Desde Redacción Rosario por Sofía Estanga Burgos
La Crisol es la única escuela pública de joyería del país, y está en Rosario. Entre abandonos estatales y la violencia creciente que la circunda y penetra, lucha por sobrevivir y asistir, como puede, a los pibes del barrio que pasan por sus aulas.
La Escuela Crisol de Rosario es la única escuela pública de joyería del país. Desde hace años da batalla para sobrevivir y sostener la especialidad. La falta de un edificio propio, las constantes mudanzas, la escasez de insumos, los persistentes robos, las balaceras y los estudiantes que ante las profundas necesidades que atraviesan eligen la comercialización ilegal como salida laboral se convierten en caldo de cultivo de situaciones violentas. Un volcán en constante actividad que está cada día al borde de erupcionar.
Los pibes de los barrios sufren más que nunca el duro estigma de estar sumergidos en una realidad que convierte a Rosario en un infierno como consecuencia de las constantes disputas territoriales del narcotráfico. En medio de esta problemática aparece la figura de la escuela, como una especie de espacio contenedor.
El listado de necesidades que los chicos buscan cubrir entre sus paredes es extenso y, aunque suene contradictorio, la educación está en el último puesto. El frío y el hambre llevan la delantera en el listado de carencias, seguidas por la búsqueda de alguien que los escuche y comprenda ante el desesperado instinto de encontrar ahí una salida a todo aquello que los atormenta.
Mucho más que un establecimiento educativo
La Escuela de Educación Secundaria Modalidad Técnico Profesional N° 472 Crisol ubicada en Magnano 6365 del barrio Molino Blanco cuenta con las tecnicaturas de Diseño y Producción de Joyas e Informática Personal y Profesional y es mucho más que un lugar de aprendizaje curricular o de formación de oficios. Por cierto, la única del país que tiene la terminalidad de joyería.
Guillermo Arnorld, director de la institución desde hace 8 años, explica que “el edificio está casi aislado y no cuenta con inversión nacional, provincial, municipal ni privada”. Y afirma que el apoyo del Ministerio de Educación a lo largo de los años, independientemente del color político que haya tenido, siempre fue escaso: “Somos escuchados pero nunca hay respuestas”.
“Vivimos en un contexto donde la violencia y el narcotráfico están descontrolados. No hay proyectos gubernamentales ni medidas efectivas que permitan afrontar la situación”, dice Arnold. En ese marco la Escuela busca asistir, como puede, a 308 alumnos. Sin psicopedagogos, psicólogos ni asistentes sociales, con sólo la entrega de bizcochos con mate cocido 3 veces por semana y un sandwich de paleta y queso con un vaso de jugo los viernes, el establecimiento –que fue fundado hace 63 años por iniciativa de industriales joyeros-relojeros de la ciudad– hoy carga en sus hombros la enorme labor de rescatar a los alumnos de la violencia y criminalidad del barrio.
Pelear para sobrevivir
La lucha de los docentes y directivos comenzó hace muchos años como consecuencia del traslado constante de su edificio. En marzo de 2017 comenzaron los primeros reclamos que apuntaban a defender la institución ante el avasallamiento y la intencionalidad de que la misma desapareciera de las ofertas educativas. Por ese entonces, la escuela se encontraba en Caupolicán 326, un galpón que no contaba con las condiciones de seguridad necesarias. Ya había rastros de balaceras y los talleres habían sido violentados. La denuncia que dio origen al abrazo solidario se centraba en los constantes ajustes y la falta de materiales, exponiendo públicamente los recortes presupuestarios y los problemas edilicios y de seguridad.
El sentido de pertenencia del plantel educativo y la batalla que plantean radica en un fuerte lazo sentimental con la escuela: todos ellos son ex alumnos y recuerdan con amor los años en los que la Crisol era una institución destacada. Es que, entre sus paredes, se realizaban los obsequios a visitantes distinguidos de Rosario como los Reyes de España o los souvenirs para los participantes del Congreso de la Lengua. Incluso, desde el año 2012 forman parte del Festival de las Quebradas –evento folklórico que se desarrolla en el parque Regional Sur de la ciudad– con un puesto de venta y promoción de la institución y desde el año 2018 participan del Salón de Joyas y Arte –muestra de carácter nacional e internacional que se realiza con fines benéficos–.
A través de los años, los ánimos de la escuela y sus integrantes transcurrieron con los altibajos de una montaña rusa, hasta que el 14 de noviembre de 2021 llegó el cachetazo más fuerte: 8 disparos en la puerta de ingreso acompañados de una nota intimidatoria: “O se comunican con la mafia o siguen las balaceras”. Días después, un nuevo abrazo solidario se convirtió en la respuesta a esta acción violenta. Sobre este hecho fue el delegado regional de Educación de aquel entonces, Osvaldo Biagiotti, quien el 22 de abril de 2022 dijo al diario La Capital que “los organismos de seguridad concluyeron que parecía un hecho ligado a la intención de las organizaciones delictivas de aprovechar el contexto de violencia con la escalada de homicidios de ese momento para sumar más temor”. Los hechos posteriores demuestran que no estaba equivocado.
La mano narco
A tan sólo 5 días de las palabras de Biagiotti, el 27 de abril de 2022, Máximo Ariel El Viejo Cantero, histórico fundador de la banda narco familiar Los Monos que se adueñó de una parte de la zona sur rosarina, era detenido por estar acusado de encabezar una asociación ilícita dedicada a ataques extorsivos a estaciones de servicio y escuelas. Celestina Contreras –más conocida como La Cele–, quien tuvo 6 hijos con Cantero, fue señalada el 17 de junio por la justicia como la encargada de llevar adelante la instigación de las balaceras imputándola por pagar estos encargos para demostrar poderío.
Las balaceras, así como los “ajustes de cuentas” entre bandas que disputan la territorialidad de los barrios para sus negocios son moneda corriente. Pero la elección de la Crisol no había sido aleatoria. Ahí estudiaban una sobrina y un sobrino de Cantero quienes, tras el fallecimiento de su mamá en 2020 y al cuidado de un padre al que los propios docentes definen como “un personaje siniestro”, se convirtieron en eslabones del negocio de su tío. Eso, que los jóvenes vieron como una salida económica se tradujo en un raudo ingreso al mundo del narcotráfico. Un mundo cruel y sangriento colmado de violencias de todo tipo.
Según una profesora del ciclo superior, el narcotráfico entró al barrio y comenzó a tener liberado el paso “desde que Berni bailó chamamé con la Fein en Barrio las Flores en 2014, sumándose al negocio la Gendarmería y la Prefectura porque la policía provincial ya estaba asociada desde antes”. Esto también lo cuentan los alumnos, los padres y el personal de la institución que vive en la zona y conoce cada uno de los movimientos. La situación es crítica.
El tesoro de la Crisol
Un profesor protege el laboratorio como si fuese una caja fuerte. De hecho lo es. En ese pequeño espacio construido en la terraza del edificio se encuentra guardado dentro de una vitrina bajo llave, el ácido sulfúrico: una sustancia que se usa en joyería para blanquear las piezas de plata. De este líquido se desprenden dos problemas. El primero, vinculado a la adquisición del ácido como insumo, ya que para su compra legal se debe realizar la inscripción en el Registro Nacional de Precursores Químicos (RENPRE) y la Escuela no cumple con los requisitos de la única categoría vigente para su obtención. El segundo: el robo. Porque ese ácido forma parte del proceso de elaboración de la cocaína, entrando en juego en el paso conocido como “proceso de corte”.
En Magnano 6365, aunque muchos de los alumnos no saben de literatura, geometría o matemática, la mayoría son expertos en química y se convierten en docentes de sus docentes para explicarles este proceso de fabricación.
A la espera
La Crisol es un lugar de contención social y afectiva que busca preservar lo humano. “Nos hemos quedado en la escuela con algunos alumnos que no querían volver a sus casas y luego nos contaban que sufrían abusos”, explica una educadora, y agrega: “En muchos casos no tienen un adulto de referencia para pedir consejos y nos toca a nosotros cumplir ese rol”.
Frente a este panorama gris, los docentes y directivos que trabajan en un contexto de pobreza y de abandono estatal, con alumnos y alumnas con escasas oportunidades de inclusión social, enfrentando problemáticas variadas, no bajan los brazos. Están convencidos de que la formación en los oficios les permitiría a los chicos acceder a un mercado laboral que hoy está siendo vaciado y desvalorizado por falta de oferta profesional.
Después de incontables luchas, la comunidad educativa sigue a la espera de respuestas, de la toma de medidas pertinentes, de la aplicación de las inversiones necesarias y de la construcción de un nuevo edificio del cual es beneficiaria como consecuencia del convenio que el ex gobernador de Santa Fe Omar Perotti firmó con el ex ministro de Educación de la Nación, Jaime Perczyk. “Por aquel entonces nos habíamos ilusionado, porque Nación había enviado dinero para la construcción de 8 escuelas técnicas para toda la provincia y entre las que iban a hacer en Rosario estaba la Crisol, pero no se vio ni un ladrillo”, dice una profesora.
Por su parte, el director del establecimiento afirma que aquella decisión política del gobierno anterior no fue cumplida y que el gobierno actual no la está tomando como propia. El discurso de las autoridades es siempre el mismo: “Hay una deuda histórica con la escuela”. Deuda que nadie se preocupa por saldar.
Nada ha cambiado
Los años pasan y la situación es la misma. Porque aunque el gobernador Pullaro haya dicho hace pocos días que si siguen trabajando de manera ardua y articulada van a bajar los niveles de violencia, y Bullrich afirmó que “los Alvarado, los Cantero, los Mansilla se quedaron sin poder”, en Magnano 6365 no se ve la luz al final del túnel. Más bien se ve oscuridad. Una oscuridad que hiela y da paso a acontecimientos cada día más complejos y peligrosos.
El pasado martes 11 de junio la escuela fue testigo de una pelea entre dealers de 15 y 16 años que manejan soldaditos de 12 para que vendan dentro de la institución y en sus alrededores. La consecuencia: un joven con 17 puntos de sutura en la cabeza. “Sabemos que esto pasa porque los pibes de segundo año nos piden ir al baño cada media hora. Tenemos claro que es para vender o para comprar”, sentencia una docente.
La integrante del cuerpo educativo expresa que “ante un gobierno provincial que ve con cariño y cierta admiración la postura del presidente, la escuela está en vías de extinción más que nunca. No interesa la educación técnica porque implica gastos de insumos, herramientas y materiales y para las mentes obtusas y sin conocimientos que nos manejan, todo eso es prescindible”.
La llama intacta
Un fragmento de la primera carta fundacional de la Escuela Crisol, que data de abril de 1960, reza “que es de imperiosa necesidad la creación de una Escuela Técnica que agrupe la enseñanza de la artesanía joyeril, por –entre otras cuestiones– la necesidad urgente de mano de obra capacitada, el mejoramiento del nivel intelectual del operario y del artesano y la incrementación de la práctica e introducción de estos conocimientos a un conjunto de personas que habitualmente lo desconocen”. Deseos, por cierto, aún vigentes.
Sin embargo, el contexto no acompaña aquellos anhelos que se mantienen vivos desde ese 5 de abril de 1961 cuando la Escuela daba sus primeros pasos. Y hoy, mientras la enseñanza en la Crisol se convierte en una tarea heroica, el rescate de los pibes es casi una misión casi imposible.
Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 22/06/24
Fuente: Redacción Rosario