por Luis Ammann. Esta charla tuvo lugar en Córdoba, en la facultad de Ciencias Sociales, el día 18 de julio de 2006, como aporte a la reunión de la Cumbre de los Pueblos. por Luis Ammann.
A comienzos de la década del 90, sobre la base del desarrollo tecnológico, se impuso en el mundo una nueva forma de imperialismo denominada “globalización”. Sus bases eran la economía de mercado y el pensamiento neoliberal como opción única. Se hablaba, con mucha liviandad, del fin de las ideologías, del fin de la historia, del fin de todo otro pensamiento.
En ese marco, y pretextando la ineficacia estatal para administrar, se vendieron todas la empresas rentables y las que no aseguraban una renta muy alta, como es el caso de algunos trenes de corta distancia y Subterráneos de Buenos Aires, son ahora propiedad de grupos económicos privados, pero son subsidiados por los fondos generales de la Nación, es decir, por todos los argentinos.
Mucha gente compró de buena fe la ilusión de que se alcanzaría un nivel de riqueza en las capas altas, riqueza que luego “derramaría” –usaban esa frase- sobre las otras capas de la población.
Hoy ya nadie habla en esos términos, resultó cierto que algunos -los más próximos a la corrupción estatal- se beneficiaron acumulando riquezas desproporcionadas, pero fue a costa del empobrecimiento de la mayoría de la sociedad, la destrucción del medio ambiente, la desprotección estatal en materia de salud, educación, jubilación, vivienda, empleo y la inseguridad presente y futura como constante de vida.
Como reacción a la globalización impuesta al derrumbarse el comunismo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, bloque que equilibrada al capitalismo liderado por los Estados Unidos de Norteamérica, se impuso una forma de capitalismo salvaje que significó un enorme retroceso social en todo el mundo.
Las reacciones a la globalización fueron muchas pero se pueden destacar dos por ser las más comunes: uno, la exacerbación de los nacionalismos, que es el fenómeno menos interesante, y fue estimulado o directamente provocado por los Estados Unidos (piensen en Yugoslavia, por ejemplo; o en Ucrania o en Chechenia) y, dos, el fortalecimiento de las integraciones regionales. Esta es la reacción inteligente y que puede resultar superadora de esa globalización impuesta.
Actualmente nos encontramos con este esquema: está formalizada y es la más potente integración regional, la Unión Europea; actúa de hecho el bloque Rusia–China, en constante intercambio tecnológico con India, una potencia emergente y actúa también de hecho, mediante acuerdos bilaterales de libre comercio, Estados Unidos de Norteamérica con Canadá y México. Estados Unidos, cuenta además con el apoyo en política exterior de Gran Bretaña. Esos son los polos que han dado el actual –precario– equilibrio de fuerzas en el mundo.
Más modestamente, el MERCOSUR es un modo de integración importante, tanto en lo económico como en lo político, al punto que ha permitido que gobiernos progresistas no sean agredidos por los Estados Unidos. Ahora, con el ingreso de Venezuela como miembro pleno y las conversaciones para la inclusión de Bolivia con ese mismo nivel de participación y decisión, el MERCOSUR puede constituirse en un bloque que supere la integración económica y genere políticas trascendentes, que incluyan la reivindicación de las culturas originales como una forma de establecer una línea histórica que, junto a los distintos momentos humanistas en la historia, sea parte de la identidad común.
El Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) fue el intento norteamericano por dominar plenamente a la zona y consolidar definitivamente su hegemonía en la región. Era un tratado económico que imponía una forma de democracia; significaba el alineamiento militar y la instalación permanentes de tropas norteamericanas en algunos países; un reordenamiento jurídico que nos sometía a los tribunales norteamericanos; la privatización de los recursos naturales, especialmente el agua, que será un bien escaso y altamente rentable en el corto plazo; la conversión de la salud y la educación en mercancías cuya calidad dependía de lo que cada uno pudiera pagar; y otras imposiciones que significaban la pérdida real de la soberanía y un enorme retroceso social.
Estados Unidos, que tiene la fuerza militar de un imperio no tiene la fuerza económica necesaria, pero la hubiera logrado de consumarse el ALCA. Con ese sustento económico hubiese sido el primer imperio mundial del planeta.
El ALCA fue un proyecto derrotado por la resistencia del pueblo organizado. Organizaciones sociales no gubernamentales, grupos de personas autoconvocadas contra el ALCA y partidos políticos de izquierda, confluyeron en una extensa e intensa campaña de esclarecimiento y concientización que se desarrolló en toda la región. Finalmente, el año pasado, en la Cumbre de los Pueblos realizada en Mar del Plata, George W. Bush, presidente de los Estados Unidos, tomó conciencia del rechazo generalizado al ALCA. Fue su mayor derrota política. Contrariamente, el mayor triunfo popular en los últimos años.
Los Estados Unidos no han abandonado totalmente ese proyecto, pero el pragmatismo los ha llevado a intentar ahora la firma de acuerdos bilaterales que le aseguren similares beneficios en términos económicos y de dominación. Debemos estar atentos y no bajar los brazos.
El MERCOSUR ha permitido a los países miembros un primer nivel de autonomía ante la política exterior norteamericana. Hasta hoy, los principales beneficios han sido para las multinacionales; no es una integración plena ya que hay un claro predominio de Brasil y Argentina por sobre los países más pequeños como Uruguay y Paraguay; tiene defectos, pero es una concreción cada vez más sólida y puede ser profundizada. La inclusión de Venezuela, la tercera economía regional, es un paso hacia su consolidación y es alentadora la proximidad de Bolivia. El aporte de los nuevos socios, (Venezuela ya es miembro pleno), será un factor de importancia para producir la integración latinoamericana sobre la base de esta unión que comenzó siendo económica pero puede ir más allá.
De todos modos, hay que consignar que el Mercosur no es la única posibilidad de integración que tenemos disponible. La Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), formada por Cuba, Venezuela y Bolivia expresa otro proyecto cuya viabilidad debe observarse con atención y sin prejuicios. Tener más de una opción ensancha el campo de libertad y la evolución de los acontecimientos irá indicando por dónde conviene avanzar. Es lo que parece indicar el ingreso de Venezuela al MERCOSUR mientras apuesta también al ALBA.
La identidad común, sin embargo, necesita más del presente y del futuro que del pasado. Para los humanistas, la identidad es una construcción para hacer más que una búsqueda forzada en un pasado diverso. Insistimos en reivindicar las culturas originarias porque existen y fueron negadas. Pero es un concepto diferente, e implica un desafío mayor, la construcción de una identidad latinoamericana en base a un proyecto diseñado en forma conjunta sobre la base de valores compartidos. Esto permitirá el enganche posterior con otras integraciones regionales para acabar construyendo una Nación Humana Universal .
La identidad ligada al proyecto compartido permite que los otros nos reconozcan como los defensores de determinadas banderas: los que defienden la paz, los que enfrentan al imperialismo, los que no discriminan, los que tienen tal moneda común. Esto no sólo es posible sino que hay ejemplos. Los europeos, que tienen un pasado de guerras y rivalidades constantes, han logrado una identidad basada en propósitos que se han ido concretando y en desafíos que aún tienen que superar.
La integración sudamericana está en camino de concretarse. El MERCOSUR proporciona una base económica que puede y debe ser mejorada constantemente hasta lograr un equilibrio entre los países miembros que lo haga atractivo para otros países que miran con dudas y escepticismo. Hoy, con más dudas que escepticismo porque han visto la determinación de algunos países para construir una vía propia de desarrollo y en conjunto, lo que parecía imposible.
Estamos citando ya imponderables que no contabiliza la economía de los que cuentan porotos, hablan de “medidas concretas” o privilegian el aspecto financiero.
La determinación de los pueblos para caminar en una misma dirección constituye un hecho referencial que contradice la ideología de los imperios. Así como los paternalismos quedan refutados cuando las conductas de los hijos revelan que han comenzado a afirmarse en su propio proyecto y con eso afirman la prescindencia del tutor, también los pueblos que empiezan a caminar en una dirección revelan la caducidad del imperio como “pater”. Y cuando algunos empiezan a caminar su propia senda, los más condicionados, los más trabajados por la ideología dominante, no se animan pero están atentos. Miran, merodean, están alertas a los signos que provienen de los que van a la vanguardia.
Estamos hablando del imponderable de la determinación. Cuando la voluntad de hacer algo es evidente, los irresolutos empiezan a predisponerse en la dirección de quienes actúan referencialmente. Ya estamos en camino y ya nos están mirando.
En orden a las propuestas, enumeraremos algunas muy generales que sirven para dar contexto y de las cuales se desprenden, como una derivación lógica, las implementaciones referidas a cosas puntuales.
En primer lugar, los humanistas señalamos una propuesta general para un mundo en paz:
*Desarme progresivo y proporcional de las grandes potencias, comenzando con el arsenal nuclear. Esta, reiteramos, es una aspiración que enmarca la relación con los otros bloques y con el imperialismo y es fundamental para preservar la vida en el planeta. Fue una propuesta hecha por la “Perestroika”, a partir de 1985, “aceptada” (entre comillas) por los estados Unidos y nunca cumplida.
*Superación de todos los conflictos fronterizos entre los países de la zona. Argentina no tiene problemas de límites geográficos con sus vecinos pero urge superar las dificultades que se han producido con Uruguay por el uso del río del mismo nombre.
* Asegurar, sin desmedro para otros países, la salida al mar de Bolivia y la construcción de un puerto operado libremente por ese país hermano. Más allá de complicaciones de interpretación histórica y hasta tanto se avance en la integración, el puerto de Bolivia es una necesidad operativa del MERCOSUR. Esta demanda intenta superar la –posiblemente- mayor desavenencia entre países hermanos de la zona.
* La libre circulación de personas entre todos los países, hasta llegar al pasaporte común. Un mercado común es una integración económica y las mercaderías, bienes y servicios, circulan sin restricciones. Los humanistas, que ponemos al ser humano como el valor central y procuramos que se respeten los derechos humanos consideramos primordial la interrelación recíproca entre los pueblos.
* La creación de una moneda común para los países firmantes del tratado.
* La creación de un Banco central latinoamericano.
*La extensión de los beneficios aduaneros, mediante tratados específicos de complementación, con los países que no integran aún el MERCOSUR pero están en la misma zona geográfica.
* La cooperación para la transferencia científica y tecnológica con los países que se muestren dispuestos, en la idea de que el desarrollo de todas las zonas del mundo producirá una ampliación de mercados. Contrariamente, el relegamiento de grandes áreas y masas poblacionales tenderá a la generación de conflictos incontrolables que puede llevar al colapso económico mundial.
* Fortalecer a los tribunales internacionales permanentes dedicados a recibir denuncias y a juzgar a quienes atenten contra la vida y la libertad de sus pueblos, de sus vecinos, o contra la vida a escala internacional. Puntualizamos que la trasgresión de los derechos humanos no solamente se refiere a acciones de violencia física directa, sino a todo tipo de imposiciones, fundamentalmente económicas, que suelen poner en marcha las potencias respecto de países de economía débil. Esos tribunales deberán también recibir denuncias y expedirse respecto de países que no efectivizan el control necesario de fuentes productoras de polución y deterioro, o que ponen en peligro actual o futuro la salud de sus poblaciones, de poblaciones vecinas y, en definitiva, del sistema mundial. En ese sentido, es necesario revisar y acelerar los plazos del Acuerdo de Kyoto.
Los anteriores son los puntos más generales y, como dijimos, de ellos se desprenden medidas concretas en el ámbito político, económico, de los derechos humanos, la ecología e, incluso. militares.
Los humanistas somos luchadores no violentos. Nos identificamos con una línea que, en la modernidad, empieza con el Mahatma Ghandi, sigue con Martin Luther King y se expresa actualmente en el pensamiento y la palabra de Silo. Silo, es el seudónimo de Mario Rodríguez Cobo, el pensador que acuñó el término mundialización mucho antes de que surgiera la famosa “globalización”. De uno de sus textos, extraemos estas precisiones: “la mundialización se diferencia radicalmente del concepto de globalización. Este último se corresponde con la corriente homogeneizadora que impulsan el imperialismo, los grupos financieros y la banca internacional.
La globalización se extiende a expensas de la diversidad y autonomía de los estados nacionales, de la identidad de las culturas y subculturas. Los mentores de la globalización pretenden montar un sistema mundial o Nuevo Orden basado en la economía “abierta” de mercado.
Los humanistas abogamos por la mundialización proceso hacia el cual tienden a converger las diferentes culturas sin perder por esto su estilo de vida y su identidad. El proceso de mundialización tiende a pasar por las federaciones nacionales y las regionalizaciones federativas acercándose finalmente a un modelo de confederación mundial multiétnica, multicultural y multiconfesional, es decir: a una nación humana universal”. Hasta ahí la cita de Silo.
La integración de Latinoamérica en una región donde converja lo diferente de nuestras culturas es una aspiración y una meta. Los humanistas trabajamos para ello en todos los países donde actuamos bajo la forma de partidos políticos humanistas u organizaciones sociales. Es nuestro compromiso en el presente y hacia el futuro.
Nada más. Muchas gracias por la atención.