Un padre huyendo de su propio yo mezquino arrastrando a sus pies a un hijo deseoso de aprehender el mundo, absorberlo, comerlo, registrarlo a través de sus ojos voladores.
Calificación: * * * * Un padre huyendo de su propio yo mezquino arrastrando a sus pies a un hijo deseoso de aprehender el mundo, absorberlo, comerlo, registrarlo a través de sus ojos voladores.
Por Anabel Donnet especial para Rosarinos.com
Las palabras carecen de sentido cuando las imágenes se encargan de decirlo todo. Paisajes bellos, desolados. Horizontes eternos en deliciosos atardeceres. Lluvias enfermizas entre bosques soñados…
Todo un romanticismo embarrado por dos cuerpos angustiados. Uno por saberse desertor eterno de las responsabilidades humanas y otro por no encontrar lo que está buscando. Pero los dos contarán con la suerte que dispersan los dioses de los vagabundos, o como reza la canción del borracho de la taberna “mis piernas me llevaron, mis dioses me ayudaron”.
La poesía es visual. La vida es carnal. Carne que se engendra y se hereda. “Es igual que usted”, le dice el alcohólico de Alexandrovich, un viejo loco y solitario que se la pasa abrazado a su botella de vodka y con quien tendrán que compartir un par de días para, al fin, tener un plato de comida. “No tiene nada de usted”, lo confunde la doctora pelirroja luego de que una noche de frío helado lo rescatara de la muerte y le abriera la puerta de su dormitorio cálido y femenino.
Los hijos crecen y llega un momento en que ya no se puede jugar con las perversas reglas del mudo y del sordo: yo no escucho tus interrogantes y vos no tenés derecho a preguntar nada. Y esta es la historia que cuenta Los caminos a Koktebel.
Un niño de 11 años, maduro y decidido por la agresión de su realidad y las coyunturas de su deteriorado país, andando a tientas 2000 kms junto a su padre de muchas explicaciones y pocas verdades. 2000 kms de montañas con casas campestres deterioradas, alejadas del titánico Moscú, con gente sin otra ocupación más que cortar la leña y tratar de sobrevivir en medio de un conformismo inalterable.
El viaje es demasiado largo. Los silencios son demasiado filosos. Las necesidades son demasiado carnales. Los sueños son demasiado poderosos… ¿podrá vencer el corazón todo sufrimiento de cansancio, de hambre, de mugre, de dolor físico? Si los albatros, pájaros marinos que han hipnotizado al niño, pueden abrir sus alas y hacer miles de kilómetros, ellos dos también podrán llegar al Bulevar Marítimo que está en Crimea a cinco cuadras del mar. Esa brillosa masa acuática que resulta ser el mejor bálsamo para los dolores humanos y la mirada cansada.
Sus directores, Boris Khlebrikov y Alexer Popogosky, lo contaron todo desde la perspectiva imperturbable del pequeño. De allí que nos topamos con un sin número de metonimias, aquel pequeño detalle que da cuenta del todo. Hasta el mismo mar, el ansiado y esperado mar, parece un mero “detalle” en la infinidad de maremotos de estas dos mentes reflexivas e inquietas.
Es que en realidad la película podría funcionar como una metonimia global de la vida y de las relaciones sinuosas entre los hombres. Cuenta poco para permitir que cada espectador se deje hechizar, luego de haber cerrado los ojos, con el posible más allá de cada gesto, de cada elección en el hacer cotidiano. ¿Golpeo o no golpeo la puerta? ¿Me voy o me quedo? ¿Lloro o grito? ¿Confío ciegamente o lo averiguo por mi cuenta? Actos cotidianos, simples, y hasta triviales que determinan, a larga data, nuestra biografía.
Esta universalidad, que tal vez para muchos resulte distante a pesar de que no lo sea, es el punto clave que hizo que la película lograra obtener el Premio a la Mejor Película en el Festival de Venecia de 2003, entre muchos otros ganados en el Festival de Cine de la misma Rusia. Es que somos todos vagabundos de nuestros propios caminos y de nuestras propias vidas cuando no defendemos con garras lo que consideramos que es nuestro objetivo existencial, por más delirante que sea.
Sin golpes bajos pero con mucha ternura Los caminos a Koktebel se transforma en una propuesta diferente digna de ser admirada como una pequeña obra de arte en donde la estética juega un rol tan importante como la historia misma de los dos protagonistas.
Caminos a Koktebel Título original: Koktebel Género: Road movie Dirección: Boris Khlebnikov, Alexei Popogrebsky Guión: Boris Khlebnikov, Alexei Popogrebsky Interpretes: Gleb Puskepalis, Igor Chernevich, Vladimir Kucherenko, Agrippina Steklova, Alexander Ilyin, Anna Frolovtseva Fotografía: Shandor Berkeshi Música: Chick Corea Montaje: Ivan Lebedev Origen: Rusia (2003) Duración: 105 minutos Calificación: Apta para todo público Horarios: Del siglo: 14:20 18:40 – El Cairo: 16:00 18:10 20:20 22:30 Trasnoche: Sábado 0:40 |