En el tercer milenio, presionados por Tracios e Ilirios, llegaron los Helenos a Grecia absorbiendo la primitiva población no Indoeuropea.
La dificultad de los montes los impulsó hacia las riberas: hacia el mar. Llegó a ser para muchos la verdadera patria. Fundaron en sus filos ciudades que fueron luego puertos, que a su vez enviaron navegantes hacia el Asia Menor, hacia Sicilia y el Mar Negro, en competencia con los Fenicios. El Helenismo se levantó colonialmente.
La antigua cultura Griega recibió de la Cretense poderoso influjo de la cual encontramos contactos con la Egipcia designada por el nombre del rey Minos.
Hacia el 1000 A.C. se sitúan los poemas Homéricos. Las versiones escritas son en 300 años posteriores.
Presionadas por tribus septentrionales, las griegas se dispersan en todos sentidos. Destruyen Knosos y Troya. Sus caudillos son reyes menores vigilados constantemente por la nobleza.
Existía el sentimiento de una común vinculación frente a lo no Griego. La reunión en Olimpia de los distintos pueblos griegos, su cronología común, la extensión del oráculo de Delfos, la veneración de Apolo, eran vigencias para todos los Helenos. La masa era explotada y oprimida. De las tensiones sociales surgen en el espíritu el movimiento revolucionario de los siglos VII y VI. Una serie de personalidades evidentes aprovechó las rencillas de la nobleza y el descontento de las masas para implantar una nueva forma monárquica: la tiranía, ahí comienza la desilusión griega.
Atenas tuvo en Solón un legislador sabio. No fue él, sino Pisístrato quien se erigió en un verdadero tirano. La reacción que intentó maniobrar aquí, la idea federativa, es tal vez, la más importante creación de los Griegos en la esfera política.
Por toda la Grecia, hasta el Peloponeso se estatuyó la hermandad de la federación de Salia bajo la autoridad del oráculo de Delfos. Pero nunca pudo competir con el conglomerado que supo crear aquí Esparta.
Las Guerras Médicas se registran en el 500 a.C. Los Persas, aliados con los Fenicios sometieron a los rebeldes y se dispusieron atacar Atenas, pero los atenienses triunfaron en Maratón. La victoria de Salamina logró el triunfo de la federación sobre los persas. Atenas había conseguido predominar como potencia marítima, y trataba a Esparta de igual a igual.
Las guerras del Peloponeso dejaron exhaustos a Esparta y Atenas, con beneficio de Persas y Fenicios.
En la llamada «democracia» el gobierno venía a ser expresión de un comité de ciudadanos libres, contra cuya preponderancia, ni el clero ni la burocracia podían alegar prerrogativas.
En los misterios de Eleusis se permitía el acceso de mujeres y esclavos con igualdad de derechos.
Las viejas familias de la nobleza y los estados urbanos Griegos iban siendo desalojadas poco a poco por los nuevos ricos de la industria y el comercio, por los parlamentarios y abogados, por los mercenarios de la guerra.
Atenas ya no hacía las guerras coloniales con ciudadanos armados sino con mercenarios. La vida de Atenas se singularizó por su carácter confortable, por su mayor abundancia. el teatro se convirtió en centro de diversión y cultura, con auge de la comedia y tipificación del ciudadano medio. La plástica se puso al servicio de los intereses creados y se cultivó el retrato, el adorno y la decoración como tarea de expertos, como cosa de lujo y refinamiento. La técnica transformó el arte bélico, pasando a segundo término los factores personales.
La técnica guerrera se apartó y diferenció esencialmente de la política.
Los miembros de la Asamblea popular, los retóricos y diplomáticos se veían en dificultades para contrapesar el prestigio creciente de los caudillos militares, si a éstos se les ocurría intervenir en los negocios del Estado.
Un heredero de la Monarquía Macedonia, Filipo II (muerto en 336) logró extenderse hacia el sur, hacia Tracia, viniendo a suscitar, con su rotunda fuerza continental y su territorio dilatado, temor y confianza al mismo tiempo al mundo griego propiamente dicho de la fragmentaria esfera de los estados urbanos. Su mayor opositor en Atenas, fue el célebre Demóstenes. Filipo hizo proclamar la guerra nacional contra los persas, e hizo cruzar a Parmenión el Elesponto.
Conocida es la historia del sucesor de Filipo, Alejandro el Magno. Pudo disponer de un ejército de 37.000 hombres y de una flota de 160 naves. Menos de la mitad eran macedonios, y el resto griegos aliados y bárbaros, unos y otros mercenarios.
Sucesivamente fueron cayendo Lidia, Caria, Lisia, Cilicia, Fenicia y Egipto. Aquí retrocedió, volviéndose contra Mesopotamia, Asiria y Babilonia. Finalmente llegó a Persia y a Media, y por último a India.
Alejandro fue el último de un rosario de déspotas y el primer amo del mundo.
El imperio de Alejandro se disgregó tras el intento fallido de estatuir una regencia de su hijo póstumo. Ahora bien, la idea del Imperio Universal se mantendría ya siempre viva.
El Imperio Persa-Médico, bajo los Seleucidas, el Imperio Egipcio bajo los Tolomeos, fueron testigos de un desarrollo cultural inaudito, en el que el espíritu Helénico fue guía y mentor. Se erigieron doquier estatuas magníficas, a los retóricos y militares. Mandaban la moda, la boga, el criticismo refinado. Abundaban las memorias y también las compilaciones documentales. Este historicismo respondía al carácter de la época. Imperaba el estado monárquico autoritario, con ejército de mercenarios y copiosa burocracia.
Quien podía permitirse el lujo de salir de Grecia, abandonaba el estrecho y avaro suelo patrio. Como mercader, como funcionario fiscal, como consejero de finanzas, como oficial, como artista, como maestro, era bien recibido el griego, recompensado y distinguido en las grandes monarquías orientales. Junto al Arameo, consiguió el Griego imponerse en el Oriente, hasta el Indo, como idioma depurado, de uso corriente y de utilidad práctica, especialmente en lo comercial y cultural. Así fue extendiéndose por el mundo, el Helenismo emigrante.
El sentido del cosmopolitismo surge aquí por vez primera.
Fuente: Instituto Humanista de Pronosticación Sistémica
Autor: Instituto hps