Ayer asumió Barack Obama. Sin duda su elección abre caminos de esperanza y eso permite comprender la masiva asistencia de casi dos millones de personas en las afueras del Capitolio y otros cuantos cientos de millones siguiendo la transmisión en el mundo entero. Detrás de la apacible voz de este representante político está la esperanza de millones de personas alrededor del mundo que quieren un mejor futuro. Por esto, la investidura de Barack Obama es una gran oportunidad para hacer un resuelto llamado a la paz, al desarme y al retiro de las tropas invasoras en distintas partes del mundo.
Tiene la oportunidad el Presidente demócrata, si su modelo es Martin Luther King como ha dicho en varias oportunidades, de provocar cambios en las políticas externas que lleven a una distensión global que nos aleje de los peligros actuales.
Es necesario desactivar las inminentes amenazas de una guerra nuclear y detener la violencia de naciones beligerantes y grupos fanáticos de diferentes colores. Es necesario corregir en profundidad el modelo económico con su desastre financiero que ha terminado desencadenando esta crisis mundial. Bien sabemos que vivimos en un sistema globalizado donde nadie está aislado y las decisiones tomadas alrededor del mundo nos afectan. Y cualquier trabajador chileno lo sabe con creces.
En su discurso como nuevo Presidente, Obama ha dicho «Vamos a llevar al mundo al progreso (…) con cooperación y entendimiento entre las naciones». Y llevar al mundo al progreso significa escuchar la voz de todos. Creo que todos (o casi todos) queremos la paz, queremos la igualdad, queremos legar a nuestros hijos un planeta donde el Ser Humano respete al Ser Humano, y quiera y cuide, por cierto, a la naturaleza.
Valoramos cuando el nuevo Presidente dice que Estados Unidos «tiene que desempeñar su papel en el alumbramiento de una nueva era de paz». Esperamos que sus palabras no queden sólo en sonidos al viento. Ayudaremos para que se traduzcan en acciones y permitan al mundo vivir en Paz.
Estados Unidos, una nación de más de 300 millones de hombres y mujeres, en su gran mayoría inmigrantes, hijos de inmigrantes y nietos de esclavos, ha aportado mucho al mundo, pero también ha causado demasiado daño y dolor. Hoy tiene la gran oportunidad de reparar el mal causado, contribuyendo a la construcción de un mundo mejor.
Tomás Hirsch