En la Universidad Nacional del Litoral detectaron que la mezcla de glifosato con arsénico en el agua genera daños en el ADN, así como mutaciones en el metabolismo y afecciones en el sistema hormonal de los anfibios.
Se trata del primer estudio local que analiza los posibles impactos en el desarrollo de la combinación de ambas sustancias.
Por Vanina Lombardi
Agencia TSS – En la Argentina se utilizan 107 plaguicidas prohibidos en todo el mundo, de los cuales el el 33% son considerados como altamente peligrosos según los criterios establecidos por la OMS y la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO), tal como lo indica un informe elaborado por el ingeniero agrónomo Javier Sousa Casadinho, realizado para la Red de acción en plaguicidas y alternativas para América Latina.
Entre ellos, se destacan la “Atrazina”, un herbicida que se utiliza para controlar el crecimiento de malas hierbas en la agricultura, el “Paraquat”, que se aplica en los cultivos de tabaco y hortalizas, por ejemplo, y el glifosato, tal vez es el más conocido y utilizado en el país. El nombre comercial del glifosato en la Argentina es Roundup, está patentado por Bayer/Monsanto y se estima que cada año se esparcen alrededor de 300 millones de litros en las distintas regiones del país.
Este herbicida –por el cual Bayer/Monsanto están enfrentando un centenar de juicios en Estados Unidos y ha sido condenada por un tribunal extraordinario de la Haya–, es considerado “inocuo” en la Argentina y se lo utiliza indiscriminadamente desde hace más de 20 años, lo que ha provocado altas acumulaciones no solo en los campos, sino que se han detectado niveles de glifosato superiores a los de los cultivos, aun debajo del agua, en el lecho del Río Paraná, por ejemplo, o en aljibes del impenetrable chaqueño, en los que los pobladores colectan agua de lluvia para consumir, ya que el agua de pozo que se obtiene en el lugar no es apta para consumo humano ya que tiene elevados niveles de sales.
“Nadie puede pensar que las poblaciones humanas o animales están sólo expuestas a glifosato, en general están expuestas a múltiples estresores ambientales y hay algunos que actúan en forma mas sinérgica que otros”, le dijo a TSS el investigador Rafael Lajmanovich, del Laboratorio de Ecotoxicología de Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Litoral (FBCB-UNL), que junto a colegas de otros dos laboratorios de esa misma universidad elaboraron el primer estudio que da cuenta de los efectos combinados del glifosato y el arsénico en anfibios.
“La Argentina es uno de los sitios con mayor hidroarsenicismo del planeta y uno de los países con mayor uso de glifosato, lo que la vuelve un escenario de riesgo ecotoxicológico bastante importante, pero muchas veces hay que demostrar ese riesgo de manera experimental”, agregó el especialista, que investiga sobre el efecto ambiental y biológico de los plaguicidas desde hace más de 20 años.
En su investigación, Lajmanovich partió de de la hipótesis del médico Channa Jayasumana, de Sri Lanka, que en 2014 postuló que el glifosato mezclado con metaloides (como el arsénico) producía enfermedad renal crónica. Bajo esta premisa, el grupo del Laboratorio de Ecotoxicología comenzó los análisis para este estudio en el año 2017. “Antes que ser un herbicida, el glifosato es un quelante de metales, es decir, que tiene afinidad por los metales. De hecho, fue patentado por Monsanto en 1964 como un producto para destapar cañerías”, advirtió Lajmanovich.
El arsénico es un metal presente de manera natural en muchas zonas del país, que genera una enfermedad crónica que se caracteriza, entre otras cosas, por lesiones en la piel, conocida como hidroarsenicismo.
Según la OMS, la cantidad máxima de esta sustancia permitida en agua es de 10 microgramos por litro (mcg/l), aunque se está evaluando modificar esa cantidad y llevarla a cero. Sin embargo, muchas regiones del país superan esa cifra, entre las cuales se encuentran las provincias de Buenos Aires, Chaco, Córdoba, Santa Fe y Santiago del Estero, que son además las más fumigadas con glifosato. Al respecto, por ejemplo, un relevamiento de la Red de Seguridad Alimentaria Nacional del CONICET, demuestra que, según los resultados de más de 400 muestras analizadas desde 2011, el agua que se consume en más de la mitad de esos puntos, ciudades o áreas rurales, contiene cantidades de arsénico superiores a la recomendación de la OMS para prevenir el hidroarsenicismo.
“Si se considera la toxicidad de la sustancia A, que es uno, y la de la sustancia B, que también es uno, la mezcla de ambas no es dos sino tres”, subraya Lajmanovich y detalla que los resultados más contundentes en cuanto a la potenciación de arsénico con glifosato fueron que producen daño en el ADN, disrupción en las hormonas tiroideas y un aumento en la proliferación celular.
“Ambas sustancias mezcladas producen un efecto que solas no producen, lo que da una fuerte potencia para producir teratología o malformaciones en el desarrollo”, advirtió el investigador y agregó que también evaluaron la exposición aguda (por ejemplo, cuando ocurre una intoxicación), en la que se analiza la letalidad que provocan las sustancias, y la exposiciones crónica, es decir prolongada en el tiempo, para la cual usaron una dosis ocho veces menor a la dosis que no causa efecto.
El arsénico es un metal presente de manera natural en muchas zonas del país, que genera una enfermedad crónica que se caracteriza, entre otras cosas, por lesiones en la piel, conocida como hidroarsenicismo. Según la OMS, la cantidad máxima de esta sustancia permitida en agua es de 10 mcg/l (aunque se está evaluando modificar esa cantidad y llevarla a cero). Sin embargo, muchas regiones del país superan esa cifra.
Esto es importante ya que muchas veces solo se considera la toxicidad aguda para determinar si una sustancia es o no peligrosa. “Este es uno de los miles de trabajos que echan por tierra esa hipótesis: muchas cosas que no se vieron en el ensayo agudo, sí aparecieron en el crónico. Hay muchas cosas que en el ensayo agudo no se muestran, a pesar de ser con dosis mucho más alta, pero que sí se ven en el ensayo crónico con dosis extremadamente más bajas”, explicó Lajmanovich.
Los datos preliminares de este estudio, que fue publicado el mes pasado en la revista Helyon, habían sido presentados en el Congreso de Salud Socioambiental que se desarrolló en Rosario en junio de este año. “Presenté el adelanto porque suponía que tenía cierta implicancia ambiental y me parecía que no podía esperar el tiempo que lleva la publicación”, sostuvo el investigador y destacó que, desde entonces, los datos fueron tenidos en cuenta, por ejemplo, como referencia por la Justicia Federal en el procesamiento a tres productores rurales por considerarlos coautores penalmente responsables del delito de contaminación del ambiente de un modo peligroso para la salud, en el marco de la causa penal por fumigaciones con agrotóxicos en las adyacencias de tres barrios de Pergamino.
“Siempre trato de resaltar la labor de las organizaciones ambientales en la Argentina, que de alguna manera se están encargando de defender el ambiente y a la gente de diferente riesgos como los de los plaguicidas”, subrayó Lajmanovich y aseguró: “La gente se da cuenta de las cosas antes que los científicos. En este caso, yo había leído que en algunos pueblos, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, los vecinos se estaban enfermando y sabían que estaban expuestos a mucho arsénico y glifosato. Este estudio simplemente vino a corroborar cosas que tal vez algunas personas, sobre todo afectadas, ya se estaban dando cuenta o por lo menos sospechaban”.
Fuente UNSAM.edu.ar