En la capital provincial la candidata del ARI se imponía al riojano por mil votos y en Rosario por casi el 8 por ciento. La explicación de que anoche en Santa Fe las caras de menemistas, duhaldistas y socialistas tuvieran dibujada una mueca de angustia es sencilla: Elisa Carrió, una mujer sin estructura partidaria, que gastó 400 mil pesos por todo concepto en su campaña para todo el país… y encima se peleó con casi todos los que la acompañaban al inicio de su derrotero, vino a romper el molde que consultores y referentes partidarios habían diagnosticado para el día después de la elección presidencial en la Invencible.
Al cierre de esta edición, el ex presidente y la diputada nacional exhibían una igualdad técnica que no estaba en los papeles de nadie, ni siquiera en la medición que hace una semana el gobernador Carlos Reutemann mencionó y que hablaba de «un triple empate». Que la principal referente del ARI haya punteado junto con el riojano la elección en Santa Fe, que haya ganado en la capital de la provincia –incluso en la escuela donde votó el Lole– y que en Rosario le haya sacado casi 8 puntos de ventaja a Menem, dejó alelados a todos los grandes protagonistas de la política vernácula, aun aquellos que a nivel nacional acertaron cuando decidieron dónde colocar sus porotos.
Lo que sucedió ayer en Santa Fe, una vez escrutado el 99 por ciento de las mesas, es que Lilita sumaba un 25,12%, Menem un 25,2, Ricardo López Murphy un 17,3, Kirchner un pálido 16,1 y Adolfo Rodríguez Saá un 8,6. Y un dato para destacar: ésta es la primera elección desde 1983 que en Rosario gana un candidato nacional que no es el que se impone en el país. En eso, por peso propio, Carrió también rompió el molde.
El primer elemento para observar en la elección provincial es la falta de empuje de la dirigencia del PJ santafesino, que no pudo traccionar a favor de Menem la ostensible preferencia del aparato partidario por el riojano y tampoco pudo llevar agua al molino de Kirchner gracias al envión dado por Jorge Obeid al santacruceño.
En el caso de Rosario, que Menem haya quedado segundo a casi 9 puntos de Carrió sugiere que los referentes locales del peronismo no despiertan del letargo en que viven sumidos desde 1983.
El presidente del PJ santafesino, Ángel Baltuzzi, ensayó una lectura del comicio que ignora que lo de ayer fue una interna abierta del justicialismo: «Desde la óptica partidaria, los tres candidatos justicialistas juntos superaron el 50% de los votos, lo que representa un contundente triunfo nacional del justicialismo».
El ex ministro de Gobierno, además, aprovechó para pegarle al socialismo: «Hay que destacar la muy baja performance del socialismo, porque en definitiva ellos rompieron con Carrió y ahora se quieren colgar de la cola de ella».
Baltuzzi se animó y, lejos de analizar la ya clásica pobreza del caudal justicialista en Rosario, señaló: «Si Reutemann hubiera estado en la campaña los resultados hubieran sido otros». Pero Reutemann no estuvo, a diferencia del gobernador Ángel Rozas, quien logró en el Chaco el efecto Lázaro: allí Leopoldo Moreau resucitó de entre los muertos políticos y esgrimió un honroso segundo lugar, lejos de Menem pero por encima de Kirchner y de Carrió, que salió cuarta en su propio terruño. En Chaco, claro, no hubo prescindencias.
Obeid, el hombre que espera ahora que el 18 de mayo Kirchner sea elegido presidente para que eso influya en su campaña a gobernador, era uno de los que mostraba la largura de su rostro, aunque a la hora de leer la elección de ayer se mostró optimista: «En la provincia se cumple más o menos lo que había predicho. Quizá el elemento nuevo fue la fuerte presencia, sobre todo en las mesas femeninas, de Lilita Carrió. Bueno, es un dato innegable que hay que tenerlo en cuenta. A mí me alegra en el sentido de que es un voto progresista, un voto desde la decencia, que le hace bien a la democracia y estoy convencido de que en la segunda vuelta va a ser captado en su totalidad por Kirchner». Habrá que ver.
Por su parte, Julio Gutiérrez, tal vez el único reutemista de pura cepa que jugó a favor del candidato del gobierno nacional, sostuvo que «“en la provincia se sabía que era una elección difícil a raíz de la neutralidad del PJ. Hubo una desmovilización de ciertos sectores del justicialismo santafesino; no hubo un compromiso con estos comicios y por lo tanto el trabajo a favor de Kirchner era más difícil porque es un candidato menos conocido e instalado».
Los dirigentes justicialistas no fueron los únicos sorprendidos cuando se conoció la firme tendencia en las urnas. La volatilidad de la decisión del electorado –como le gusta definir a los encuestadores– no alcanzó a disimular la gran derrota que experimentó el socialismo en la provincia y en Rosario, éste último un bastión que prometía hacer lucir en un plano de dignidad electoral al binomio conformado por Alfredo Bravo y Rubén Giustiniani.
La pregunta que se hacían ayer algunos dirigentes en el comando de campaña del socialismo era: «¿Con poco más de 14 mil votos obtenidos por la fórmula presidencial, llegaríamos a meter un concejal?». Nadie ensayó una respuesta, pero a todos en ese búnker les quedó claro que el costo que deberá pagar el socialismo por obtener un exiguo 2,37% en una ciudad en la que el intendente pertenece a ese signo políticos es altísimo.
Por cierto, la ciudad y la provincia se aprestan ahora a constituirse como escenario de una segunda vuelta que promete chispas y movimientos telúricos de envergadura. El 18 de mayo no dejará espacio para las sorpresas y la dirigencia del PJ en la provincia y en Rosario tendrá que trabajar un poco más si quiere que cualquiera sea el elegido para gobernar la Argentina en los próximos cuatro años se acuerde de ella para recompensarla y no para recomendarle que se dedique a otra cosa. En el mejor de los casos.
fuente: Diario El Ciudadano, 28/4/2003