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Noticias de Política
Aunque la cantidad de denuncias que lo sindican como parte de la maniobra criptofinanciera sea récord, Milei tiene una barra bullanguera que lo sitúa como víctima y embate contra opositores y cuestionadores.
Los intentos por situar al presidente Javier Milei en el lugar de víctima del criptoescándalo que lo tiene como principal protagonista no decaen. Se sostienen pese a la muralla de evidencias en contra, entre las que resaltan las confesiones del propio actor principal, apreciables en los textos de sus posteos en la red X respecto de la moneda virtual en cuestión y también en las declaraciones a un canal de noticias del lunes pasado, quizás opacadas por la posterior difusión de un video que expuso que se trataba de otra parodia de entrevista periodística, muy en boga ya hace años. La saga de operaciones de prensa en torno a los hechos no alcanzó para frenar las críticas y los pedidos de investigación judicial dentro y fuera del país. La cantidad de denuncias contra un Presidente en tan pocos días es un récord difícil de superar. Y sustenta otras reacciones, como la de plantear la necesidad de un juicio político, que sin embargo fue denostada a priori por buena parte de la dirigencia política, sobre todo la que por acción u omisión defiende el modelo de ajuste, destrucción del Estado y entrega y saqueo de los recursos naturales y riquezas nacionales que Milei encarna desde que asumió la presidencia.
Viva la investidura carajo
Cuesta entender que haya legisladores que sí avalaron presentaciones ante la justicia penal contra el mandatario y a la vez afirman que no consideran necesario un juicio político, como hicieron diputados nacionales de la Coalición Cívica que rubricaron la denuncia encabezada por su referente Elisa Carrió. Más cuesta entender que el gobernador de Santa Fe Maximiliano Pullaro haya calificado como “disparatada” la idea del juicio político y haya evitado adjetivar sobre el accionar presidencial que lo motiva. Sus primeras expresiones públicas respecto de lo sucedido fueron el martes en la Bolsa de Comercio, antes de reunirse con Mauricio Macri, quien también rechazó lo del juicio político pero no se mostró tan contemplativo ante “un hecho grave” en el que se pudo ver un Presidente de cuya honestidad no duda pero “descuidado y mal rodeado”; y envuelto en un “tema” que “ha tenido un impacto en la imagen pública local e internacional”.
“Javier había logrado una buena recepción en el mundo entero; esto, lamentablemente, generó un impacto”, insistió el líder del PRO tras la juntada en la Bolsa de la que también participó el intendente de Rosario Pablo Javkin, quien no se refirió al “tema” hasta el día siguiente, cuando con el mismo argumento de Pullaro de “no erosionar” la investidura presidencial, tampoco evaluó directamente la conducta de Milei. Sí pareció aludir a él cuando sostuvo que “el insulto, el grito, la descalificación, nunca ayudan en la política”; y cuando advirtió sobre el uso de las redes sociales: “Cuando se produce una situación como esta, lo que la resuelve es la mayor transparencia posible en términos de las investigaciones judiciales y de cómo fue al acceso a lo que en este caso el propio Presidente planteó, que de algún modo se le metieron con una situación que él no conocía. Bueno, bienvenido sea ese reconocimiento”, introdujo, para luego llamar “para adelante, entender algo: uno puede ser canchero en una red social” pero “los países no se desarrollan desde el Twitter”, sermoneó, aunque aclarando que “lo digo para todo el espectro”, porque “la Argentina hace veintipico de años que vive al ritmo de Twitter”.
Por lo menos exagerado suena esto último: por un lado, la red social aludida, ahora llamada X por decisión de su propietario desde fines de 2022, fue fundada en 2006 y su versión en español fue lanzada en 2009; por otro, su incidencia en la política nacional no parece haber sido igual de intensa antes que después de la aparición de Milei, quien se jacta de su amistad con Elon Musk, el magnate que le cambió el nombre y es funcionario del gobierno de Estados Unidos desde el inicio de la actual gestión presidencial de Donald Trump. De todos modos, Javkin machacó con la importancia de no cargar las tintas porque “el Presidente ha sido electo y en la Argentina tenemos que acostumbrarnos a que los mandatos institucionales es fundamental respetarlos y valorarlos”.
“Si siempre hemos planteado que este es un momento en que la Argentina necesita unir fuerzas, a mi cuéntenme para unir fuerzas”, pidió, al tiempo que reivindicó gestionar en base a “mucho laburo silencioso y constante, con menos espectacularidad. A mí anótenme para hacer las cosas así, es lo que nos está dando mejores resultados en materia de seguridad y es lo que nos va a dar mejores resultados si salimos de esta idea de que un país se puede hacer todo el día a los bifes”, predicó después.
Disidencia en hinchadas unidas
Cuando le preguntaron sobre posibles consecuencias del escándalo en la imagen de Milei, prefirió no aventurar opinión y se limitó a manifestar su deseo: “Espero que no porque, insisto, la Argentina le ha trasladado a la política la lógica futbolera” y su “nivel de confrontación” con el que “no le va bien”, respondió, para luego, asegurando otra vez que “lo digo para todos”, advertir que “los que crean que esto dura diez minutos… Esto siempre es largo y siempre laborioso”.
Siempre en tren de presentarse como impulsor de “unir fuerzas”, y ante la insistencia de una cronista para que se posicione más claramente ante un suceso de semejante magnitud, Javkin manifestó que “esto tiene que aclararse”, pero “lo que pasa es que cuando entramos en el juego donde sucede una situación así y la respuesta es juicio político inmediato al Presidente, volvemos a lo mismo, vamos a los extremos; y los extremos no ayudan en nada”, sentenció. Después, reforzando lo del repudio a los extremos, mencionó que “por supuesto, se cometió un error grave”, pero machacó con que la respuesta a eso no puede ser “entonces te tenés que ir”, porque significaría que “cada 15 minutos empezamos el partido de nuevo” y a “los países que cada 15 minutos empiezan todo de nuevo, les va mal”, aseveró.
Así, da la impresión de que las ganas de seguir jugando este partido de Pullaro y Javkin superan a las de Macri, que en su paso por Rosario reunió a referentes del PRO y ratificó la alianza de su partido con los de gobernador e intendente en el frente Unidos para Cambiar Santa Fe. Allí también abrevan otros colores, como los del Partido Socialista, desde el que surgió una voz disonante con la de los popes de la variopinta hinchada.
Se trata de la del diputado nacional Esteban Paulón, quien prefirió alentar a favor del juicio político. “Javier Milei ha hecho un daño muy grave a la palabra presidencial, al prestigio y a la credibilidad argentina en el mundo” y estamos ante “un hecho que creo que a todas luces hay coincidencia de que constituye ya un delito, que es una falta a la ley de ética pública”, argumentó. “De ese delito pueden venir derivados otros. Habrá que ver en qué condiciones el Presidente toma esa decisión, cómo le llegó la información, por qué él fue el primero que lo promocionó, si alguien de su entorno o él mismo se han beneficiado con alguna parte de los beneficios económicos que dio a un pequeño grupo de personas esto”, abundó Paulón, para quien el juicio político no es un erosionador de figuras y mandatos institucionales sino “una herramienta que tiene la Constitución Nacional para investigar las acciones y las decisiones de los funcionarios públicos de más alto rango”.
“Todo este combo que no trae más que dudas, incertidumbres, deterioro constante de la palabra presidencial y por tanto deterioro de la confianza del mundo hacia la Argentina, tiene una sola salida institucional: es que el Presidente venga a la Comisión de Juicio Político a dar las explicaciones, a ejercer su derecho a defensa”, explicó el legislador, que ya marcara otras diferencias con la gestión de Milei. Hace apenas un par de semanas, por ejemplo, repudió enfáticamente los dichos presidenciales vinculando la homosexualidad con la pedofilia. En esa ocasión pareció adelantarse a desmarcarse del maridaje entre extremismo y oposición al gobierno nacional: “No soy kirchnerista, soy maricón y me la banco”.
El otro aguante
No es descabellado señalar que también ser kirchnerista, peronista o incluso no adherente al antikirchnerismo extremo es algo que hay que bancarse. “No soy corrupto, no soy golpista, no soy haragán”, serían las aclaraciones a enfatizar en este caso, en el que el posicionamiento opositor tiene entre sus principales motivaciones las medidas económicas y sociales que impulsa el gobierno nacional, claramente contrarias a un modelo de país orientado a la justicia social, la soberanía política y la independencia económica, con el que simpatizan además otras fuerzas. Otro de los objetivos que reivindica el peronismo y que suena difícil de rechazar per se es “que reine en el pueblo el amor y la igualdad”. Pero el odio y la violencia como valor y método se erigen como gran tentación a superar cuando la lógica de los que gobiernan y se impone desde los grandes aparatos comunicacionales es que los buenos están de su lado y los otros son los malos a combatir y someter con “las fuerzas del cielo” y todo. He ahí una suerte de madre de todas las estafas, de la que pueden resultar finalmente víctimas hasta los estafadores de fuste. Y ni hablar de sus cómplices y defensores.
Publicado en el semanario El Eslabón del 22/02/25
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La entrada ¿Gil estafado? se publicó primero en Redacción Rosario.
Fuente: Redacción Rosario