La vida se vuelve precaria. Planear se hace imposible y las rutinas se tornan imposibles.
El trabajo puede empezar o terminar en cualquier momento, y la responsabilidad de crear la próxima oportunidad y de surfear entre distintas tareas recae en el trabajador. El individuo debe encontrarse en un permanente estado de alerta. El ingreso regular, los ahorros, la categoría de ocupación fija ya son restos de otro mundo histórico.
Si te sentiste identificado con esta cita, este especial es para vos. El párrafo describe la vida de un trabajador joven moderno en el libro Non-Stop Inertia, de Ivor Southwood, y aparece citado en el artículo “La privatización del estrés”, de Mark Fisher (que pueden leer aquí). La hipótesis de Fisher guía un poco este especial: las causas sociales y políticas del estrés se ocultan por un sistema de captura perfecta. De manera resumida, “el capital enferma al trabajador y luego las compañías farmacéuticas internacionales le venden drogas para que se sienta mejor”. Sin concentrarnos en la segunda parte, nos vamos a dedicar a la primera: las causas sociales y políticas del descontento desaparecen y lo que queda es el sufrimiento individual e interiorizado que solo se resuelve de a uno.
Hay datos para mostrar que el malestar existe. Según una investigación internacional realizada por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en conjunto con Gallup, alrededor de uno de cada cinco jóvenes de entre 15 y 24 años afirmó sentirse deprimido o con ansiedad.
Una de cada ocho personas en todo el mundo vive con algún desorden mental, según una encuesta que publicó Ipsos este año.
Ocho de cada diez argentinos, se sostiene allí, afirman que deberían hacer más de lo que hacen por su salud mental.
El Consejo Asesor de Salud Adolescente y Juvenil (CONSAJU) publicó en el 2021 un diagnóstico elaborado por cerca de 80 organizaciones de la sociedad civil y detectó problemáticas específicas agravadas por el impacto de la pandemia y la necesidad de los jóvenes de incorporarse al mercado laboral.
La pandemia empeoró la situación. De acuerdo a la encuesta del CONICET sobre creencias, el 47,2% de las personas relevadas manifestaron haber padecido algún trastorno de ansiedad, seguido por depresión (36,8%) y afecciones de tipo psiquiátrico (14%).
¿Hay una segunda pandemia, ahora, “de salud mental”?
¿Cuál es el límite entre un estado de malestar, trastornos de ansiedad y patologías como la depresión? Algunas de esas preguntas iniciaron las conversaciones con actores del sector y especialistas hasta enfocarlo en un universo particular: el de la juventud, entendida de una manera específica como el proceso de salida de la educación inicial hacia el mundo del trabajo.
Comenzamos entonces este especial describiendo ese primer encuentro, con esta nota de Juan Manuel Ottaviano sobre el vínculo entre la salud mental y el mundo del trabajo. Nos parecía importante, además, agregar cómo y a qué mundo del trabajo llegan los jóvenes y para eso, en esta segunda nota del mismo autor, planteamos una radiografía más extensiva.
Pero, ¿cómo se manifiesta ese malestar? El primer acercamiento de esa población a tratamientos de salud mental aparece principalmente con un acceso individual. Para eso consultamos a tres especialistas que trabajan o trabajaron con esta población en particular desde un abordaje individual pero que lo combinan con otro tipo de perspectiva: Oscar Luna forma equipos en territorio para abordar la problemática penal adolescente y conversamos con él; Juan Quiroga atiende jóvenes de manera individual pero también trabajó con pacientes psiquiátricos que no eran externados del sistema por falta de una red de contención; y Miguel Tollo, miembro del Forum Infancias, habla con nosotros sobre la necesidad de no patologizar todo sufrimiento humano.
Abordamos el acceso de los jóvenes a tratamientos de salud mental a través de tres perspectivas diferentes. En primer lugar, la directora nacional de Salud Mental de la Nación, Mariana Moreno, nos cuenta la visión desde el Estado nacional, a través de la Estrategia Federal de Abordaje Integral de Salud Mental que lanzó el gobierno argentino en 2022. El abordaje comunitario, parte del paradigma de nuestra ley nacional de salud mental, implica más estrategias que la atención individual. Para eso conversamos aquí con Milagros Larraula quien, tras el suicidio de su hijo adolescente en Chascomús, provincia de Buenos Aires, creó la Fundación Tade Es, un espacio abierto que convoca a jóvenes a hablar de sus problemas junto a los equipos de salud mental de la ciudad.
La pandemia dejó, por supuesto, muchas marcas en la salud mental de los jóvenes. Y también prácticas que vale la pena revisar. Victoria O’Donnell, consultora y docente en Ciencia de Datos, escribe en esta nota sobre los peligros de la nueva cultura de atención médica online, en especial en casos de salud mental.
Estado de malestar es el título de este especial y, por supuesto, la frase no me pertenece. Le pertenece, si eso se pudiera, al documental que realizó la artista audiovisual española María Ruido. Con lecturas de Foucault, Fisher, Berardi y Rendueles, María Ruido publicó en 2018 el documental Estado de malestar como una reflexión sobre el estado generalizado de malestar, apatía y enfermedad en la sociedad de la información.
Al abrir la Feria del Libro hace poco, el escritor Martín Kohan dijo: “Esto que propongo no es una lista, es un mapa: tiene huecos”. Este especial que presentamos aquí funciona igual: no es exhaustivo y tiene huecos que habrá que llenar. Comienza con una pregunta, busca algunas primeras aproximaciones y está abierto a completarse.
CENITAL. Nota original de Junio 2023