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El control de precios de productos básicos del presupuesto de los hogares no es una política antiinflacionaria. Es una herramienta útil de una política de ingresos conducida por el Estado para intervenir sobre el proceso inflacionario motorizado por la puja distributiva.
No es una diferencia conceptual insignificante, puesto que precisarla favorece la comprensión de la actual disputa alrededor del programa Precios Justos. Se trata de una pelea política y que tiene que ser abordada de ese modo, terreno en el cual los economistas tradicionales debería no intervenir porque no saben cómo hacerlo al estar atrapados en una lógica tecnocrática.
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La puja o conflicto distributivo constituye uno de los factores de la aceleración inflacionaria, como desafió el saber convencional el execonomista jefe del FMI, Olivier Blanchard, en un hilo de ocho tuits de fin de año, que alteró las almas bellas de la ortodoxia que habitan en las universidades Di Tella y CEMA, aunque no exclusivamente.
El análisis económico tradicional se concentra solamente en la cuestión monetaria y fiscal con una obsesión desmesurada, lo que le impide complejizar la reflexión acerca de la evolución de los precios. Restricción agudizada cuando se minimiza que esa tensión se despliega en una economía bimonetaria como la argentina, que además acumula muchos años de inflación de dos dígitos anuales y ahora transita un régimen de alta inflación.
Para los propagandistas de la concepción ortodoxa, que son muchos y están en casi todos lados, la emisión de dinero para financiar el desequilibrio de las cuentas públicas es la única razón de la inflación. La teoría y la historia económica dicen otra cosa, pero se sabe que para ellos el dogma no tiene que ser perturbado por la realidad.
Precios y salarios
El recorrido de la tasa de inflación y de los salarios refleja con bastante nitidez la puja distributiva desarrollada en estos años del gobierno del Frente de Todos, con un claro perdedor.
Otra forma de observar este resultado es señalar las crecientes ganancias netas acumuladas por la mayoría de las firmas que interviene en el mercado de bienes y servicios, mientras que los salarios de gran parte de las actividades perdieron poder adquisitivo en términos reales, o sea en relación a la tasa de inflación.
El Estado interviene en la puja distributiva a través de la política de ingresos. La actual administración lo hizo impulsando negociaciones paritarias de trabajadores formales con reaperturas para modificar el porcentaje de aumentos, proyectando programas socio-productivos específicos para trabajadores informales con actualización de los ingresos, y también diseñando una fórmula de actualización de jubilaciones que permita mejorar la capacidad de compra de los haberes.
La estrategia de controlar precios de una cesta de bienes imprescindibles de las familias ha sido también un capítulo relevante de la política de ingresos, precisamente porque interviene en el conflicto distributivo.
La resistencia de grandes firmas al programa Precios Justos, con un deliberado desabastecimiento en las góndolas y el rechazo a extender el acuerdo, es, precisamente, la respuesta del empresariado en el marco de la puja distributiva, que si se efectivizara en ese sentido podría tener el consiguiente impacto en el índice de precios al consumidor.
Para que quede aún más claro; este comportamiento no es la base del proceso inflacionario, sino que es la expresión de una tensión económica estructural: la forma en cómo se distribuye el ingreso, y una de sus derivadas son las tensiones inflacionarias que provoca.
Qué pasa con la inflación en una economía bimonetaria
Una economía con una muy baja demanda de dinero local, como la argentina, y con rasgos bimonetario que se agudizan con cada una de sus crisis, tiene una relación causal inversa al postulado ortodoxo «emisión = inflación».
Si no se incorpora en la explicación de las fuentes de la inflación de la economía local su carácter bimonetario, el diagnóstico será deficitario y, por lo tanto, las medidas postuladas serán desacertadas para atender el problema (esquema de precios relativos, salarios, precios, tarifas, dólar y tasa de interés).
Como la demanda de dinero es limitada y la velocidad de circulación es acelerada, la emisión monetaria ya sea mucha o poca queda solamente para transacciones básicas y gran parte del excedente se canaliza a la compra de dólares.
La constante presión compradora en el mercado de cambio, con una escasez relativa de divisas (restricción externa), genera una permanente expectativa de devaluación del tipo de cambio oficial.
El canal de transmisión de la variación de la paridad cambiaria hacia los precios, además de los costos de insumos dolarizados, es entonces cada vez más intensa. Por lo tanto, no es la emisión monetaria para financiar el déficit lo que provoca el alza de la tasa de inflación, sino que la débil demanda de dinero en una economía bimonetaria con restricción externa (o sea, el canal cambiario) acelera el motor inflacionario.
No es el único factor pero es uno muy relevante.
La política fiscal y monetaria restrictiva, el componente ortodoxo de la estrategia antiinflacionaria del equipo económico de Sergio Massa viene a dar respuesta a esa dinámica inflacionaria de una economía bimonetaria. La faceta heterodoxa viene por el lado de la política de ingresos: control de precios e impulso de paritarias por encima de la tasa de inflación.
Esto resulta un combo de emergencia que aspira a constituir un programa de estabilización de reducción gradual de los precios, que en los próximos meses tendrá su prueba de fuego.
Golpe a la mandíbula al fundamentalismo de los monetaristas
Para el mercado internacional y el establishment de economistas Oliver Blanchard tiene la credencial de ser uno aceptado, al haber ocupado el cargo clave de economista jefe del Fondo Monetario Internacional.
Si bien se refería a economías desarrolladas, el hilo de tuits mencionado, que publicó sobre el origen de la inflación, resulta interesante para el debate local para neutralizar el cada vez más intenso predominio de la concepción ortodoxa acerca de los motores de alza de los precios de bienes y servicios.
Blanchard escribió los siguiente tuits, los cuales se acompañan con comentarios propios vinculados a la economía local:
* «Un punto que a menudo se pierde en las discusiones sobre la inflación y la política del banco central es que la inflación es fundamentalmente el resultado del conflicto distributivo entre empresas, trabajadores y contribuyentes. Sólo se detiene cuando los distintos jugadores se ven obligados a aceptar el resultado».
Esto último («aceptar el resultado) es precisamente lo que no sucede en la economía argentina en la tensión entre el mundo empresarial (tasa de ganancia del capital) y los sindicatos (salario de los trabajadores).
* «La fuente del conflicto puede ser una economía demasiado caliente: en el mercado laboral, los trabajadores pueden estar en una posición más fuerte para negociar salarios más altos dados los precios. Pero, en el mercado de bienes, las empresas también pueden estar en una posición más fuerte para aumentar los precios dados los salarios».
Es la dinámica que se desarrolla en la economía argentina desde hace varios años, con saldo negativo para los trabajadores.
* «La fuente del conflicto puede estar en los precios demasiado altos de los productos básicos, como la energía. Las empresas quieren aumentar los precios dados los salarios, para reflejar el mayor costo de los insumos intermedios. Los trabajadores quieren resistir la disminución del salario real y piden salarios más altos».
Este es el escenario de disputa que precisamente se consolidó el año pasado con el shock externo negativo derivado de la guerra en Ucrania y el alza de las materias primas.
* «El Estado puede desempeñar varios papeles. A través de la política fiscal, puede ralentizar la economía y eliminar el sobrecalentamiento. Puede subsidiar el costo de la energía, limitando la disminución del salario real y la presión sobre los salarios nominales».
* «Puede financiar los subsidios aumentando los impuestos sobre algunos contribuyentes actuales, digamos impuestos sobre las ganancias excepcionales, o mediante déficits y eventuales impuestos sobre futuros contribuyentes».
Algo de estas iniciativas impulsó el gobierno de Alberto Fernández en estos años, con suerte dispar.
* «Pero, al final, obligar a los jugadores a aceptar el resultado y, por lo tanto, estabilizar la inflación, generalmente se deja en manos de la banca central. Al desacelerar la economía, puede obligar a las empresas a aceptar precios más bajos dados los salarios y a los trabajadores a aceptar salarios más bajos dados los precios».
No es lo que sucede a nivel local. El conflicto distributivo tiene tal intensidad que, además con el rasgo bimonetario de la economía argentina, la intervención del Banco Central es bastante limitada a través de la fijación de los niveles de tasas de interés.
* «Es una forma altamente ineficiente de lidiar con los conflictos distributivos. Uno puede/debe soñar con una negociación entre los trabajadores, las empresas y el Estado, en la que el resultado se logre sin desencadenar la inflación y que requiera una desaceleración dolorosa».
* «Pero, desafortunadamente, esto requiere más confianza de la que se puede esperar y simplemente no sucede. Aún así, esta forma de pensar la inflación muestra cuál es el problema y cómo pensar en la solución menos dolorosa«.
Así es, el manejo equilibrado de la puja distributiva es un sueño, como menciona Blanchard, pero el aspecto relevante es que él propone pensar el problema de la inflación en una forma diferente al coro de loros que repiten como mantra «emisión, déficit y ajuste» como diagnóstico y receta para los aumentos persistentes de precios.
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