
Células cerebrales cultivadas en laboratorio juegan al Pong
Científicos han cultivado células cerebrales en laboratorio que pueden interactuar con su entorno y jugar al clásico videojuego Pong. Aunque no tienen conciencia, este avance abre posibilidades revolucionarias para la neurociencia, la medicina y la computación biológica. ¿Estamos ante el nacimiento de una nueva forma de inteligencia?
Células cerebrales: de tejidos en un plato a jugadores de videojuego
El avance fue liderado por el Dr. Brett Kagan, de la empresa australiana Cortical Labs, quien junto a su equipo logró que un cultivo de aproximadamente 800.000 células cerebrales humanas y de ratón pudiera aprender a jugar Pong, el clásico juego de los años 70. Lo hicieron conectando este «minicerebro» a un entorno digital mediante electrodos, que informaban a las células sobre la posición y dirección de la pelota en el juego. A cambio, las células producían señales eléctricas que movían la paleta virtual para interceptarla.
Este sistema no tiene conciencia, pero sí demuestra la capacidad de procesar información en tiempo real. En solo cinco minutos, las células cerebrales aprendieron patrones básicos del juego, reduciendo su gasto energético cuando predecían correctamente el movimiento de la pelota. Cuando la pelota cambiaba de dirección aleatoriamente, el sistema tardaba más en adaptarse, lo que sugiere una primitiva forma de aprendizaje y adaptación.
A diferencia de las inteligencias artificiales, que requieren millones de repeticiones para aprender una tarea, este minicerebro aprendió rápidamente sin entrenamiento previo. Eso lo hace único: no imita el pensamiento humano, pero simula procesos fundamentales del sistema nervioso, lo cual puede revolucionar tanto la medicina como la computación.
Además, este es el primer caso documentado en el que un cultivo neuronal no solo está activo, sino que interactúa con un entorno externo y modifica su comportamiento con base en la retroalimentación que recibe. Es un paso más allá en la evolución de los modelos celulares, tradicionalmente usados solo para estudiar el desarrollo de enfermedades como la microcefalia o el Alzheimer.
Aplicaciones médicas, éticas y tecnológicas en desarrollo
El objetivo del Dr. Kagan no es solo demostrar que las células cerebrales puedan jugar. Este modelo de “minicerebro” podría servir para ensayar tratamientos experimentales para enfermedades neurodegenerativas. Por ejemplo, se planea probar los efectos del alcohol sobre la capacidad de las células para jugar Pong. Si el deterioro observado es similar al que causa el alcohol en cerebros humanos, se reforzaría la utilidad del modelo como plataforma de prueba para fármacos.
Este tipo de ensayos podría permitir estudiar cómo afectan diferentes sustancias a las neuronas sin necesidad de probar directamente en humanos ni en animales. Esto reduce los riesgos éticos y acelera el desarrollo de nuevos tratamientos. También podría ser útil en el estudio de enfermedades como el Alzheimer, el Parkinson o incluso el autismo, al observar cómo se deteriora o mejora la respuesta de los minicerebros a ciertos estímulos.
Sin embargo, el uso del término “sintiente” por parte de Kagan ha generado debate. La sintiencia implica tener experiencias subjetivas o emociones, algo que estas celulas cerebrales claramente no posee. Varios expertos, como el Dr. Dean Burnett de la Universidad de Cardiff, sugieren llamarlo “sistema de pensamiento básico”, ya que responde activamente a estímulos, aunque sin conciencia.
Ante estos dilemas, el equipo de investigación ya trabaja con bioeticistas, preocupados por el riesgo de generar involuntariamente un sistema con rasgos de conciencia. La pregunta de fondo es: ¿qué derechos tendría un organismo parcialmente consciente creado en laboratorio?
Desde el punto de vista tecnológico, este avance marca un hito hacia la computación biológica. A largo plazo, se podría usar redes neuronales vivas como componentes de sistemas híbridos que combinen lo mejor de lo biológico y lo digital. Como señala el profesor Karl Friston, colaborador del proyecto, estos minicerebros no aprenden por programación, sino por experiencia directa, lo que les da una flexibilidad que las inteligencias artificiales aún no tienen.
El experimento de Cortical Labs no solo logró que células cerebrales jueguen Pong, sino que plantea nuevas preguntas sobre el aprendizaje, la conciencia y el futuro de la tecnología biológica. Aún lejos de crear cerebros pensantes, este avance inaugura una era donde la ciencia comienza a moldear sistemas vivos con fines terapéuticos y computacionales.
Referencia:
- Neuron/In vitro neurons learn and exhibit sentience when embodied in a simulated game-world. Link
Fuente: CerebroDigital.net