El bloque quedó paralizado después de que, en 2019, el expresidente Jair Bolsonaro ordenara la salida de Brasil, en consonancia con el resto de gobiernos conservadores de entonces.
Luiz Inácio Lula da Silva ha venido repitiendo desde que volvió por tercera vez a la presidencia de Brasil que una de sus prioridades era retomar el proceso de integración de los países sudamericanos.
Tras su visita a EE.UU., China y la Unión Europea, el líder de la izquierda brasileña promueve finalmente este martes un encuentro informal, descrito como un «retiro» para poder hablar de forma distendida, en el que participan diez de sus 11 pares en la región.
La única que no participa es la presidenta interina de Perú, Dina Boluarte, que no puede abandonar la nación sin autorización parlamentaria, y acudió en su lugar el presidente del Consejo de Ministros, Alberto Otárola.
Una de las participaciones que más interés ha generado es la del presidente venezolano, Nicolás Maduro, quien fue uno de los primeros en llegar este martes al icónico Palacio de Itamaraty, sede de la cancillería. El líder venezolano saludó a la prensa, pero no dio ninguna declaración.
Maduro fue recibido el lunes con honores de Estado en Brasilia. Las relaciones entre las dos naciones se vieron afectadas durante el mandato del ultraderechista Jair Bolsonaro (2019-2022).
Ocho años después de la última visita del líder venezolano a Brasil, Lula calificó el viaje de Maduro de «histórico» y criticó la sanciones impuestas a Caracas.
Reunión a puerta cerrada
La reunión, que se celebrará a puerta cerrada y sin una agenda definida, ha sido posible después de que Brasil, con Lula, y la Argentina de Alberto Fernández, decidieran regresar al bloque.
«Es imperativo que volvamos a ver a América del Sur como una región de paz y cooperación, capaz de generar iniciativas concretas para enfrentar el desafío, que todos compartimos y aspiramos, de desarrollo sostenible con justicia social», dijo Lula al convocar a sus pares.
Hace años, todo esto era impensable en un continente cuya unión y desunión estaban a merced de la tendencia política dominante en cada momento.
La Unasur, impulsada también por los fallecidos presidentes Hugo Chávez y Néstor Kirchner, además del ecuatoriano Rafael Correa y el boliviano Evo Morales, es según sus estatutos un espacio de «integración y unión en el ámbito cultural, social, económico y político».
Entre sus atribuciones, figuran la discusión en cumbres presidenciales de temas que puedan afectar a la estabilidad de la región. Sus críticos afirman que el bloque ha tenido hasta ahora poca efectividad y que sus funciones, poco definidas, podrían ser abordadas en otros foros.
Crisis y espantada conservadora
El bloque estuvo al borde de la extinción con la llegada de la ola conservadora a la región. En 2017 entró en crisis después de que Venezuela y Bolivia vetaran al candidato a suceder al colombiano Ernesto Samper, como secretario general, y desde entonces ese cargo está vacante.
La situación empeoró con la llegada de Bolsonaro a la presidencia de Brasil en 2019. El ultraderechista ordenó la salida del gigante suramericano porque consideraba que tanto Unasur como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) eran bloques para gobiernos de izquierda.
En esos tiempos, también abandonaron el foro Argentina, Colombia, Perú, Chile, Paraguay, Ecuador y Uruguay.
La salida de Ecuador se dio en tiempos del gobierno de Lenín Moreno, exaliado de Correa. En ese país está la sede del bloque, en un majestuoso edificio a las afueras de Quito, en el complejo Mitad del Mundo. Desde entonces no ha tenido un uso definido.
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Moreno promovió la retirada de la estatua de Néstor Kirchner, quien fue el primer secretario general del bloque entre marzo y octubre de 2010, hasta su fallecimiento. La escultura fue devuelta a Buenos Aires, que la había donado.
Cuando el bloque quedó paralizado, los gobiernos conservadores crearon en su lugar el Foro para el Progreso e Integración de América del Sur (Prosur) para fustigar a la golpeada izquierda y, sobre todo, aislar al gobierno de Maduro.
Pero el regreso del progresismo a la región dejó esa iniciativa en saco roto.
El expresidente de Uruguay José ‘Pepe’ Mujica mandó hace unos días una carta a Lula en la que le convocó a construir una «unión mística» que permita potenciar la solidaridad continental y despertar el sentimiento de pertenencia.
Ese encuentro es una «oportunidad histórica» para «construir cercanía en nuestra región para hacernos oír a nivel internacional», porque «las grandes decisiones que mueven al mundo se toman en otras partes, lejos de nuestra mesa», escribió el exmandatario de 88 años.
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