Hace exactamente treinta años, un 14 de Mayo de 1994, Silo, fundador e impulsor de la corriente del Nuevo Humanismo, presentaba su libro «Cartas a mis Amigos sobre la crisis social y personal en el momento actual» en el Centro Cultural Estación Mapocho, en Santiago de Chile.
Corrían entonces tiempos nefastos, en los que el capital globalizado pretendía una victoria definitiva. Luego del rotundo fracaso de aquella falsa y dolorosa imposición del sistema, persisten todavía exponentes que pretenden que las “normas del mercado” – léase las reglas dictadas por las ínfimas minorías que se benefician del capitalismo financiarizado – son un parámetro a seguir.
A esa falacia y sus defensores, que en aquel momento parecían invencibles, dedicó Silo un capítulo entero de su primera carta, que tituló “Un cuento para.aspirantes a ejecutivos”. En esa ficción ironizó sobre las promesas vacías que en aquel tiempo aseguraban que “En esa sociedad de abundancia disminuirá el suicidio, el alcoholismo, la drogadicción, la inseguridad ciudadana y la delincuencia, como hoy ya muestran los países económicamente más desarrollados (?). También desaparecerá la discriminación y aumentará la comunicación entre las personas. Nadie estará aguijoneado por pensar innecesariamente en el sentido de la vida, en la soledad, la enfermedad, la vejez y la muerte, porque con adecuados cursos y alguna ayuda terapéutica, se logrará bloquear esos reflejos que tanto han detenido el rendimiento y la eficiencia de las sociedades. Todos confiarán en todos porque la competencia en el trabajo, en el estudio, en la pareja, terminará por establecer relaciones maduras.”
“Finalmente, las ideologías habrán desaparecido y ya no se utilizarán para lavar el cerebro de la gente.«, continuaba la humorada.
Como era previsible, sobrevino poco tiempo después una fuerte reacción popular, que llevó al ascenso de gobiernos rebeldes a aquel dictamen. Esa oleada, que tuvo lugar sobre todo en América Latina y el Caribe, logró moderar parcialmente los dolorosos abusos de ese modelo pregonado por el poder concentrado. Esos esfuerzos progresistas –algunos más radicales que otros, pero en general inspirados en matrices económicas keynesianas- lograron abrir algunas puertas a una lenta mejoría social.
En tiempos actuales, en los que la crisis de la humanidad ha recrudecido y se encuentra ávida de nuevas respuestas y horizontes, bien vale recoger las ideas vertidas en aquel libro por el pensamiento universal de Silo.
En la sexta carta del libro, está plasmado el Documento de los humanistas, en el que se exponen sus ideas más generales y su alternativa a la crisis. De ese Documento, Silo leyó en aquella ocasión un párrafo que las sintetiza cabalmente: “Los humanistas ponen por delante la cuestión del trabajo frente al gran capital; la cuestión de la democracia real frente a la democracia formal; la cuestión de la descentralización frente a la centralización; la cuestión de la antidiscriminación frente a la discriminación; la cuestión de la libertad frente a la opresión; la cuestión del sentido de la vida frente a la resignación, la complicidad y el absurdo… Los humanistas son internacionalistas, aspiran a una nación humana universal. Comprenden globalmente el mundo en que viven y actúan en su medio inmediato. No desean un mundo uniforme, sino múltiple: múltiple en las etnias, lenguas y costumbres; múltiple en las localidades, las regiones y las autonomías; múltiple en las ideas y las aspiraciones; múltiple en las creencias, el ateísmo y la religiosidad; múltiple en el trabajo; múltiple en la creatividad. Los humanistas no quieren amos; no quieren dirigentes ni jefes, ni se sienten representantes ni jefes de nadie…”
Aquello que por entonces ocurría con la desarticulación del bloque soviético era para Silo, no la derrota de una idea o una victoria del Occidente capitalista y pseudodemocrático, sino “el preludio de la desestructuración mundial que se acelera vertiginosamente”. Cuestión que hoy, a casi tres décadas de aquel discurso, cuando pocos auguraban la caída de la unipolaridad y el neoliberalismo, queda plenamente constatada en el campo geopolítico con la manifiesta reconfiguración en curso.
En cuanto a los posibles futuros, Silo precisó en su presentación, que en las “Cartas se esbozan dos posibilidades. Por una parte, la variante de la entropía de los sistemas cerrados y, por otra parte, la variante de la apertura de un sistema cerrado merced a la acción no natural, sino intencional del ser humano.”
De imponerse la primera variante, la situación derivaría en “un imperio mundial instrumentado por el capital financiero internacional que no habrá de reparar aún en las propias poblaciones de los centros de decisión. Y en esa saturación, el tejido social seguirá su proceso de descomposición. Las organizaciones políticas y sociales, la administración del Estado, serán ocupadas por los tecnócratas al servicio de un monstruoso Paraestado que tenderá a disciplinar a las poblaciones cada vez con medidas más restrictivas a medida que la descomposición se acentúe.»
Explicaba el pensador humanista ya entonces que “En este oscurecimiento de la razón, en esta fatiga de los pueblos, quedará el campo libre a los fanatismos de todo signo, a la negación de la vida, al culto del suicidio, al fundamentalismo descarnado. Ya no habrá ciencia, ni grandes revoluciones del pensamiento… solo tecnología que para entonces será llamada “Ciencia”. Resurgirán los localismos, las luchas étnicas y los pueblos postergados se abalanzarán sobre los centros de decisión en un torbellino en el que las macrociudades, anteriormente hacinadas, quedarán deshabitadas. Continuas guerras civiles sacudirán a este pobre planeta en el que no desearemos vivir.”
“Si lo que se plantea en las Cartas en base al modelo explicado es del todo incorrecto, no tenemos por qué preocuparnos”, matizó Silo. “Si, en cambio, el proceso mecánico de las estructuras históricas lleva la dirección comentada, es hora de preguntarse cómo el ser humano puede cambiar la dirección de los acontecimientos. A su vez, ¿quiénes podrían producir ese formidable cambio de dirección, sino los pueblos que son, precisamente, el sujeto de la historia? ¿Habremos llegado a un estado de madurez suficiente para comprender que a partir de ahora no habrá progreso si no es de todos y para todos? Esta es la segunda hipótesis que se explora en las Cartas.”, continuó.
“Si hace carne en los pueblos la idea de que (y es bueno repetirlo) no habrá progreso si no es de todos y para todos, entonces la lucha será clara. En el último escalón de la desestructuración, en la base social, empezarán a soplar los nuevos vientos. En los barrios, en las comunidades vecinales, en los lugares de trabajo más humildes, comenzará a regenerarse el tejido social.”
“La Democracia real, plebiscitaria y directa será una necesidad porque se querrá salir de la agonía de la no participación y de la amenaza constante del desborde popular. Los poderes serán reformados porque ya habrá perdido todo crédito y todo significado la estructura de la democracia formal dependiente del capital financiero. Sin duda, este segundo libreto de crisis, se presentará luego de un período de incubación en el que los problemas se agudizarán. Entonces comenzará esa serie de avances y retrocesos en que cada éxito será multiplicado como efecto demostración en los lugares más remotos gracias a las comunicaciones instantáneas. Ni siquiera se tratará de la conquista de los estados nacionales, sino de una situación mundial en la que se irán multiplicando estos fenómenos sociales, antecesores de un cambio radical en la dirección de los acontecimientos. De este modo, en lugar de desembocar el proceso en el colapso mecánico tantas veces repetido, la voluntad de cambio y de dirección de los pueblos comenzará a recorrer el camino hacia la nación humana universal.”
“Es esta segunda posibilidad”, concluyó, “es a esta alternativa a la que apuestan los humanistas de hoy. Tienen demasiada fe en el ser humano como para creer que todo terminará estúpidamente.»
Sin duda, una esperanzadora estrategia que ha dado dirección al caminar de miles de humanistas hasta el día de hoy y continúan vigentes en la multiplicación de su acción e influencia, que se hace sentir ya en los más remotos confines de la tierra.
Nota: El libro Cartas a mis amigos puede descargarse, traducido a 10 idiomas en este enlace
Javier Tolcachier / PRESSENZA · HUMANISMO
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