Barletta "La ciudad de La Plata atravesó hace días su peor momento. En la ciudad de Santa Fe, hace ya diez años, vivíamos un triste precedente. Por eso será que podemos ponernos aun más en el lugar de esos miles de desprevenidos que vieron cómo el agua entraba a sus casas y se llevaba todo a su paso, sin que nadie les haya dado ni un aviso…"
DESASTRES O GESTIÓN DEL RIESGO
La ciudad de Santa Fe y su experiencia con las inundaciones
Por Mario Barletta
Ingeniero Hídrico, fue intendente de Santa Fe en el período dic 2007-2011 y dos veces rector de la Universidad Nacional del Litoral. Actualmente es Presidente de la UCR nacional.
La ciudad de La Plata atravesó hace días su peor momento. En la ciudad de Santa Fe, hace ya diez años, vivíamos un triste precedente. Por eso será que podemos ponernos aun más en el lugar de esos miles de desprevenidos que vieron cómo el agua entraba a sus casas y se llevaba todo a su paso, sin que nadie les haya dado ni un aviso.
A fines de abril de 2003 el Salado, un silencioso río de llanura que ya había mostrado antes crecidas importantes destruyendo puentes y otras obras de infraestructura, ingresó a la planta urbana de por una defensa inconclusa, arrasó con todo lo que encontró a su paso, dejó a más de un tercio de la ciudad bajo el agua y a miles de santafesinos a la deriva, destruyendo pertenencias privadas y públicas en cantidad. Esa vez, el agua llegó para quedarse: aprisionada por terraplenes que debían proteger a la ciudad del ingreso de agua desde el río, éstos se convirtieron en una trampa mortal impidiendo que escurriese.
Aunque previsible y evitable como desastre, que puso al desnudo la degradación del soporte urbano, la bronca y la impotencia del primer momento dieron paso a una inmensa operación solidaria con la prioridad puesta en los damnificados, las familias de las víctimas, los evacuados, los despojados de su techo, su alimento, su ropa y hasta sus recuerdos más queridos. Había que atender la emergencia, operar en la contingencia, y toda la gente de la ciudad, de muchas ciudades, de nuestra y otras provincias se movilizó espontáneamente. Luego vino un periodo de reconstrucción, sí, pero el daño estaba hecho y llevaría años compensarlo, porque reconstruir es volver a construir, postergando una y otra vez lo que los núcleos urbanos tanto necesitan para sostener un desarrollo armónico.
Como si esto fuese poco, 4 años después, en 2007, lluvias intensas y persistentes anegaron nuevamente la ciudad, con un resultado diferente quizás en números, pero igualmente angustiante para distintos barrios que quedaron bajo el agua y que vieron otra vez cómo las defensas eran una medida incompleta ante las fuerzas de la naturaleza, sufriendo nuevamente daños de magnitud importante.
Esto, a pesar de que había precedentes propios como la inundación del 2003, la crecida del Paraná en el 82-83 y varias posteriores adjudicadas a la corriente del Niño; y también ajenos: Resistencia varias veces, la Ciudad de Buenos Aires en 1985 y otros posteriores, entre otros tanto hechos registrados en las 4 ó 5 últimas décadas. Otra vez la maquinaria solidaria se puso en marcha en aquel triste 2007, aumentando los reclamos por medidas de fondo que tendieran a evitar y mitigar el impacto de un desarrollo urbano desregulado, sin planificación. El ensayo de una nueva etapa de reconstrucción estaba por delante.
El ciclo de los desastres tiene cuatro fases: la previsión o prevención, la mitigación, la contingencia y la reconstrucción; limitarse a las dos últimas una y otra vez es insuficiente, incorrecto y un signo evidente de planificación deficiente o inexistente en un municipio.
Entonces, algo cambió. La gestión municipal que comenzamos en diciembre de 2007 en Santa Fe le dio prioridad absoluta al tema inundaciones. Partimos de reconocer que el riesgo se construye junto con las ciudades, que ese riesgo debe ser conocido, estudiado, entendido, y asumido para tomar previsiones; para instrumentar medidas estructurales y no estructurales que lo eviten y/o mitiguen. En definitiva, que el riesgo puede y debe ser gestionado, que convivir con el riesgo implica estar preparado para minimizar su impacto, y eso significa accionar en las 4 fases mencionadas.
“En esta situaciones, el gran tema es llevar adelante un Plan de Contingencia, que permite estar mejor preparado frente a un fenómeno natural. El error que cometen las ciudades que han elegido llevar adelante este tipo de planes, es que lo hacen sólo desde el Estado, y lo que realmente tiene éxito es que se desarrolle entre la ciudad, las escuelas, los vecinos, la policía, la iglesia y demás actores sociales, para tomar las decisiones conjuntamente”. |
Habitualmente lo primero que se denuncia es que no se hicieron las obras necesarias, es decir, las medidas estructurales. Por supuesto que la infraestructura es importante porque, por ejemplo, si un municipio tiene la posibilidad que un río crezca debe tener una defensa construida. Pero hay que concretar también las medidas no estructurales: todos los mecanismos preventivos para tomar conocimiento de lo que puede pasar, desde las alertas que emite el Servicio Meteorológico Nacional hasta los procedimientos de evacuación por barrio en caso de desastre. .
Desagües, reservorios, casa bombas, son importantes, pero también refugios con sus responsables, mecanismos de alerta, protocolos de información y comunicación, simulacros, educación ciudadana: nada fue dejado al azar a partir de la decisión de crear la Dirección de Gestión de Riesgo y de poner en marcha un Plan de Contingencia. El mismo prevé casi obsesivamente las acciones a seguir en el caso de lluvias intensas, o en el que los niveles de los ríos que rodean la ciudad amenazaran concretamente a sus habitantes. También prevé la formación del Comité de Emergencia, del que participan los organismos nacionales y provinciales radicados en Santa Fe, y los coordinadores distritales, que son los que saben qué hacer en esos momentos, acompañando a la gente.
Las ciudades deben aprender de las experiencias propias y ajenas, deben sobreponerse resolviendo la vulnerabilidad a partir de conocerla y estar dispuestas a disminuirla; eso hizo la gestión del gobierno local en Santa Fe, y sumó al conjunto de la sociedad en esta gestión del riesgo, que desde el 2007 no ha dejado de profundizarse. Que implica obras con una nueva racionalidad, que evitan trasladar el daño de barrio en barrio; que atienden la compleja integralidad de los excedentes hídricos en una ciudad de llanura rodeada de ríos, arroyos y lagunas, y muy próxima a un sistema litoral como el del Paraná y el Salado, que convierten a la ciudad casi en una península. Implica también educación, entrenamiento de la población, una gestión eficiente y eficaz de los residuos sólidos urbanos y, entre otras cosas, un sistema de alerta que va de lo tecnológico a lo comunicacional.
“Nuestro Plan de Contingencia fue reconocido por Naciones Unidas con el premio Sasakawa, como una de las ciudades que más esfuerzos realizó frente a este tipo de desastres. Todavía queda mucho por hacer, pero estos reconocimientos nos dan mucho aliento para seguir” |
El Programa de Gestión de Riesgo y el Plan de contingencia le valieron a la ciudad un premio de Naciones Unidas, por su capacidad para reponerse de dos desastres consecutivos y ponerse de pie. Si bien es motivo de orgullo, es muy superado por la sensación de tranquilidad relativa que tienen sus habitantes, que hoy conocen el riesgo en el que viven, pero también saben que hay dispositivos para minimizar su impacto.
Hace dos semanas padecimos en Santa Fe una lluvia de hasta 180 mm con una intensidad de 162 mm/h., en tres horas. Hubo muchos inconvenientes, algunas casas con agua por algunas horas, 23 familias evacuadas. Pero supimos qué hacer, no tuvimos que lamentar daños irreparables y en un día la ciudad retomó su normalidad. Las alertas funcionaron antes del temporal, a las 3.30 de la mañana la brigada operativa de funcionarios ya estaba trabajando en la Municipalidad, las cuadrillas rápidamente se ocuparon de limpiar las bocas de tormenta, se chequearon todos los demás mecanismos de desagote de la ciudad, se trabajó rápidamente en los barrios que aun tienen dificultades, se asistió y contuvo a las familias afectadas. En el presente nos cuesta imaginar lo que hubiera sido esta lluvia sin la transformación que hicimos, porque vivimos una realidad muy distinta, pero no deberíamos perder la noción de lo que hubiera sido este temporal con los problemas que tenía la ciudad antes de 2007.
Hoy es el turno de la solidaridad con los hermanos de La Plata, hay que poner todo para contener el dolor de los que perdieron a los suyos, lo poco o lo mucho que tenían, los que se desaniman frente a un empezar de nuevo después de tanto esfuerzo. Hoy es el momento de brindar ayuda material, espiritual y psicológica a cada uno de los damnificados. Mañana estas ciudades y todas las de la región y el país deben ponerse a trabajar seriamente en este sentido. Santa Fe tiene una experiencia para compartir con ellas.