Viernes 22 y Sábado 23 se reúnen en Corea del Sur los ministros de economía y finanzas de los países que integran el Grupo de los 20, o G – 20 en la jerga periodística. Estas reuniones son casi protocolares porque la declaración final se está preparando hace días. Finalmente se llegará a un acuerdo. Que se cumpla es otra cosa
Viernes 22 y Sábado 23 de Octubre 2010 estarán reunidos en Gyeongju, Corea del Sur los ministros de economía y finanzas de los países que integran el Grupo de los 20, o G – 20 en la jerga periodística.
Este tipo de reuniones suelen ser casi protocolares porque la declaración final se está preparando desde hace días y, hasta hoy, son más las diferencias que las coincidencias. Nada grave porque a todos los miembros les interesa la continuidad del grupo y finalmente se llegará a un acuerdo. Que se cumpla es otra cosa.
El G -20 está integrado por los países industrializados y los “emergentes” que califican por el crecimiento de sus economías en los últimos años, entre ellos Argentina y Brasil. Esta asimetría es la causa de las diferentes miradas sobre las medidas económicas a tomar, principalmente en tiempos de vacas flacas. En este momento particular, la manipulación de las monedas y sus consecuencias son el meollo de la cuestión.
La insoportable crisis de la economía en los principales países capitalistas tiene un rasgo estremecedor: nadie -gobiernos, analistas, empresarios- puede proyectar con certeza su duración en el tiempo. Incluso las medidas que ahora se pergeñan tienen el sabor de la precariedad. Lo que sí es posible es el análisis de la intencionalidad de las providencias que hoy se intentan tomar y el cálculo de beneficios y perjuicios.
La primera conclusión es fácil de ver: tanto los EE.UU. como la Comunidad Europea pretenden que la crisis que los afecta la paguen los países tercermundistas de Latinoamérica y Asia y, por cierto, la República Popular China. Es lo que se advierte en las presiones de Washington para que Pekín revalúe su moneda, el yuan, frente al dólar.. La consecuencia inmediata de eso es que los productos chinos que hoy inundan los mercados del mundo resultarían más caros y le abrirían las puertas a los norteamericanos. De paso, las enormes reservas de dinero que tiene el erario público en China, mayoritariamente en dólares (sí, ellos también se equivocan) perderían valor.
Por su parte, Europa está enfrentando los errores cometidos en los momentos iniciales de su constitución como bloque: no haber homogenizado diferencias que hoy resultan irritantes socialmente, como las previsionales y haber flexibilizado en demasía las condiciones para los nuevos ingresantes, los parientes pobres del Este. Estos a su vez, se ven privados de salir de sus agobios con devaluaciones de sus propias monedas porque han aceptado el cerrojo del euro. La devaluación debe ser hecha en conjunto.
La idea actual y el punto álgido de las desavenencias en el G – 20 es la amenaza de los países europeos de devaluar el euro que se suma a la apreciación del yuan. La estrategia es, como se ha dicho, bajar el costo de sus exportaciones para competir ventajosamente con las industrias nacionales de los países emergentes.
Simultáneamente los medios de difusión han lanzado una agresiva campaña contra los países con gobiernos que intervienen sobre la economía desoyendo al Fondo Monetario Internacional. A eso hay que sumar la insistencia, en la voz de funcionarios, empresarios y columnistas en los grandes medios, para que esos países quiten barreras aduaneras a cambio de nada.
Hasta hoy, las reuniones del G- 20 que comenzaron a tener notoriedad en cuando se produjo la crisis capitalista no han sido más que agua entre los dedos y no se ha avanzado en regulaciones efectivas. Habrá que ver esta vez.
Lo que está pasando: la presión de los EE.UU. sobre China y el yuan, el dólar bajando, el euro y el real brasilero apreciándose, son elementos que, en suma, llevan a los analistas a hablar de una “guerra comercial” o “guerra de las divisas”
Esta es la lógica del neoliberalismo: los “ajustes” internos en cada país inexorablemente los pagan los pobres. De modo similar y sin discriminaciones, las maniobras con las monedas procuran destruir la industrialización incipiente de los países latinoamericanos y asiáticos, anegando sus mercados con productos importados a muy bajo costo. Como dicen que dicen en el viejo oeste antes de darte el tiro de gracia: “Son sólo negocios. Nada personal”.