Hubo hechos evitables como la muerte de una nadadora atropellada por una moto de agua, o el nadador y periodista Marcelo Abram, o el atropello y abandono al cayakista Angel Santos…
UN CÓNSUL HONORARIO, UN MARINERO DE GUARDIA Y ACCIDENTES EN EL RÍO
El Cónsul Honorario es una famosa novela del escritor inglés Grahan Greene acerca de un cónsul de Gran Bretaña en Paraguay durante la II Guerra Mundial. En un viaje por el río el protagonista de esta ficción describe a un marinero de la Prefectura Naval Argentina haciendo guardia mientras a pocos metros de éste se desarrollaban acciones relacionadas con el espionaje, que una intervención del guardia hubiera frustrado. Pero tal cosa no ocurrió y la idea que le deja al lector el autor inglés es que el guardia era sólo una parte más del paisaje costero.
Unos 70 años más tarde, es decir hoy, pero en la realidad, algunas cosas han cambiado: el tráfico fluvial es enormemente más complejo, el río Paraná es una hidrovía, el número de embarcaciones se ha multiplicado varias veces al igual que la potencia de sus motores; la posibilidad de cometer infracciones, accidentes o ilícitos es por lo tanto mayor.
A pesar que familiares del cayakista atropellado se declaran conformes con las autoridades, creo que igual uno puede preguntarse: ¿Están actuando preventivamente quienes tienen el poder de policía en el río? ¿Controlan embarcaciones y conductores con una rigurosidad proporcional a la potencia de los motores, empezando, digamos, desde los 15HP e incluyen tests de alcoholemia?
Hay razones de sobra para hacerlo: en los últimos años han ocurrido hechos lamentables que se hubieran podido evitar, como la muerte hace varios años de una joven bañista atropellada por una moto de agua en el balneario La Florida, o del nadador y periodista de La Capital, Sr. Marcelo Abram o hace pocos días el acto cobarde de atropellar y abandonar con lesiones gravísimas al cayakista Angel Santos.
Razonablemente se deben realizar operativos de control junto con una campaña de educación en los medios y la aplicación de sanciones, que incluyan a las guarderías náuticas de donde partieren los infractores. Para quienes por lo general llevan las de perder, quienes navegan en embarcaciones menores a remo o vela , exigirles luces de navegación y elementos de seguridad en el agua propios del siglo XXI, no del comienzo de la historia de la navegación. Puede que esto no resulte simpático o popular, pero salvará vidas y todos lo podremos entender. Además resultará en mayor prestigio para los guardianes del río, uno de los cuales llamó la atención de Grahan Greene