El espectacular allanamiento realizado por Gendarmería en el prostíbulo Popeye de esta ciudad puso una vez más en la vidriera un fenómeno que, aunque lleva algunos años, nunca deja de llamar la atención: no sólo la actividad agroexportadora fue con la devaluación de; indudablemente, la llegada de una importante cantidad de embarcados a los puertos del cordón, el manejo de efectivo en dólares y euros, han hecho que la oferta sexual en los tradicionales cabarets se potenciara hasta transformarse en un gran negocio.
Un fenómeno que tiene a San Lorenzo como epicentro.
El miércoles a la noche, 50 efectivos de Gendarmería y empleados del Ministerio de Justicia de la Nación ingresaron al local Popeye, San Martín y Oroño, por orden del juez federal Marcelo Mailaque. Allí hallaron a una chica de 16 años y a tres alternadoras paraguayas que no tenían residencia en Argentina. También detuvieron a un hombre de 59 años, encargado del lugar y hermano del titular del local, un ex comisario que, hasta donde pudo saberse, permanece prófugo.
El operativo sorprendió por el gran despliegue de efectivos. Pero nadie se asombró por lo que hallaron, ni por el local. Popeye, Black Cat, Pit Pit Pinoy, Playboy, Oasis, Moulin Rouge son nombres conocidos nó sólo por los lugareños, sino por muchos que vienen desde distintas partes del mundo. Simplemente basta mencionar que los marineros contratan un servicio de taxis para llegar desde los barcos a los sitios de encuentro, muchas veces también se trasladan en taxis hasta algún motel y de vuelta hacia los barcos, y hacen que este servicio se mueva a la par de esta actividad.
Todo esto se paga en moneda extranjera, incluso en otros tiempos los propios choferes han sido protagonistas de feroces peleas por la exclusividad de las paradas.
El negocio.
Pero indudablemente el verdadero negocio está en estos bares, donde los embarcados llegan en la búsqueda de mujeres, y es ahí donde se produce el mayor movimiento de dinero que esto genera.
En esta zona no existen casas de citas o los famosos departamentos privados, la prostitución se ejerce en los locales bailables o directamente en la vía pública.
Ubicados en la zona norte de San Lorenzo, varios de estos negocios se han instalado en el último tiempo, y salvo un intento frustrado hace unos años de regular la actividad y delimitar la denominada zona roja que quedó en la nada, hoy trabajan sin un marco jurídico que los encuadre.
Sólo uno, el más antiguo, está habilitado desde hace años como whiskería. El resto funciona sólo como bares o locales bailables, y están contemplados en la ordenanza de espectáculos públicos, que es muy amplia pero no específica para esta actividad particular.
A partir de esta situación es fácil pensar que no exista un estricto control sanitario de las mujeres que trabajan en los locales, ni tampoco de su procedencia, un dato no menor si se tiene en cuenta que este año la policía detectó en tres locales diferentes a menores trabajando.
Si bien en la zona sur de San Lorenzo también aparecieron algunos locales (es el caso de Moulin Rouge), la mayoría se ubica en la zona de avenida San Martín desde Oroño hacia el norte, lugar donde por cierto las propiedades, según palabras de los que saben, han perdido bastante su valor en parte debido a esta situación.
En la zona de la plaza Ovidio Lagos, ubicada sobre San Martín y el pasaje Melitón Hierro, existe un espacio mucho más marginal en cuanto al ejercicio de la prostitución. Allí chicas jóvenes y travestis aprovechaban la falta de luz que reinó en la zona hasta hace poco para usar la plaza como parada, no pocos vecinos afirman que la oscuridad de las vías ferroviarias es un lugar utilizado como improvisado motel.
También en Puerto San Martín
Por otra parte en la zona de la ruta 11 en la localidad de Puerto San Martín, existe otro tipo de prostitución, que también se ejerce en la vía pública. Es muy común ver mujeres a la noche en las paradas de colectivos, ya no buscando embarcados, sino apuntando a los camioneros que llegan a la zona.
La llegada de casi 900 mil camiones al año, y más de 5 mil barcos, con sus respectivas tripulaciones, además de motorizar la actividad exportadora de este cordón también mueve otra verdadera industria sin chimeneas que en silencio deja bastantes dividendos.
fuente: La Capital 11/10/2009