Europa al borde del apagón geopolítico
Por Mauricio Herrera Kahn. Pressenza.com. Medio Ambiente
“La energía dejó de ser un recurso. Hoy es un arma. Y Europa ya no controla el gatillo.”
Europa entró definitivamente en una zona de fragilidad energética que ya no es coyuntural sino estructural. El relato de potencia ordenadora del mundo se derrumba frente a un hecho brutal: depende de decisiones externas para encender su propia luz. Décadas apostando a energía ajena (gas ruso barato, nuclear francés envejecido, petróleo árabe condicionado, renovables aún insuficientes) han derivado en la tormenta perfecta. No es solo un problema de precios o inflación. Es una pérdida estratégica de soberanía. Por primera vez desde la posguerra, Europa no lidera su propio destino energético. Está reaccionando, no decidiendo. Y el riesgo no es un apagón técnico sino un apagón geopolítico.
Europa entra en fase de vulnerabilidad energética abierta
Europa consumía antes de la guerra más de 155.000 millones de m³ de gas ruso al año, el 45% de todo su suministro gasífero. En 2024 esa cifra cayó a menos de 25.000 millones, pero no porque dejó de necesitarlo, sino porque se vio obligada a reemplazarlo pagando tres veces más por GNL estadounidense a más de US$ 50 por MWh, contra los US$ 15 que pagaba por gas ruso por ducto. Esto no fue un ajuste económico, fue un colapso estratégico instantáneo. Sin energía propia, el continente descubrió que su autonomía era un espejismo sostenido por la geografía, no por la soberanía.
Francia obtiene el 63% de su electricidad del sistema nuclear, pero 28 de sus 56 reactores presentaron en 2023 corrosión o grietas en sistemas críticos. Alemania, tras cerrar sus últimas plantas nucleares, quedó expuesta a importar energía en plena emergencia. La demanda industrial europea de gas no cayó, solo se relocalizó. Más de US$ 90.000 millones en industrias químicas, acero y fertilizantes migraron o están migrando hacia Estados Unidos y Asia entre 2023 y 2025 por razones puramente energéticas.
El golpe simbólico fue el retorno al carbón. Europa quemó en 2023 un 30% más de carbón que en 2020, reactivando centrales que habían sido ceremoniosamente clausuradas. Alemania sola incrementó su consumo de carbón en 11 millones de toneladas adicionales. El continente que se presentaba como líder climático se convirtió abruptamente en rehén energético. No es un problema técnico ni momentáneo. Es el inicio del apagón geopolítico europeo.
Alemania al límite y la fábrica del mundo queda sin motores
Antes del corte de gas ruso, el 55% de la energía industrial alemana provenía directamente del gas natural, a un costo promedio de US$ 12 por MWh. Hoy el mismo insumo supera los US$ 38 por MWh incluso con subsidios estatales, y en 2022 llegó a picos de US$ 300 en el mercado spot, obligando a parar líneas completas. El resultado fue inmediato ya que BASF anunció el cierre progresivo de su planta en Ludwigshafen (19.000 empleos directos) y derivó US$ 10.000 millones en inversiones hacia China.
La industria automotriz, que representa el 13% del PIB alemán y más de 800.000 empleos directos, está produciendo al límite de su rentabilidad. Volkswagen reconoció públicamente en septiembre de 2024 que fabricar un vehículo eléctrico en China cuesta un 35% menos que en Alemania. Mercedes y BMW están considerando relocalizar partes de la cadena productiva a Estados Unidos, donde Washington ofrece subsidios IRA de hasta US$ 7.500 por vehículo eléctrico producido.
El hidrógeno verde (prometido como solución estratégica) fracasó en su fase inicial. Producir un kilo de hidrógeno en Alemania cuesta hoy en promedio US$ 6 a US$ 8, mientras que en Arabia Saudita y Chile el costo proyectado para 2026 es US$ 1,2 a US$ 2,5. China e India ya producen acero y baterías con energía más barata. Alemania, que fue durante medio siglo la fábrica del planeta, ahora paga por su propia energía más de lo que gana exportando. El déficit silencioso ya comenzó.
Francia, Italia, España: modelo energético fragmentado y descoordinado
Francia aún presume de potencia nuclear, pero la realidad es crítica. El 63% de su electricidad proviene de 56 reactores, y 28 de ellos tuvieron que ser detenidos o limitados en 2023 por corrosión y fallas estructurales. La nuclear francesa, que antes exportaba más de 50 TWh al año, terminó importando energía de Alemania y España en pleno invierno. Su nuevo reactor insignia en Flamanville (prometido en 2012) debía costar US$ 4.000 millones y ya supera los US$ 15.000 millones, sin estar operativo.
Italia vive en dependencia pura. El 95% de su consumo de gas es importado, y tras romper con Rusia ahora depende agresivamente de Argelia y Azerbaiyán. En 2024 firmó contratos por US$ 13.000 millones con Sonatrach argelina, pero la infraestructura es inestable y sujeta a presiones políticas del norte de África. Roma no controla ni precio ni flujo. Está energéticamente secuestrada.
España es el caso más contradictorio. En 2024 se convirtió en el segundo mayor exportador de electricidad de toda Europa, gracias a su matriz 46% renovable. Exportó más de 20 TWh a Francia, pero al mismo tiempo importó por más de US$ 60.000 millones en productos industriales fabricados con energía barata fuera del continente. Tiene energía, pero no la transforma. Europa no está fragmentada solo por estrategia: está fracturada por desigualdad energética interna.
Rusia, Qatar, Argelia, Arabia Saudita toman control del flujo energético
Rusia perdió clientes en Europa, pero no poder. Redirigió más de 80.000 millones de m³ de gas hacia China, India y Turquía, y firmó con Beijing el gasoducto Power of Siberia II, que le garantizará ventas por encima de US$ 400.000 millones en 30 años. Putin solo necesita mover válvulas, no tanques y el gas ya es arma de guerra. En 2022 bastó reducir un 70% del flujo de Nord Stream para disparar la inflación energética europea a su máximo en 40 años. No fue un ataque militar. Fue un recordatorio de dependencia.
Qatar, dueño del 20% de las reservas globales de gas, decidió duplicar su producción de GNL y ya firmó contratos a 27 años con Francia, Alemania y China. Nadie puede sustituirlo antes de 2030. Arabia Saudita controla 11 millones de barriles diarios y opera junto a Rusia en una OPEP+ que ya no responde a Washington. En 2023 ignoraron las presiones de la Casa Blanca y recortaron 1,3 millones de barriles diarios para sostener el precio del crudo arriba de los US$ 85.
Argelia emerge como actor clave en el Mediterráneo. En 2024 firmó con Italia contratos por US$ 13.000 millones, y con Alemania un acuerdo estratégico para exportar hidrógeno verde a partir de 2027. Pero Argelia responde a su propia lógica, no a Bruselas. Hoy cuatro capitales (Moscú, Doha, Riad y Argel) pueden desestabilizar Europa sin disparar un solo misil. La energía ya no se vende. Se usa.
Estados Unidos se vuelve proveedor imperial, pero a costo impagable
El negocio energético de Estados Unidos con Europa no es comercial. Es geopolítico. En 2021 Europa pagaba en promedio US$ 15 por MWh por el gas ruso de Nord Stream. En 2023 pasó a pagar más de US$ 50 por MWh por gas natural licuado (GNL) estadounidense. En momentos de pánico, el precio spot llegó a superar los US$ 300 por MWh. El diferencial no fue marginal y fue un impuesto de guerra energética.
Solo en 2023, las exportaciones de GNL desde EE. UU. a Europa superaron los US$ 60.000 millones, con empresas como Cheniere Energy multiplicando utilidades. Washington se convirtió en el primer proveedor de gas del continente, desplazando en silencio a Moscú. Pero ese reemplazo tiene consecuencias.
Las industrias europeas pagan en energía hasta 4 veces más que sus competidoras estadounidenses, lo que ya provocó una fuga masiva de inversiones industriales hacia Texas y Luisiana, donde la electricidad se paga a US$ 30 por MWh contra los US$ 90 en Alemania.
La Casa Blanca no está vendiendo energía. Está vendiendo subordinación estratégica. Cada barco de GNL que llega a Europa es la prueba de que el continente ha perdido la capacidad de negociar desde la autonomía. El costo no se mide en euros, sino en obediencia estructural. Europa ya no solo importa energía. Importa dependencia.
El golpe silencioso: China compra energía barata y vende industria cara a Europa
China paga hoy la energía más barata del sistema global. Importa gas ruso por ducto a menos de US$ 10 por MWh, mientras Europa lo paga entre US$ 50 y US$ 90. El acuerdo estratégico firmado entre Gazprom y CNPC en 2024 asegura a Beijing más de 98.000 millones de m³ de gas por año a precio preferencial durante tres décadas. Paralelamente, China recibe petróleo saudí con descuentos de hasta US$ 5 por barril por contrato directo, fuera del dólar. El resultado es que la energía para producir en China cuesta hasta 4 veces menos que en Europa.
Con esa ventaja, China está inundando el mercado europeo de autos eléctricos, baterías, acero verde y maquinaria industrial. En 2024 las exportaciones chinas a Europa superaron los US$ 660.000 millones, mientras Europa exportó a China menos de US$ 260.000 millones. La brecha se amplía mes a mes. Y lo más crítico es que Europa subsidia su propia derrota. Los gobiernos europeos entregan ayudas millonarias a sus industrias para que sobrevivan al costo energético… y esas mismas industrias compran insumos, maquinaria y tecnología fabricadas en Asia con energía barata.
China no necesita confrontar. Le basta el cálculo frío. Compra energía barata, vende industria cara. El diferencial se vuelve poder imperial. Y Europa, sin darse cuenta, está financiando el ascenso estratégico de su mayor competidor.
Proyección 2030–2035. Europa pierde el siglo energético si no rompe la obediencia atlántica
Si Europa mantiene la dependencia actual el continente llegará a 2030 pagando por gas y electricidad entre dos y cuatro veces más que sus competidores asiáticos. Con precios mayoristas sostenidos arriba de US$ 70 por MWh la industria electro intensiva perderá margen de forma estructural.
El resultado es medible hoy y proyectable a escala. Entre 2026 y 2030 la Unión podría perder hasta 1,5 puntos de PIB por año por fuga de inversión y caída de productividad. El saldo comercial industrial con China ya supera los US$ 400.000 millones anuales y puede llegar a US$ 600.000 millones en 2030 si el diferencial energético no se corrige.
En ese escenario la capacidad de refinería europea se reduciría en un 15%, el acero primario cerraría entre 15 y 20 millones de toneladas de capacidad y la química pesada trasladaría más de US$ 120.000 millones en Capex hacia Asia y Estados Unidos entre 2026 y 2035. Dependencia absoluta no es una figura. Es una cuenta corriente negativa sostenida que se financia con deuda cara y con desempleo industrial creciente.
Existe un camino alternativo. Requiere una ruptura estratégica con la obediencia atlántica en materia energética y financiera. Europa tendría que asegurar contratos directos de gas y petróleo no dolarizados con proveedores diversificados y fijar un precio techo interno para la industria entre US$ 40 y US$ 50 por MWh durante la transición. En paralelo debería acelerar una matriz verde con escala real y cadenas locales completas. Solar instalada no menor a 600 GW en 2030 y 850 a 900 GW en 2035. Eólica total en el orden de 350 GW en 2030 con 110 GW marinos y 500 GW en 2035 con 180 a 200 GW marinos.
Almacenamiento en baterías arriba de 200 GWh en 2030 y 500 GWh en 2035. Hidrógeno verde con 10 millones de toneladas anuales de producción doméstica hacia 2030 y 20 millones en 2035 enfocado en acero fertilizantes y transporte pesado. Interconexiones eléctricas que eleven la capacidad transfronteriza en un 30% antes de 2030 para mover excedentes solares desde el sur hacia el centro industrial y marcos de contenido local que amarren fábricas de paneles turbinas electrolizadores y baterías en territorio europeo con incentivos de US$ 50.000 millones anuales durante un quinquenio. Renovación civilizatoria verde no es un slogan. Es un presupuesto y una política industrial.
La bifurcación 2030–2035 es contundente. Con obediencia atlántica y energía cara el desempleo industrial europeo puede superar los 15 millones de puestos acumulados a lo largo de la década y la participación de la manufactura en el PIB caer por debajo del 12%. Con soberanía energética y una política verde con músculo financiero Europa puede sostener energía para la industria entre US$ 45 y US$ 55 por MWh y recuperar un punto y medio de productividad anual a partir de 2031. No se trata de elegir un color político. Se trata de elegir quién fija el precio de la luz que enciende una fábrica. Uno de los dos caminos define el siglo para Europa. El otro lo cede.
Europa frente al espejo energético del siglo
Europa no está ante un riesgo. Está ante una decisión. El apagón no será técnico sino político. Las luces no se apagan en los cables, se apagan en los centros de poder que renuncian a decidir. Si continúa subordinada a precios fijados desde Washington, Riad o Pekín, se convertirá en un mercado premium de consumidores endeudados, no en una potencia. Ese destino ya empezó, solo que no tiene sirenas. Viene con fábricas mudas, con importaciones récord, con jóvenes que miran más hacia Shanghái que hacía Bruselas.
Pero el futuro no está cerrado. Europa sigue teniendo el capital humano, la infraestructura y la legitimidad histórica necesaria para lanzar una segunda revolución industrial verde (esta vez soberana, estratégica y energética) si decide romper la obediencia automática. No basta con instalar energía renovable. Hay que controlar el precio, la tecnología y la cadena de valor. La energía no es un bien. Es el suelo invisible sobre el que camina una civilización. Y nadie domina la historia si camina sobre el suelo de otro.
Todavía hay margen para elegir. Pero el reloj energético ya no marca décadas. Marca años.
Bibliografía:
- Agencia Internacional de Energía (IEA), World Energy Outlook 2023–2024
- Eurostat, Energy Dependency and Trade Balance Reports 2023–2024
- Banco Central Europeo (BCE), Impacto del shock energético en la industria europea
- Comisión Europea, Green Deal Industrial Plan & Net Zero Industry Act 2024
- FMI, World Economic Outlook – Desbalances estructurales UE-China-EEUU
- Gazprom / CNPC, Acuerdos Power of Siberia I & II, 2023–2024
- Sonatrach / Eni / TotalEnergies, contratos GNL y gasoductos firmados 2022–2024
- Bloomberg, EU Industrial Exodus Tracker – Energy Cost 2022–2024
- Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), Costos proyectados solar/eólica 2030–2035
Mauricio Herrera Kahn
Nota original en: PRESSENZA.COM




