La debacle es consecuencia de un diseño para poner al país de rodillas.
Cuáles son las posibles metas del Nuevo Orden Mundial en un escenario económico que se derrumba.
por Claudio Fabián Guevara
La volcánica economía argentina vuelve a ser noticia mundial. Una espiral recesiva de estanflación, creciente endeudamiento externo, contracción del consumo y corrida cambiaria está sumiendo al país en el caos, a solo dos años y medio del inicio de la ‘administración colonial’ de Mauricio Macri, encabezada por CEOs. Es el resultado de una increíble batería de medidas destructivas de la producción y el empleo, aplicadas en forma combinada a una alta velocidad.
En los últimos días, la debacle ha provocado de parte del Gobierno el anuncio de nuevas rondas de demolición controlada de la organización nacional: a la eliminación de organismos y proyectos de investigación científica y tecnológica, se sumó la eliminación de ministerios históricos —todo un gesto de abandono de ambiciones de Estado—, miles de despidos en la administración pública y más recortes de gastos e inversión social.
Se trata del diseño de un colapso inducido: el país marcha hacia la cesación de pagos, la parálisis productiva y el desempleo masivo. ¿Puede ser solo torpeza del grupo que gobierna?
Un conjunto de tendencias indican que se avecina un shock muy agudo contra la configuración histórica del país, mucho más audaz que una simple redistribución del ingreso.
En la antesala de un shock
Una de las debilidades estructurales de la resistencia autóctona frente a los procesos de expansión imperialista es una concepción ingenua sobre los planes del enemigo.
Las agencias transnacionales del imperialismo no solo han incrementado exponencialmente su poder en los tableros internos de cada país, sino que también son mucho más ambiciosas en sus metas, donde además se operó un cambio cualitativo: superada toda resistencia organizada a la explotación extranjera de los recursos naturales, a la creación artificial de deuda usuraria, y al acceso al mercado interno de cada país, la agenda del Nuevo Orden Mundial para las sociedades periféricas sobrepasa los imaginarios de la izquierda tradicional.
El pasaje del capitalismo industrial al capitalismo financiero ha modificado a tal punto las estrategias de expansión del proceso imperialista que incluso grandes grupos capitalistas locales que antaño podían considerarse socios comisionistas en la explotación de las sociedades coloniales, ven sus intereses ignorados y sus activos depreciándose.
Esto se ve claramente en Argentina, donde la administración colonial no solo ataca el nivel de ingreso de la clase trabajadora, sino que está minando incluso las bases de sustentación de los propios capitalistas locales, y el entramado de condiciones que permite la viabilidad de la nación.
El país es una vez más un laboratorio de experimentos en materia de políticas de reconfiguración violenta de la sociedad. En ‘La doctrina del shock’, Naomi Klein repasa cómo ciertas reformas políticas y económicas se introducen a través de desastres o contingencias diseñadas que suman a las sociedades en la confusión, provocando profundos impactos en la psicología colectiva y paralizando la reacción.
El diseño de un colapso inducido
La administración colonial de Macri tiene en su agenda objetivos comunes con la reconfiguración del mundo bajo las matrices del Nuevo Orden Mundial. Así, ha puesto en marcha en forma acelerada un diseño premeditado para poner al país de rodillas, sumiendo a la población en la desesperación y preparando el terreno para imponer ‘soluciones’ drásticas. Cualquier economía próspera, incluso de los países desarrollados, se hubiera sumido en la parálisis productiva y la estanflación que caracteriza hoy a la Argentina, si se hubieran aplicado las siguientes fórmulas que imperan desde diciembre de 2015: la apertura importadora irrestricta —provocó un gran desbalance en la balanza de pagos con el exterior— y el cierre progresivo de la industria nacional que quedó desprotegida.
El aumento salvaje de tarifas de servicios públicos (entre 400% y 3.000%) desestabilizó no solamente las economías hogareñas, sino también la viabilidad del comercio y los sectores productivos que no eran afectados por la competencia extranjera.
La desgravación impositiva a grandes grupos, quita de retenciones al agro y la minería y otras exenciones impositivas a los sectores más concentrados, desfinanciaron las arcas públicas y prepararon el terreno para un agravamiento del déficit fiscal, que a su vez fue pretexto para un feroz ajuste presupuestario.
El endeudamiento acelerado que financió este esquema encaminó al país a volver al FMI, que impuso nuevas medidas de achique de gastos, interrupción de obra pública y recortes de programas sociales.
La vertiginosa devaluación de la moneda y elevación de las tasas de interés alimentó una inflación que amenaza desbocarse para convertirse en otro episodio de hiperinflación, y agravó las pésimas condiciones de la economía en su conjunto. Las tarifas de servicios públicos, el combustible y otros insumos básicos fueron dolarizados, con lo cual, cada incremento del dólar impacta directamente sobre el costo interno de la producción de bienes y servicios.
Es evidente que el paquete de políticas conforma un claro sabotaje al país, su aparato productivo y la calidad de vida de su población. Estas no son las recetas de ningún tipo de capitalismo productivo, que por definición demanda bajos costos de producción (crédito, tarifas y salarios baratos), protección racional frente a la competencia exterior, estabilidad monetaria, políticas de subsidios sectoriales y estímulos al desarrollo de las capacidades nacionales.
Un segundo lote de políticas sugiere que es necesario el desmantelamiento por anticipado de cualquier intento de resistencia y oposición social activa. Pese a tener inicialmente un alto consenso social y gozar de una formidable protección mediática, el Gobierno de Cambiemos ha impulsado sistemáticamente líneas represivas muy pronunciadas:
- Aliento al gatillo fácil en la represión policial y anuncio del retorno de las Fuerzas Armadas a la seguridad interior
- Silenciamiento de periodistas y medios críticos
- Encarcelamiento y hostigamiento judicial de líderes de la oposición
- ‘Depuración’ de jueces independientes y alineamiento del sistema judicial
- Ingreso de tropas y establecimiento de bases extranjeras
¿A dónde va el colapso económico argentino?
Argentina sufre una invasión intangible y silenciosa. La pregunta de rigor es: ¿cuál es el programa de shock que se prepara con este escenario catastrófico?
Algunas pistas emergen en el ejercicio de la memoria histórica y el análisis de las luchas anticoloniales del presente.
La agenda oculta del colapso inducido de la Argentina contiene metas del Nuevo Orden Mundial comunes a todos los territorios periféricos. Todas son ruinosas para los intereses de la población, pero el escenario de crisis multidimensional que se está construyendo apunta a presentarlos como «soluciones salvadoras». Todas, además, contienen un elemento central de la agenda globalista para los pueblos subalternos: la disolución de la identidad y del Estado nacional.
1. Extranjerización acelerada de empresas y otros activos
Esta parte del proceso ya está en marcha, y es la que menos impacta ante la opinión pública por cuanto se suele presentar como un «progreso»: Argentina enfrenta un nuevo ataque extranjerizante de activos y mercados locales. Pero a diferencia de las crisis anteriores, que derivaban de presiones y apuestas desde el exterior, la actual es promovida por el propio Gobierno de Cambiemos. Se reclama la intervención extranjera como único medio de conducir al país en esta coyuntura. 3 La debilidad externa en la que Cambiemos ha colocado a la economía argentina es funcional a una entrega masiva de activos por parte de empresarios locales.
Desde el comienzo de la crisis externa, la caída combinada de los valores bursátiles y la devaluación del peso deprecia a los activos argentinos en un 70%. La suba del dólar y la incertidumbre económica abre la puerta para que los activos del país sean rematados a precio de oferta. Techint, Aluar, Ledesma y las empresas de la patria contratista se sorprenden con sus ejecutivos encarcelados en una farsa judicial mientras las protecciones arancelarias de las que gozaban en el pasado se cancelan y las acciones de sus compañías se derriten en Wall Street. Los fondos buitre están comprando esos papeles a precios de remate. Y el deterioro promete proseguir.
El proceso de extranjerización de la economía —compras, fusiones y absorciones, que pueden ser presentadas como «inversión extranjera directa»— se puede acelerar con una «inyección de confianza». ¿Cómo impulsar «reformas de fondo» que recuperen «el optimismo de los inversores»? Tal vez la segunda meta nos brinde algunas pistas.
2. Adopción del dólar como moneda oficial
El panorama actual se parece mucho al de 1989. Entonces la hiperinflación signó el fin del gobierno de Raúl Alfonsín y fue la antesala de la Convertibilidad, un sistema que ‘rescató’ la economía argentina estableciendo por la ley una paridad fija de 1 a 1 del peso argentino con el dólar. La Convertibilidad fue un proyecto vendido «llave en mano» por el Citibank y el Chase Manhattan al Gobierno de Menem, que contuvo la inflación e inició una década de extranjerización de la economía.
La Convertibilidad fue recordada en estos días por Larry Kudlow, asesor económico de la Casa Blanca, que aseguró que el Tesoro de Estados Unidos analiza la posibilidad de emplear un nuevo plan de convertibilidad de la moneda argentina. El actual director del Consejo Económico Nacional de Estados Unidos afirmó que la posibilidad de «dolarizar» la moneda argentina podría ser la clave para que la economía nacional pueda resurgir.
La Convertibilidad de la década de los 90 terminó en la catástrofe del corralito de 2001. De no haber mediado la caída precipitada del sistema, los planes eran profundizar el modelo con la adopción del dólar como moneda oficial.
En diciembre de 2001 un ensayo titulado ‘Cómo dolarizar en Argentina’, firmado por Kurt Schuler y Steve H. Hanke, afirmaba: «Las políticas que la Argentina ha seguido han llevado a su economía a un punto muerto. La incertidumbre sobre el futuro del peso se ha transformado en el obstáculo inmediato más grande para el crecimiento económico». ¿Alguna similitud con el escenario actual?
En 2018, los diarios financieros han vuelto a hablar de dolarización en Argentina. Y Steve Hanke ha vuelto al escenario. Padre de la dolarización de Ecuador y Montenegro, le recomienda a Macri la dolarización como remedio para salir de la crisis. No es la única voz. La periodista estadounidense especializada en Hispanoamérica Mary O’Grady publicó su editorial del Wall Street Journal bajo el título: «Argentina necesita dolarizarse».
La importancia del proyecto excede el contexto argentino. La necesidad imperial de mantener la hegemonía del dólar ha sido más importante que la explotación del petróleo en la historia de la última década. Hoy, con un enorme bloque emergente de países —encabezado por Rusia, China, India y otras gigantescas economías— encaminado a buscar un sustituto al dólar como moneda de referencia internacional, la dolarización de Argentina sería una conquista de alto contenido simbólico: la primera experiencia en un país de gran extensión e importancia geopolítica, y un capítulo que podría iniciar un ambicioso proceso continental.
La dolarización de tarifas de servicios públicos y de carteras financieras, y los contactos para un acuerdo directo con el Tesoro de EE.UU. ante la actual crisis, parecen pasos convergentes.
Sin embargo, las condiciones para un reemplazo del peso argentino por el dólar requeriría de parte de Argentina de un monto de reservas internacionales que el país viene perdiendo aceleradamente en la actual crisis cambiaria. ¿Cómo financiar esa operación? Tal vez la tercera meta alumbre una convergencia de medios.
3. Desmembramiento territorial de la Argentina
El desmembramiento de los estados nacionales es una premisa del Nuevo Orden Mundial que se verifica en diferentes escenarios del mundo: se logró en Yugoslavia, en la ex URSS y diversos estados de Medio Oriente mediante la guerra y el terrorismo. El desmembramiento de Venezuela es una posible ‘solución’ si no se logra derrocar al Gobierno.
En este contexto, la Patagonia aparece como una prenda cambio perfecta para ‘rescatar’ a la Argentina de otra crisis.
En los años turbulentos del 2001, cuando Argentina cayó en cesación de pagos, la prensa global llegó a sugerir que la Patagonia, inmensamente rica en recursos, fuera separada del resto del país para servir de mecanismo de pago de la deuda en default. Años después, el profesor de Harvard Richard N. Cooper, escribió una propuesta en consonancia con el pensamiento de Anne Krueger (entonces titular del FMI) para someter a las naciones endeudadas a procesos de quiebra con el fin de que los activos sean liquidados y los ingresos resultantes distribuidos entre sus acreedores, bajo la guía de un tribunal global.
La Patagonia argentina ya es un territorio internacionalizado. La compra masiva de tierras por parte de extranjeros en Argentina, que lleva décadas, había sido reglamentada en 2011 por el Congreso, disponiendo un límite del 15% de las tierras cultivables del territorio nacional, y hasta 1.000 hectáreas por persona. La administración colonial de Macri, por decreto, eliminó estas restricciones, y el proceso de adquisición masiva de tierras se profundizó. Ya hay extensos territorios en el sur argentino que funcionan como microestados, con su propia red de carreteras, aeropuertos, fuerzas de seguridad y fuentes de energía, como las propiedades del magnate británico Joe Lewis.
La entrega de tierras patagónicas a cambio de asientos contables que alivien la artificial deuda argentina —o que garanticen una operación de dolarización masiva de su economía— podría efectuarse sin necesidad de una partición formal del Estado, o de una ‘declaración de independencia’ de un grupo de colonos. El ‘negocio’ de la Argentina podría disfrazarse mediante la cesión de tierras a ONGs o poderes privados que administren un territorio bajo la modalidad que Boaventura de Sousa Santos denomina «nuevo gobierno indirecto»: el Estado se retira de la regulación social y poderosos actores no estatales obtienen control sobre las vidas y bienestar de vastas poblaciones, la tierra, el agua potable, las semillas y los bosques.
El ‘negocio’ para el Tesoro nacional podría ser presentado bajo la forma de la cesión de territorios diminutos. Sin embargo, siempre existirá el potencial de que sean expandidos de facto mediante la ocupación progresiva o la guerra. Hace falta señalar que, a la par de políticas de desguace y debilitamiento del Ejército argentino, la administración colonial de Macri ha autorizado el ingreso de tropas extranjeras y el despliegue de una nueva red de bases militares estadounidenses: una en Neuquén, en el estratégico sur patagónico, y dos en Tierra de Fuego, la de Tolhuin y la de Ushuaia. Con el Ejército británico fuertemente apertrechado en Malvinas, la zona aparece bajo estrecho control extranjero.
Una sociedad dividida y sumida en penurias, un ejército nacional sin capacidad operativa y un proceso de infiltración de capitales y elementos militares extranjeros, parecen la antesala perfecta de eventos en los que Argentina pierda parte de su integridad territorial. Referencias oficiales no faltan: el rabino Sergio Bergman, ministro de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable, ha profetizado hace pocos meses que la Patagonia, como «tierra prometida, debe ser partida y repartida».
Conclusiones provisorias
El diseño del colapso argentino no tiene una meta única, ni tampoco una conducción unificada. El plan tampoco tiene los resultados asegurados. Su evolución está vinculada con la evolución de otro conjunto de ofensivas en la región: el ‘lawfare’ contra Lula y el resto de los líderes populares de América Latina, el cerco contra Venezuela y el despliegue militar imperialista en todo el continente, donde no se puede descartar el inicio de una guerra genealizada.
Por otro lado, los resultados finales tienen que superar la prueba de fuego que ninguna conspiración puede anticipar: la reacción de la gente y las organizaciones populares, la posición de los sectores nacionalistas del Ejército argentino, y el impacto imprevisible que tiene en la historia un conjunto de eventos encadenados.
América Latina está bajo asalto. De la conciencia y movilización de sus pueblos depende la defensa de sus territorios y su libertad.