El Prof. Hugo Novotny fue invitado a disertar en un importante encuentro organizado por el Centro Arabe Humanista, Fundación Los Cedros, con la presencia del Embajador del Líbano, Dr. Hicham Hamdan, la Comunidad Libanesa y personal de la Embajada del Líbano en Argentina. Compartimos con nuestros lectores estas palabras que llegan al corazón… VIDEO
En el marco de la primera Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia
Una nueva conciencia
que comienza dentro de cada uno
VIDEO/Resumen: Palabra de Celia Latuf y de Hugo Novotny
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por Prof. Hugo Novotny
Ante todo quiero agradecer al Centro Arabe Humanista por la invitación a participar activamente de este encuentro; a la Fundación Los Cedros por su hospitalidad; a la Comunidad Libanesa, a la Embajada del Líbano en Argentina y, muy especialmente, al Señor Embajador del Líbano, Dr. Hicham Hamdan hacia quien, aún sin conocerlo personalmente hasta el día de hoy, siento desde hace tiempo un gran respeto. Fue a partir del momento en que tuve oportunidad de presenciar la filmación de otro evento realizado en esta misma Fundación, también organizado por el Centro Árabe Humanista: la presentación del libro El Mensaje de Silo, durante la cual el Sr. Embajador nos permitió ser testigos de la riqueza filosófico-cultural y la especial sensibilidad humana que lo caracteriza. Gracias Señor Embajador!
Hoy, nos hemos reunido aquí para conversar de un tema que viene convocando, aunque no hace todavía un año, a miles, tal vez ya millones de personas en todo el mundo, en las más diversas latitudes, culturas y estratos, sociales y generacionales: la Marcha Mundial por la Paz y la No-violencia.
Personalidades de la talla de la Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú y la Asociación Mundial de Nobeles por la Paz en su conjunto; el Premio Nobel de Literatura José Saramago, el filósofo americano Noam Chomsky, la señora Yoko Ono, el Dalai Lama… Presidentes, como la Sra. Cristina Fernández de Kirchner, Michele Bachelet, Evo Morales, Rafael Correa… O Su Majestad Rania Al Abdullah, Reina de Jordania… Más una cantidad innumerable de actores, músicos, artistas, futbolistas de fama mundial… han apoyado fervientemente esta causa que clama por el fin de las guerras y de la violencia en todas sus manifestaciones.
Pero no es sólo eso lo importante. Lo importante de esta Marcha Mundial es el fundamento moral en que está basada. La tremenda coherencia que expresa, al llevar el Principio mayor de todos los principios, la Regla de Oro: “Trata a los demás como quieres que te traten” hasta el grado supremo, como clave, salvaguarda de la existencia misma de la especie humana sobre este nuestro planeta. Porque fue justamente lo opuesto a este Principio lo que llevó a descargar hace 64 años las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki; lo que llevó a la destrucción de las Torres Gemelas en EEUU y, a modo de siniestro contrapunto, a la invasión de Irak; lo que llevó y sigue llevando a tantas guerras, militares y civiles, a tanta violencia de todo tipo que sigue azotando a la humanidad día a día. Estamos hablando del deseo de venganza. Es necesario “Salvar al ser humano de la venganza”, dijo Silo hace muchos años… Y en eso estamos.
Superar el deseo de venganza, resistir la violencia de todo tipo, dentro y fuera de uno, es sólo posible si intentamos aplicar los seres humanos, sea cual fuere nuestra creencia religiosa o nuestra posición política, a cualquier nivel de decisión, este sabio principio Moral: Trata a los demás como quieres que te traten, convirtiéndolo en referencia interna para nuestra vida y nuestra acción.
Claro, es cierto, hace falta mucha valentía, mucha fuerza interior, mucha fe, en uno mismo, en el ser humano, en la vida, para actuar de ese modo: no violento. Hace falta elevarse por sobre los instintos y las compulsiones, superar la ceguera, elevar el deseo; porque cuanto más groseros son los deseos de una persona, más violenta es esa persona. A poco que miramos en la historia y en la actualidad, vemos cómo la ambición desmedida de algunos poderosos ha llevado y lleva a catástrofes de todo tipo, desde la guerra hasta la pobreza, pasando por los desastres ecológicos, las epidemias, el hambre y la injusticia en general. A poco también que reflexionemos sobre nuestra propia experiencia vital, comprobaremos la verdad de esta afirmación.
Hoy en día se habla mucho de diálogo y tolerancia. Pero al mismo tiempo crecen los conflictos, no se resuelven sino que aumentan; no sólo entre países, sino y fundamentalmente entre culturas diversas, entre confesiones diversas.
Aquí nos encontramos ante un delicado problema de actitudes. Hay actitudes extremadamente peligrosas, antihistóricas, como la de intentar homogeneizar, imponer un modelo de cultura, de sociedad, de valores, al resto de la humanidad. A esto se le llamó “globalización” y las consecuencias están a la vista, en la cantidad de enemigos que se ha ganado la nación que intentó hacer tal cosa, no sólo en el mundo árabe sino también en Latinoamérica y en todo el planeta. En menor medida, se ve también en otros casos esta tendencia a querer imponer el propio paisaje sobre los demás. Resabios de expansionismo, que en algún momento de la historia han sido habituales, pero que, afortunadamente, ya no corresponden al mundo de hoy, al ser humano de hoy. Una dirección antievolutiva, que es necesario cambiar.
No es posible salir de esta encrucijada histórica en que está el mundo, sino por la convergencia y la reconciliación.
La convergencia en la diversidad, donde las diferencias culturales no sean borradas, sino que cada cultura exprese lo mejor de sí y lo comparta con las demás, en relación de paridad, buscando en el futuro una aspiración común.
Y la reconciliación. La reconciliación verdadera, que sólo es posible cuando se abre un diálogo real que permite reconocer en el otro lo mejor. Sólo el reconocimiento mutuo de los momentos humanistas que cada cultura ha tenido en su historia, momentos cumbres en el conocimiento y la espiritualidad, donde el ser humano era lo importante; este reconocimiento mutuo de los momentos humanistas habilita caminos nuevos para salir del resentimiento y la venganza, y hacer factible la reconciliación.
Sin dejar nadie de lado su particularidad, sino alentando y peraltando la enorme belleza de la diversidad. Si sabrá la cultura libanesa de belleza, si sabrá la cultura árabe de belleza: poética, artística, humana y natural… El Renacimiento europeo, Europa misma, no hubieran sido posibles sin el valiosísimo aporte de la cultura árabe que cimentó sus bases.
En ese camino de convergencia y reconciliación, sin dejar de expresar lo mejor de la propia cultura, poder encontrar nuestra raíz humana común, esa profundidad del alma humana, donde es posible experimentar la unión en lo común.
Pero no basta con exigir a los poderosos que cambien, que paren la locura que parece haberlos invadido y desistan de una vez y para siempre de las guerras y la violencia en sus diferentes formas. Aunque por supuesto es imprescindible hacerlo y lo estamos haciendo con esta Marcha Mundial. También es necesario que hagamos lo propio, que revisemos en nuestro interior hasta comprender la raíz de la violencia en nosotros mismos: cómo es esa contradicción interna que produce sufrimiento y empuja a la violencia, para con nosotros mismos y para con los demás. Hace ya 40 años, el 4 de mayo de 1969 en Punta de Vacas, al pie del monte Aconcagua, Silo dijo: “no hay partido ni movimiento en el planeta, capaz de acabar con la violencia, no busques falsas puertas… Sólo podrás terminar con la violencia en ti y en aquellos que te rodean, mediante la fe interna y la meditación interna”.
Estamos viviendo en un mundo y un momento difícil, de crisis en todos los campos. Y al mismo tiempo, somos tremendamente afortunados, porque somos partícipes de uno de los más grandes cambios que recuerda la historia: el nacimiento de una nueva civilización por vez primera mundial, la Nación Humana Universal.
Todo un gran ciclo histórico se ha agotado. En nuestras manos está, también por vez primera, que no nos arrastren: un diluvio, una glaciación o un gigantesco hongo nuclear, hacia un apocalíptico final. Aunque bien posible que es esto, con las decenas de miles de armas nucleares acumuladas y listas para usar o con los desastres ecológicos que se siguen haciendo por doquier. Pero al mismo tiempo, una nueva sensibilidad está naciendo, una nueva época está naciendo y con ella una nueva posibilidad. Es la posibilidad de elegir, de elegir cada uno de nosotros, con el corazón, si queremos seguir viviendo y en qué condiciones queremos hacerlo. Y poner nuestras aspiraciones más altas por delante, para comenzar a crear esas condiciones.
Es necesario comenzar por nosotros mismos. Por ejemplo, por algo tan simple y tan ancestral como es el Pedido. Un mecanismo tan antiguo como la especie humana, por tan efectivo que es. Cada cuál tiene seguramente a quién pedir en su interior… Y eso es lo bueno, que en un pedido de este tipo podamos unirnos todos, independientemente de las creencias, la fe o la religión de cada uno, con toda la fuerza que da pedir juntos… y cuantos más, mejor.
Cada uno sabe a quién o a qué pedir, eso es parte del mundo interior, íntimo y profundo de cada uno. Pero el tema es pedir por lo realmente necesario, por lo verdaderamente importante. Pedir por ejemplo, que se aleje de nosotros la contradicción, que nuestra vida cobre unidad, paz, fuerza, sentido. Y pedir, al mismo tiempo, por nuestra gente querida, por lo que ellos verdaderamente necesitan para que sus vidas ganen un sentido pleno. Esto es muy simple de hacer, pero muy importante en sus consecuencias, si lo hacemos cada día. Podemos probar ahora mismo, con una sencilla práctica que hemos dado en llamar la Bocanada:
Aspiro una buena bocanada de aire y siento como ese aire entra y va hacia el centro del pecho. Lo acompaño, acompaño mentalmente esa bocanada de aire en su lento y tranquilo viaje hasta el corazón. Pongo mi mano sobre el corazón, pongo firme mi mano sobre el corazón, lo siento en profundidad. Y entonces desde allí, desde lo más profundo, Pido. Por mí y por mis seres queridos. Porque se aleje la contradicción y nuestra vida gane en unidad, en unidad interna. Pido a quién realmente lo sienta: a mi guía interno, a mi dios interno, a esa Luz o esa Fuerza de la Vida, con quien realmente sienta que puedo conectarme allí, en lo profundo de mi corazón y sé que puede ayudar para que ese Pedido se cumpla. Pido. Por mí y por mis seres queridos. Y pidamos también, juntos, por la paz y la no violencia… Porque la paz eche raíces, en el Líbano, en el mundo árabe, en Latinoamérica; porque la no violencia crezca y se fortalezca en el planeta entero…
Bien. Que así sea, que se cumplan nuestros pedidos.
Quisiera, para terminar y a modo de síntesis, leerles unas pocas palabras en relación con esta experiencia que hemos compartido y que puede muy bien desarrollar quien así lo quiera; esta sencilla “receta”, como le llamó Silo en su intervención en el Parque de Estudio y Reflexión La Reja en mayo de 2005.
“No es necesario que destines mucho tiempo a esta breve oración, a este breve pedido, porque bastará con que interrumpas un instante lo que va sucediendo en tu vida para que en el contacto con tu interior se despejen tus sentimientos y tus ideas.
Alejar la contradicción es lo mismo que superar el odio, el resentimiento, el deseo de venganza. Alejar la contradicción es cultivar el deseo de reconciliación con otros y con uno mismo. Alejar la contradicción es perdonar y reparar dos veces cada mal que se haya infligido a otros.
Esta es la actitud que corresponde cultivar. Entonces, a medida que el tiempo pase comprenderás que lo más importante es lograr una vida de unidad interna que fructificará cuando lo que pienses, sientas y hagas vaya en la misma dirección. La vida crece por su unidad interna y se desintegra por la contradicción. Y ocurre que lo que haces no queda solo en ti sino que llega a los demás. Por tanto, cuando ayudas a otros a superar el dolor y el sufrimiento haces crecer tu vida y aportas al mundo. Inversamente, cuando aumentas el sufrimiento de otros, desintegras tu vida y envenenas al mundo. ¿Y a quién debes ayudar? Primeramente, a quienes están más próximos, pero tu acción no se detendrá en ellos.
En aquel simple pedido, hay también una meditación que se orienta hacia la propia vida. Y ese pedido y esa meditación irán cobrando fuerza como para transformar las situaciones cotidianas.
Avanzando de ese modo, tal vez un día captes una señal. Una señal que se presenta a veces con errores y a veces con certezas. Una señal que se insinúa con mucha suavidad, pero que en contados momentos de la vida irrumpe como un fuego sagrado dando lugar al arrobamiento de los enamorados, a la inspiración de los artistas y al éxtasis de los místicos. Porque, es conveniente decirlo, tanto las religiones como las obras de arte y las grandes inspiraciones de la vida salen de allí, de las distintas traducciones de esa señal … Esa señal en tu conciencia es la traducción en imágenes de lo que no tiene imágenes, es el contacto con lo Profundo de la mente humana, una profundidad insondable en que el espacio es infinito y el tiempo eterno.
En algunos momentos de la historia, se levanta un clamor, un desgarrador pedido de los individuos y los pueblos. Entonces, desde lo Profundo llega una señal. Ojalá esa señal sea traducida con bondad en los tiempos que corren, sea traducida para superar el dolor y el sufrimiento. Porque detrás de esa señal están soplando los vientos del gran cambio.”
Este clamor de los individuos y los pueblos, por un mundo sin guerras y sin violencia, por un mundo en paz, en el que se pueda crecer ilimitadamente como seres humanos, está siendo hoy expresado a través de la Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia. Ojalá logremos que esta nueva conciencia se instale definitivamente en nosotros los humanos. Ojalá podamos ayudar, de corazón, para que este nuevo mundo sea posible.
Para todos, amigos, el más querido deseo de: Paz, Fuerza y Alegría!