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La ponencia de la Profesora Iris Bistaffa en el Simposio "Fundamentos de la Nueva Civilización", organizado por el Centro Mundial de Estudios Humanistas en simultáneo alrededor del mundo
La ponencia de la Profesora Iris Bistaffa en el Simposio "Fundamentos de la Nueva Civilización", organizado por el Centro Mundial de Estudios Humanistas en simultáneo alrededor del mundo
Prof. Iris Bistaffa. Docente Humanista. Ponencia en Simposio "Fundamentos de la Nueva Civilización"
EDUCACIÓN PARA CONSTRUIR EL FUTURO
Buenos días. Agradezco la invitación de los amigos del Centro de Estudios Humanistas para poder compartir con Uds. algunas ideas sobre Educación.
Ante todo, quisiera aclarar desde dónde hablo: No están escuchando a alguna pedagoga o teórica de la educación, que va de congreso en congreso exponiendo cómo deberían ser las cosas, y cobra mucho por sus conocimientos, porque vive de eso. Tampoco escuchan a otro tipo de profesional que ve la educación de niños y adultos según las imágenes que ha conservado y transformado de su paisaje de formación, de su memoria, y que, muchas veces, poco tienen que ver con la situación que se vive hoy en las escuelas. Hablo como una simple profesora de Lengua, Literatura, Comunicación, con veinte años de ejercicio de la docencia, en escuelas de nivel medio y técnico, públicas, con alumnos de poder adquisitivo medio, medio-bajo o bajo. Es desde esa experiencia y teniendo presentes a estos jóvenes, que he pensado cuál educación sería necesaria para la sociedad a la que aspiramos. Pero, sobre todo, es como seguidora de la doctrina de Silo, desde hace 32 años, que elaboro mis ideas.
Dejando claras las condiciones predialogales, vamos entonces al tema que nos ocupa: pensar la educación como uno de los aspectos fundamentales para construir una nueva civilización.
Definición de educación
Una buena forma de comenzar sería definir qué entendemos por educación.
Al respecto, el diccionario de la lengua española nos dice “EDUCACIÓN: (del lat. Educatio) acción de desarrollar las facultades físicas, intelectuales y morales.”
Por su parte, Silo, en el “Diccionario del Nuevo Humanismo”, agrega: “Sistema de transmisión y extensión de conocimientos, habilidades y normas de conducta y comunicación social que abarca las teorías correspondientes (ciencia pedagógica) y las instituciones de enseñanza. […]
La e. es preparación del individuo para la cultura, para el trabajo, para hacer ciencia, moral, arte. La e. es la fuente más importante y tradicional de la socialización de las personas porque contribuye a la formación de su ideología, cultura, moral, orientaciones de vida y trabajo.
Se suele hablar de e. en por lo menos dos sentidos diferentes: uno que hace referencia a la transmisión de datos y conocimientos del educador al educando y, en este sentido, las nuevas tecnologías de información tienden a suplantar progresivamente la labor del educador; y otro en el que la e. es concebida como una preparación, una adecuación del educando al mundo en que vive. Este “mundo” se refiere tanto a las cosas físicamente consideradas como a intangibles tales como los valores y las relaciones humanas. La e., en este segundo sentido, pretende habilitar diferentes modos de comprensión, puntos de vista, perspectivas diferentes para comprender tanto las realidades de los objetos materiales y culturales, como las de la propia interioridad.”
La e. masiva mediante la utilización de las nuevas tecnologías electrónicas abre un campo inmenso de posibilidades al desarrollo del conocimiento colectivo. Debe advertirse, no obstante, que la difusión del conocimiento (por neutro o científico que se pretenda), lleva incorporada la ideología dominante siendo ésta observable, con más evidencia, en el campo de las ciencias humanas (Filosofía, Historia, Psicología, Sociología, Derecho, Economía, etc.). Por lo demás, esto ha ocurrido y ocurre con cualquier método de educación, independientemente de la tecnología utilizada.”
Hasta aquí la definición del “Diccionario del Nuevo Humanismo”.
Ahora bien, en cualquiera de las dos acepciones a las que hace referencia Silo, la transmisión de datos y conocimientos o la adecuación del educando al mundo en que vive, si estamos pensando los fundamentos para una nueva civilización, no podemos aceptar la idea de una educación meramente reproductora de las condiciones sociales existentes, simplemente socializadora. Nuestra propuesta educativa deberá situarse necesariamente en la perspectiva de la transformación social y cultural, lo que le permitirá constituirse en una propuesta global coherente.
Sabemos que toda crisis abre la posibilidad de rescatar los elementos más evolucionados o positivos del proceso anterior y desechar los más regresivos o inaceptables para una nueva etapa. Sin embargo, no se trata de permanecer en la mera crítica de los valores del pasado, al mejor estilo postmodernista; tampoco se trata de hacer un “rejunte” de ideas o propuestas que nos parezcan positivas, sin tener en claro el sentido global del futuro que queremos (como suele suceder con algunos Ministerios de Educación bienintencionados).
Para proponer qué educación queremos para el futuro, deberíamos previamente definir cuál es el concepto de ser humano del que partimos, para aclararnos qué personas queremos formar.
Concepción del ser humano
Partiendo del análisis de la existencia en el mundo, vemos que el hombre nace en un mundo natural y social. Lo natural es lo dado, lo que se percibe (incluido el propio cuerpo). Lo social está constituido por las intenciones humanas.
Sólo las intenciones humanas pueden modificar a lo natural, “humanizarlo”, y también humanizar, dar sentido, a lo social mismo.
Nuestra existencia está abierta al mundo y actúa en él intencionalmente: negándolo o afirmándolo; nihilizando o humanizando; destruyendo o creando.
En consecuencia, lo que nos distingue como seres humanos es la libertad de afirmar o negar al mundo; la capacidad de aceptar o cambiar las condiciones naturales y sociales, y no ser simple reflejo de ellas.
Lo social, las intenciones humanas, son también historicidad (se desarrollan en el tiempo). Por lo tanto, somos historia social y personal, y no “naturaleza” humana.
Silo, en “Acerca de lo humano”, Buenos Aires, 1/5/83, dice: “Y bien, ¿qué define a lo humano en cuanto tal? Lo define la reflexión de lo histórico-social como memoria personal. Todo animal es siempre el primer animal, pero cada ser humano es su medio histórico y social y es, además, la reflexión y el aporte a la transformación o inercia de ese medio. […] La ampliación del horizonte temporal de la conciencia humana, permite a esta retardos frente a los estímulos y ubicación de estos en un espacio mental complejo, habilitante para el emplazamiento de deliberaciones, comparaciones y resultantes fuera del campo perceptual inmediato. En otras palabras: en el ser humano no existe “naturaleza” humana, a menos que esta “naturaleza” sea considerada como una capacidad diferente a la animal, de moverse entre tiempos fuera del horizonte de percepción. Dicho de otro modo: si hay algo “natural” en el ser humano, no lo es en el sentido mineral, vegetal o animal, sino en el sentido de que lo natural en él es el cambio, la historia, la transformación.”
Retomando: Somos libres de aceptar o negar las condiciones sociales en que vivimos y siempre estamos eligiendo entre ellas, porque la no elección es también una elección. Cuando el hombre se enfrenta con las condiciones sociales, comprende la noción de historia social, que lo precede y lo sucede. Entonces, enjuicia las condiciones que provienen del pasado y se compromete a futuro más allá de su muerte personal.
Esas condiciones históricas han producido contradicciones sociales entre las que se desarrolla la existencia del hombre y de la sociedad presente. Las contradicciones sociales son producto de la violencia.
La violencia es la acción de despojar a otros de su intencionalidad (de su capacidad de elección, de su libertad) y por lo tanto de tratar a esos otros seres humanos como si fueran objetos naturales.
Cuando en lo social o en lo personal se le quita libertad de elección a un ser humano o a un conjunto, se produce sufrimiento. Por lo tanto sólo disminuirá el sufrimiento en la medida en que cada ser humano elija por sí mismo y no por los demás.
En el mismo texto antes citado el autor dice: “Si la copresencia de la conciencia humana trabaja gracias a su enorme ampliación temporal, y si la intencionalidad de aquella permite proyectar un sentido, lo característico del ser humano es ser y hacer el sentido del mundo.” […] “Te diré cuál es el sentido de tu vida aquí: Humanizar la Tierra. ¿Qué es Humanizar la Tierra? Es superar el dolor y el sufrimiento, es aprender sin límite, ¡es amar la realidad que construyes!…”
Ya tenemos el concepto del sujeto a quien queremos educar. Y también tenemos el sentido, la dirección para la que queremos educarlo.
La educación a la que aspiramos
Es necesario pensar un nuevo paradigma educativo. No se trata simplemente de cambiar metodologías o planes de estudio. Se trata de una nueva concepción, una aspiración, que permita efectivamente al ser humano desarrollar lo mejor de sus posibilidades o potencialidades, y que consecuentemente permita la construcción de una nueva sociedad.
Esta educación buscará, por lo tanto, desarrollar integralmente al ser humano, en sus capacidades intelectuales, motrices y emotivas, como modo de impulsar su accionar coherente en el mundo.
Será necesario aprender a tratar a los demás como queremos ser tratados. Erradicar toda forma de violencia que implique imponer la propia intencionalidad sobre la del otro. Reconocer la igualdad de todos los seres humanos que se relacionan en la práctica educativa. Hablamos de una nueva coherencia y ética personal y social. Entendemos por ética lo que tiene que ver con la preocupación por las consecuencias de las propias acciones sobre otro y que desde la escuela debería emanar para influir sobre todo el quehacer social.
En educación la autoridad debe ganarse por el conocimiento que se tiene, por la sabiduría con que se utiliza dicho conocimiento, por las relaciones de coherencia y solidaridad que se establecen, por la calidad humana que se transmite. Debemos llegar a una práctica educativa capaz de lograr que los estudiantes se sientan referenciados por un quehacer que los convoca, los orienta y los atrae, porque esto otorga significación y no porque el docente tiene el poder de la calificación o la atribución de castigar.
Desde la perspectiva de que la conciencia humana es activa, es que planteamos como necesaria la real participación de los niños, niñas y jóvenes en los objetivos, gestión y ejecución de todas las acciones educativas.
Una educación no-violenta, no discriminatoria, no cosificadora, que no niegue en el otro su intencionalidad, su libertad, reconocerá el enriquecimiento que produce la diversidad personal y social. La diversidad cultural es el rasgo que más enriquece nuestra civilización.
Por eso mismo es recomendable el trabajo en equipo; porque es el grupo, con su diversidad de integrantes, el que puede enriquecer el aprendizaje del individuo.
También en relación con la diversidad cultural, es necesario que la educación esté abierta a la revisión de los procesos históricos. El educando tiene derecho a conocer sus raíces culturales e históricas: saber de dónde venimos para comprender quiénes somos y decidir un futuro. (Aunque difícilmente se pueda reconstruir todo el proceso humano, en el que tantas veces en la historia algunos intervinieron para ocultarlo, negarlo, hacer desparecer culturas e imponer sus propias visiones del mundo, y así conseguir o mantener el poder de unos pocos seres humanos sobre los otros.)
En otro aspecto, un ser humano que reconozca su capacidad de aceptar o cambiar las condiciones naturales, habrá tomado conciencia de la actual ruptura entre el hombre y su medio natural, ruptura provocada por la civilización industrial. El conocimiento de la naturaleza, la sensibilización y el respeto hacia todas las formas de vida impulsarán el interés por conservar la flora, fauna y clima en un ambiente equilibrado que también garantice la supervivencia humana. Desde la educación se promoverá la búsqueda de formas de desarrollo equilibradas con la naturaleza, basadas en la utilización de energías renovables y no contaminantes. Pero ello sólo será realizable mediante la máxima descentralización social de los centros decisorios y la aplicación de medidas autogestionarias, para que cada individuo se sienta plenamente responsable de su porvenir.
En cuanto a la construcción de valores, una educación que se centralice en el ser humano como valor, promoverá el reconocimiento de su riqueza interior y de sus reales necesidades, llevándolo a desechar el uso y posesión de objetos como forma de obtener satisfacción personal. El abandono del consumismo como forma de vida redundará también en beneficio de la ecología.
¿Qué capacidades queremos desarrollar en el educando?
En cuanto a la transmisión de datos y conocimientos, donde las nuevas tecnologías de la información y la comunicación tienden a suplantar al educador, es necesario asegurar que todos los niños, niñas o jóvenes tengan reales posibilidades de acceso a esa tecnología y manejen también las técnicas que les permitan seleccionar, copiar, registrar la información que buscan. Pero, primordialmente, es necesario que aprendan a “leer” los mensajes de los medios y las redes para poder distinguir la información válida entre la maraña de datos y estímulos que aparecen en ellos, diferenciándola de las intenciones manipuladoras o distractoras. Y en esto el educador tiene una ardua labor.
El aprendizaje, la incorporación del conocimiento, se producirá cuando al educando se le suministren datos, se le pida que efectúe relaciones, que estructure esos datos y que explique él lo que aprendió. En otras palabras, se aprende haciendo (efectuando respuestas intelectuales, motrices o emotivas) y no solamente registrando en memoria. En el proceso de enseñanza-aprendizaje ambos sujetos deben ser activos, y es un circuito que se realimenta.
La educación debe cumplir una función habilitadora. Será el estudiante el que realice activamente su propio proceso de construcción del conocimiento; el docente orientará, facilitará las condiciones necesarias y brindará las herramientas para que ese proceso pueda realizarse. Dicho proceso le permitirá al niño, niña o joven el desarrollo integral de todas sus capacidades, intelectuales, emotivas y motrices, para un desempeño eficaz y constructivo en una sociedad cuyo signo esencial es el dinamismo, el cambio permanente.
En su libro “Humanizar la Tierra”, Silo escribe:
“1. La percepción del paisaje externo y su acción sobre él comprometen al cuerpo y a un modo emotivo de estar en el mundo. Desde luego que también comprometen a la misma visión de la realidad, conforme he comentado en su momento. Por ello creo que educar es, básicamente, habilitar a las nuevas generaciones en el ejercicio de una visión no ingenua de la realidad, de manera que su mirada tenga en cuenta al mundo no como una supuesta realidad objetiva en sí misma, sino como el objeto de transformación al cual aplica el ser humano su acción. No estoy hablando en este momento de la información sobre el mundo, sino del ejercicio intelectual de una particular visión desprejuiciada sobre los paisajes y de una atenta práctica sobre la propia mirada. Una educación elemental debe tener en cuenta el ejercicio del pensar coherente. En este caso no se está hablando de conocimiento estricto, sino de contacto con los propios registros del pensar.
2. En segundo lugar, la educación debería contar con el acicate de la captación y el desenvolvimiento emotivo. Por esto, el ejercicio de la representación por una parte y el de la expresión por otra, así como la pericia en el manejo de la armonía y el ritmo, tendrían que ser considerados a la hora de planificar una educación integral. Pero lo comentado no tiene por objeto la instrumentación de procedimientos con la pretensión de ‘producir’ talentos artísticos, sino con la intención de que los individuos tomen contacto emotivo consigo mismos y con otros, sin los trastornos a que induce una educación de la separatividad y la inhibición.
3. En tercer lugar, se debería tener en cuenta una práctica que pusiera en juego todos los recursos corporales de modo armónico, y esta disciplina se parece más a una gimnasia realizada con arte que al deporte, ya que éste no forma integralmente sino de manera unilateral. Porque aquí se trata de tomar contacto con el propio cuerpo y de gobernarlo con soltura. Por esto, el deporte no tendría que ser considerado como una actividad formativa, pero sería importante su cultivo teniendo por base la disciplina comentada.”
Por todo lo dicho, querremos desarrollar en el niño, niña o joven esas capacidades que lo distinguen como ser humano: la capacidad de reflexionar, de realizar operaciones mentales cada vez más complejas, la capacidad de crear, de modificar las condiciones naturales para adaptarlas a sus necesidades y a las necesidades de la vida en el planeta, la capacidad de transformarse a sí mismo. Un ser humano que pueda superar el dolor y el sufrimiento, que pueda resistir a la violencia, que pueda elegir libremente, que sepa tratar a los demás como desea ser tratado, que pueda aprender sin límites, que pueda reconocer los signos de lo sagrado en sí y fuera de sí. Un ser humano que pueda amar la realidad que construye.
Nuestra función como educadores depende de nuestra capacidad constructiva, como seres humanos, para abocarnos a transformar las instituciones y luchar sin descanso para desarmar a todos los factores que están provocando la involución del proceso histórico.
Prof. Iris M. Bistaffa
“Parque de estudio y reflexión Carcarañá”, 30/10/2010.
En el marco del II Simposio mundial del Centro de estudios humanistas
“Fundamentos de la nueva civilización”
www.cehr.org.ar www.parquecarcarana.org