George W. Bush admite ser partidario de la tortura
por Roberto Pérez Betancourt
No lo ha dicho ninguna agencia noticiosa de izquierda, lo difundió la Prensa Asociada y lo han publicado los más importantes medios informativos del mundo: el presidente norteamericano George W. Bush ha admitido implícitamente ser partidario de torturar a prisioneros de guerra.
El mandatario lo ratificó de un plumazo al vetar el proyecto de Ley que prohibía a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) aplicar mecanismos de tortura en sus interrogatorios, incluido el conocido como «submarino», consistente en llevar al reo al borde de la asfixia sumergiéndole la cabeza en agua, práctica que utilizó profusamente durante el 2007.
«Este Presidente tenía la oportunidad de hacer concluir definitivamente el debate sobre la tortura, pero en lugar de ello eligió dejar la puerta abierta al uso de la tortura en el futuro», expresó la senadora Dianne Feinstein, de la oposición demócrata e integrante del Comité de Inteligencia del Senado», revela un cable de la AP, fechado el domingo último en Washington.
La legisladora dijo más: Bush ignoró el consejo de 43 generales retirados y de 18 expertos de seguridad nacional, entre ellos ex secretarios de Estado y consejeros de Seguridad Nacional que avalaban la iniciativa de prohibir lo que los militares han estado haciendo todo el tiempo para arrancar confesiones premeditadas en personas sometidas al martirio.
Esas prácticas denigrantes W. las llama «estrategias que han ayudado a desarticular conjuras terroristas».
La respuesta no se ha hecho esperar por parte de activistas de los derechos humanos, que se manifiestan públicamente para condenar la decisión de un Presidente cuyo mandato está en plena cuenta regresiva, pero no obstante se obstina en seguir acumulando odios y desprecios por parte de sus propios conciudadanos.
«La tortura es una marca negra en contra de Estados Unidos», precisó la senadora Feinstein, reconociendo la práctica ilegal e inmoral de la CIA y de los mandos estadounidenses, cuyos actos escandalosos han trascendido a todos los confines.
De nada le ha valido a W. Bush hilvanar una relación de presuntos ataques terroristas evitados y complots descubiertos gracias a las torturas aplicadas a los prisioneros.
La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, indicó que la capacidad de EE.UU. para ser un líder mundial depende de su moralidad, no de su poderío militar.
«Comenzaremos a reafirmar la autoridad moral intentando anular el veto presidencial la semana próxima», precisó.
Sin embargo, debido al margen de aprobación en cada cámara, sería complicado que el Congreso—controlado por los demócratas—pueda dar marcha atrás al veto presidencial.
Obviamente, hace falta mucho más que intentos y escaramuzas de tribunos para rescatar el prestigio moral del gobierno de la Unión, enlodado y ensangrentado hasta el paroxismo por un individuo que dos veces llegó a la Casa Blanca con métodos cuestionados públicamente.