artículo, publicado ayer, el autor recorre áreas de experiencia individual ligadas al sentido de la vida y relacionadas con una suerte de escatología existencial de la que da cuenta. ¿Qué hay de lo social? ¿Es qué acaso aquí también un tipo de sociedad agoniza para dar paso a un nuevo alumbramiento?
Imagen de: Pressenza Archivo: Javier Tolcachier
Pressenza Córdoba, 28 Mayo 2012, por Javier Tolcachier
Y en relación con el sufrimiento social. ¿Es que éste crece o decrece en aquella marea de intenciones humanas que nos rodea, incluye e influye?
A primera vista, el panorama se ensombrece.
Si observamos el acontecer humano actual apenas en sus términos más básicos de subsistencia, encontramos que produciendo la Humanidad hoy el doble de los insumos necesarios para alimentar ampliamente a todos sus habitantes, un número cercano a los 1000 millones de personas continúan subalimentadas.
Mientras la especulación financiera en las bolsas hace que los precios de los alimentos se disparen irracionalmente produciendo hambre, la obesidad crónica hace estragos en aquellos lugares donde la abundancia y el consumo desenfrenado producen también malnutrición y enfermedad.
¿Y qué más sacrifican los pueblos para alimentar la insaciable gula del Baal capitalista? Según estadísticas recientes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cerca de 30 por ciento de todos los trabajadores del mundo – más de 900 millones de personas – vivían con sus familias por debajo de la línea de la pobreza en 2011, la mitad de los cuales vive con menos de 1,25 dólares al día. Y hay más aún. Doscientos millones de personas están contabilizadas como desempleadas, de los cuales 75 millones son jóvenes entre 15 y 24 años. Según el mismo informe, se estima que para el año 2011, 1520 millones son trabajadores en empleo vulnerable (cuentapropistas o trabajadores familiares no remunerados) a los que se suman los millones de la llamada “economía informal”, los millones de indocumentados inexistentes para el sistema y los millones que ya no figuran en ninguna estadística porque han abandonado la ilusión de conseguir empleo. ¿A esto puede llamársele “economía eficaz o racional”?
Al tiempo que dos mil millones de seres humanos viven en lo que el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) llama "la miseria absoluta", sin un ingreso fijo, sin trabajo regular, sin habitación adecuada, sin cuidados médicos, sin alimentación suficiente, sin acceso a agua limpia, sin escuela (…), otro informe, el del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI) nos señala que en 2011 el gasto militar global totalizó $1.74 trillones de dólares en notación norteamericana o sea 1,74 a la doceava potencia.
¡Cuantos recursos desperdiciados matando y destruyendo! ¿Quién impulsa esta espiral de muerte? Los fabricantes de armas que aumentaron sus ventas en un 60% desde 2002. ¿Y dónde están estos mercaderes de la aniquilación? Cuarenta y cuatro compañías norteamericanas son responsables de más del 60% del total de estas ventas y las 30 compañías competidoras de Europa Occidental totalizan un 29%. O sea, el mundo occidental dominante, los defensores del reino de las libertades y el progreso, produce y vende el 89% del arsenal destructivo mundial.
Estas armas no se usan sólo para la guerra, sino que junto a la miseria, la desocupación y la falta de oportunidades, alimentan la espiral del crimen ciudadano que a todos nos toca padecer.
¿Y qué decir del desequilibrio medioambiental, de los frecuentes desastres naturales que azotan desde los mares, la tierra y el cielo, como consecuencia de una explotación desequilibrada de recursos, cuya única misión es aumentar el botín contable de oscuras corporaciones financieras?
¿Y qué explicar sobre una devaluadísima democracia, donde empleados de esas mismas corporaciones asumen el papel de administradores dictatoriales, sin la menor ingerencia popular o ciudadana?
¿Y qué comentar de una prensa concentrada y apropiada por los mismos tentáculos que extorsiona y difama, desinforma y manipula, tomando partido por los intereses de sus dueños, ya no pudiendo ocultarse tras el rótulo de informador “independiente”?
Podríamos por supuesto continuar con ejemplos del funeral sistémico al que estamos asistiendo. Sin embargo, sólo hemos querido ejemplificar con algunos trazos lo que ya todo el mundo conoce.
Al observar estas situaciones, cierto péndulo emocional e intelectualmente afecto a lo paradójico, nos conduce de aquella pena empática con quienes sufren, de aquel pesimismo alimentado con la contundencia de hechos absurdos e innegables hacia un horizonte virtuoso que ayuda a despejar toda duda y toda tristeza.
¿No es acaso lo negativo el indicador de la etapa de declinación y descomposición de cualquier ente? Sin duda que el eminente fracaso del sistema no admite otra interpretación. Todo sistema pretende su continuidad y es así que recurre a todo tipo de argucias de recomposición o al menos a aquellas maniobras que apunten a la dilación de su momento final. Aún así, es el proceso de crecimiento humano el que dictamina que todo aquello que un día fue evolutivo pase a ser regresivo por el simple hecho de que ya no es útil. Ciertamente algún elemento de momentos anteriores pueda continuar en la siguiente etapa, pero está claro que la dinámica de la vida misma va superando la rigidez de toda estructura anterior.
Al mismo tiempo, apreciando con mayor profundidad esa dinámica, puede verse que en los tiempos en que algo decae, hay nuevas cosas en marcha y en crecimiento. Acaso la dificultad en percibir los fenómenos nuevos, sea cierto punto de vista más acostumbrado a lo viejo (aún participando de su crítica antagónica), punto de vista enraizado en la propia memoria, en aquello que llamamos “paisaje de formación”.
Lo nuevo entonces, aún cuando añorado y saludado en nuestras esperanzas, ofrece al crecer una inesperada inestabilidad a la que paradójicamente podríamos resistirnos. Así es posible que nos cueste más observar la novedad, sobre todo en sus inicios. Y por supuesto que el sistema mismo se encargará de intentar aniquilar, tapar, diluir o poner en duda a sus probables sucesores, con lo cual aumentará la dificultad en la empresa de puntualizar el florecimiento de lo Nuevo.
El indicador de un momento bien cercano al entierro de una forma es que no sólo muere en sus efectos tangibles, en sus aspectos evidentes de ineficacia. El punto c
entral es que muere su misma escatología. Muere la certeza de que haciendo determinado tipo de cosas, de que orientando la propia vida de cierto modo, todos los problemas se resolverán. Lo que muere, antes de ser exhumados los últimos restos del sistema (de cuyo origen griego éskhatos: ‘último’ o skatós: ‘excremento’ deriva la voz “escatología”), es la fe en su sistema de valores, en su modo de organizarse y sobre todo, en su propósito principal.
Y he aquí que es lo que está sucediendo. El capitalismo, cuyo objetivo central es la acumulación personal, en el cual el progreso está centrado en la multiplicación de objetos y servicios (muchos de ellos de dudosa utilidad) ya no ofrece a sus seguidores las certezas de antaño. Por millones se cuentan ya sus desertores y la mayoría de las personas están buscando nuevos faros que iluminen la vida después del capitalismo.
Como decíamos antes, todo esto ya está en marcha y aceleradamente, como todo hoy. ¿Qué observamos entonces en esta nueva escatología humana, preludio del nuevo y cercanamente futuro momento social?
Vemos a las nuevas generaciones emerger en los distintos puntos del planeta, coreando distintas protestas según la situación local que les toca vivir, pero unificadas en perspectivas comunes que las ligan fenomenológicamente. ¿Y cual es este “programa existencial y social” que las conmueve?
El profundo reconocimiento de la paridad y la libertad humana es un ingrediente fácilmente reconocible en esta Nueva Sensibilidad. La esencial paridad de género es una particularidad indiscutible que, por otra parte, ya ha comenzado a articularse positivamente en la realidad social. Miles de mujeres en puestos de decisión, desde presidentas a jefas de movimientos guerrilleros, dan cuenta indiscutible de esta agradable y revolucionaria situación. Todo ello se ve acompañado de trasfondo con el paritario acceso a la educación por parte de los géneros, crecientemente aunque no de manera pareja en las distintas latitudes.
La misma paridad se va celebrando en el campo de las etnicidades, donde la cultura en algunas regiones adopta papeles determinantes en diversas constituciones y sistemas legales, resultando de ello la coexistencia de normas distintas según sea la mirada cosmogónica del colectivo protagonista. La misma igualación de derechos y oportunidades, inequívoca expresión social de una ampliación de la libertad humana, es la que permite hoy que muchos elijan hoy formalizar con plena vigencia legal tipos de convivencia o modelos familiares no derivados de una moral naturalista, sino de su propio camino de imágenes y afectos.
Esta misma nivelación hacia arriba, puede trasladarse al campo de la interacción entre las naciones y las regiones, donde una marcada multipolaridad da por tierra con acciones tendientes a la hegemonía y sus pretendidas justificaciones.
La democratización en el acceso a la comunicación y la información, que hoy se expande mundialmente a través de redes tecnológicas, es una efectivización del derecho humano al conocimiento y una puerta que se ha abierto a cierto tipo de conciencia activa que ya no sólo recibe, sino que crea, recrea y proyecta contenidos propios.
Esta actitud es coherente con el profundo rechazo que suscita la decadencia de las formas políticas tradicionales, a cuyo vaciamiento y mentira, a cuya centralidad y jerarquía, la juventud de los pueblos responde con ironía y la búsqueda de nuevos modelos de comunicación y organización de una mayor horizontalidad.
Otro tanto ocurre con la manipulación mediática, ilegítimamente alejada de su función de servicio social por minorías concentradoras, a la cual se contesta con un vacío estruendoso, no sólo descreyendo de sus predicados y predicadores, sino simplemente dejando de usar esos artefactos de adormecimiento. Por eso es que cuando esa nueva sensibilidad encarna en algunos gobiernos sensibles a la nueva etapa, los monopolios informativos se ciernen como aves de presa sobre ellos.
La inclusión y la afirmación de la diversidad es otro factor de gran calibre en los nuevos vientos que soplan. Esto tiene relación con el probable desarrollo de una íntima espiritualidad suave y complementadora, que contrasta fuertemente con aquellas tendencias xenófobas y fundamentalistas que se manifiestan en la superficie mórbida del sistema en extinción.
¿Hacia dónde vamos entonces como estructura social? Hacia un nuevo momento humanista. Un momento que ya está en crecimiento y que magnificará sus proporciones cuando el proceso en marcha tome conciencia de sí mismo y de sus capacidades transformadoras.
Este nuevo momento histórico, continuación creativa de las mejores aspiraciones de quienes nos han precedido, no es propiedad de ninguna cultura ni pueden ser cristalizados sus antecedentes a tiempo histórico alguno. El Humanismo está presente en todas las culturas bajo distintas denominaciones y formas y fluye hacia renovados significados del mismo modo como transita la especie humana de una manera dinámica desde la determinación hacia la libertad.
Ese Nuevo Humanismo, este paradigma que parece asomar en este siglo XXI como respuesta y que es por definición plural e incluyente, no pretende un mundo uniforme o un pensamiento único, sino la convergencia, el diálogo y la acción conjunta de todos aquellos que se reconocen en esa nueva sensibilidad.
Quizás pueda caracterizarse ese nuevo momento, para que podamos reconocerlo, adherir y trabajar en él, por elementos significativos como la identificación del ser humano como valor y preocupación central, el reconocimiento de la igualdad de todos los seres humanos, el respeto por la diversidad personal y cultural, la afirmación de la libertad de ideas y creencias, la tendencia al desarrollo del conocimiento por encima de lo aceptado como verdad absoluta y el repudio de la violencia en cada una de sus formas.
Si es que éste sea el horizonte que deseamos y elegimos, entonces es la hora de adaptarnos internamente a ese llamado del futuro, al tiempo que, en coherencia, colaboramos actuando en su plena realización.