El presidente de la UCR, Ernesto Sanz, comenzó a trazar los límites que su partido está dispuesto a permitir dentro de un espacio opositor que el radicalismo pretende liderar. Frontal, acaso porque los tiempos políticos le exigen definiciones contundentes, el senador por Mendoza comenzó a marcarles la cancha a sus socios de lo que hoy todavía se llama Acuerdo Cívico.
“El socialismo y Stolbizer deberán elegir entre ir con el radicalismo o con Proyecto Sur. Si quieren eso, que lo digan ahora, porque son incompatibles los proyectos”, dijo, en un mensaje directo y sin eufemismos para el Partido Socialista y el GEN, que vienen explorando la posibilidad de incluir a Pino Solanas en ese espacio.
Sanz pasó el viernes por Rosario antes de viajar a Córdoba para participar del lanzamiento nacional del Morena, la agrupación que lidera Ricardo Alfonsín. En la ciudad, se mostró a tiempo completo con el intendente de Santa Fe, Mario Barletta, a quien le brindó todo su respaldo para que compita con el socialismo en procura de ser el candidato a gobernador del Frente Progresista.
Como titular partidario, Sanz hace equilibrio entre Alfonsín y Julio Cobos, los dos presidenciables del radicalismo. En una entrevista con La?Capital, admitió que le recomendó a ambos dirigentes hacer una interna en marzo de 2011, pero que no encontró eco en su propuesta. El senador cree que no se debe esperar hasta el 14 agosto del año que viene, fecha prevista por ley para las primarias, ya que luego queda poco tiempo para desarrollar una campaña.
—¿Por qué piensa que Alfonsín y Cobos deben ir a internas en marzo de 2011?
—Porque corremos con desventaja con el kirchnerismo, ya que ellos resuelven la candidatura de antemano y por el dedo. El horizonte del 14 de agosto no es conveniente, porque después de esa fecha, el que salga elegido no tiene tiempo para desarrollar una agenda. Pero estamos en plena discusión y, por el momento, a los precandidatos (Alfonsín y Cobos) no les gusta mucho la idea.
—¿Prefieren llegar a un consenso?
—Si se pudiera, perfecto. Pero si no, está el mecanismo de la democracia interna.
—Los partidos aliados también quieren que el radicalismo defina cuanto antes una candidatura.
—Ellos están reconociendo, tácitamente, que la fortaleza del radicalismo indica que el candidato a presidente debería venir de la UCR. Por lo tanto, la definición del radicalismo sobre quién es el número uno ayuda después para ir alineando un poco todas las cosas. Estamos todos detrás de la misma preocupación.
—¿La situación que se dio con Carrió es un capítulo cerrado?
—Nunca se cierra un capítulo en política. Pero cuando uno construye con otros tiene que poner todos los días sobre la mesa si las diferencias son más importantes que las coincidencias. Si sucede eso, bueno, chau, listo, a construir por otro lado.
—Hay partidos dentro del Acuerdo Cívico que quisieran sumar al espacio a Pino Solanas. ¿Qué le parece esa posición?
—No hay ninguna posibilidad. Y si alguien que quiera ir con el radicalismo tiene pensado incorporar a Proyecto Sur, que sepa de antemano que nosotros no tenemos nada que ver con alguien (por Solanas) que todos los días vilipendia, agravia y dice las peores cosas contra los partidos tradicionales de la Argentina. Nosotros somos con orgullo un partido político tradicional. Tenemos 120 años de historia y capacidad de regeneración. Si Proyecto Sur quiere hacer alguna construcción colectiva, que la haga con quienes se sienta cómodo.
—Giustiniani insiste en sumar a Solanas. También Stolbizer está en esa posición..
—(Interrumpe, seco) Bueno, el socialismo y el GEN deben elegir entre ir con el radicalismo o con Proyecto Sur. Si quieren esto último, que lo digan ahora, porque son incompatibles los proyectos.
—Hace un año se decretó el final del kirchnerismo, pero ahora hay signos de recuperación, incluso para volver a ganar. ¿Cuál es su impresión?
—Que eso tiene mucho más que ver con los defectos nuestros como oposición que con las virtudes del oficialismo. Nosotros todavía no hemos podido mostrar una alternativa confiable. Nos queda un año y pico, y es un gran desafío para poder construir. De todas maneras, el gran dilema de Kirchner es que no puede llegar al 40 por ciento. En el 2005, con casi el 80 por ciento de imagen positiva, con todo el peronismo adentro y sin nadie en frente, llegaron al 37 por ciento de los votos. En el 2007, con prácticamente todo el PJ adentro, con el radicalismo K que les sumó 7 u 8 puntos y con 80 por ciento de imagen positiva, llegó al 45. Si se le restan los 7 u 8 punto del radicalismo, alcanza el 38%. Hoy, que tienen 70 por ciento de imagen negativa, la mitad del peronismo afuera, que no tienen al radicalismo K, dígame cómo llega al 40 por ciento. Esto es matemática pura y es lo que desespera a Kirchner.
—De acuerdo a esas cifras, es probable que en un ballottage se enfrenten el Acuerdo Cívico y el kirchnerismo. ¿Qué política de alianza se van a dar?
—Se puede dar una segunda vuelta con esta característica. Y por primera vez, casi por obligación, se puede permitir un pacto de gobernabilidad en la Argentina al estilo de La Moncloa en España. Esto no se ha podido explicitar antes tal vez porque el bipartidismo de los 80 y 90 no lo permitió, pero después de 30 años de democracia es probable que hayamos llegado a la madurez de experimentar un primer pacto de gobernabilidad y que se cumpla lo que dijo Duhalde, que a mí me ha parecido hasta revolucionario: que el país va a cambiar el día en que el radicalismo demuestre que sabe gobernar y que el peronismo demuestre que deja gobernar. Estamos haciendo buenas relaciones con el PJ Federal, que se cristaliza en el Parlamento y, además, se verifica en las convicciones públicas de nosotros y también de Reutemann, Duhalde, Solá y De Narváez, entre otros.
—En el Pacto de la Moncloa fue fundamental el aporte del sindicalismo. ¿Qué lugar le reservaría a la CGT en ese acuerdo a la Argentina?
—Creo que al poskirchnerismo le sigue en paralelo el posmoyanismo en la vida sindical. Hay importantes referentes del sindicalismo que están dispuestos a tomar la posta de la sucesión de Moyano, porque es un estilo que se agota junto con el estilo de poder de Kirchner. El sindicalismo que viene será más proclive a aceptar este pacto de gobernabilidad porque a ellos les genera también previsibilidad.
Por Walter Palena / La Capital