BUENOS AIRES, 25 ene (Xinhua)
El objetivo de una «moneda común sudamericana» aplicable a toda la región latinoamericana y caribeña requiere de una gran suma de esfuerzos entre los países por su elevado nivel de complejidad, pero podría considerarse ante las dificultades e inestabilidades financieras y monetarias por las que atraviesa actualmente el mundo, opinó hoy miércoles el economista argentino Jorge Marchini.
El vicepresidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) aseguró, en diálogo con Xinhua, que la propuesta de Brasil y Argentina de crear una moneda común de intercambio constituirá, en principio, una experiencia bilateral con posibilidades de definición en un plazo menor si se compara con su establecimiento a nivel regional.
«Tener una moneda común es más significativo que solamente un intercambio de monedas locales o la apertura de créditos entre países. Una moneda común significa mucho más», expresó el también profesor de economía en la Universidad de Buenos Aires.
«Significa una condición de ahorro común, de capacidad de estabilizar los precios relativos entre países para que las diferencias no lleven a una pulsión de devaluaciones competitivas, de una disciplina sobre qué tipo de emisión monetaria debe hacerse, es decir, las condiciones para emitir dinero y, sobre todo, me parece esencial para que el ahorro en esa moneda se vuelque a la inversión en una forma que se proporcione entre los países evitando desniveles», acotó el experto.
Los presidentes de Argentina, Alberto Fernández, y de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, confirmaron el pasado domingo que avanzan en el establecimiento de una moneda común sudamericana, en la antesala a la VII Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que se celebró el martes en Buenos Aires, capital de Argentina.
«¿Por qué no intentar crear una moneda común de los países del Mercosur como se intentó hacer con los países del BRICS? Creo que eso va a suceder. Y creo que es necesario que suceda, porque hay países que a veces tienen dificultades en adquirir dólares y se pueden establecer acuerdos (para) que después los Bancos Centrales fijen el tipo de moneda para hacer el intercambio comercial», afirmó Lula tras una reunión con su par argentino.
En esa línea, Marchini se refirió al ejemplo de la Eurozona tras destacar los «escollos» que los países europeos debieron superar y que representaron un gran esfuerzo de armonización.
El analista remarcó que «no es fácil una perspectiva de moneda común», porque se trata de una idea que «tiene otra escalera que recorrer» y juega a otro nivel, pero «están bien estos primeros pasos que se están planteando en una época de tantos cambios mundiales y ante muchas dificultades».
Para el economista, independientemente de las posibilidades futuras de su materialización, la idea de una moneda común abre un amplio debate sobre las posibilidades de complementación económica y financiera en un contexto global marcado por la inestabilidad monetaria y cambiaria, falta de acceso a las divisas y al crédito internacional por parte de los países históricamente endeudados.
«Hay que buscar mecanismos de complementación financiera porque, además a los países, se les está dificultando acceder a nuevas fuentes de crédito por razones de mayor endeudamiento tras la pandemia, lo que hace que la dificultad mayor sea la falta de divisas y eso lleva a buscar nuevos mecanismos», precisó.
Si en América Latina y el Caribe no se abriera esta posibilidad de una moneda común, podrían explorarse otros mecanismos como por ejemplo «una moneda de cuenta común», explicó el experto.
«Esto es algo similar a lo que ya existe con respecto a la cotización de los Derechos Especiales de Giro (DEG) del Fondo Monetario Internacional (FMI) que es una canasta de monedas. Esto, sobre todo, por la inestabilidad monetaria internacional y particularmente por la alta dependencia al dólar estadounidense», agregó.
Respecto al ámbito bilateral Brasil-Argentina, Marchini explicó que es una posibilidad viable la de plantear términos de intercambio para que los países no recurran al dólar sino a las monedas locales, o a esta «moneda común», evitando el «señoreaje».
De la misma manera, este tipo de iniciativa posibilitaría que se abran líneas de crédito entre los países con una menor dependencia hacia las divisas, zanjó