Muchas personas creen que no hay que mencionar cosas negativas porque la palabra induce o, al menos, predispone. “No lo nombre”, “No podemos decir cualquier cosa”, se preocupaba un conductor de televisión el martes a la noche. Lo que no había que decir era la frase “golpe de estado”.
por Luis Ammann
Hubo cortes de calles en varios sectores de la ciudad, barrios de clase alta cuidadosamente elegidos, y una marcha “espontánea” hacia la plaza de Mayo. Todo un armado para ubicar el problema del campo en el corazón de la ciudad capital. Un escenario en el que un productor rural -cara conocida- oculto en el anonimato se entusiasmó a decir: “es el principio del fin para el gobierno de la señora.” Algo más tarde, una mujer vociferaba ante las cámaras de otro canal: Cristina se va a ir como De La Rúa”, el presidente depuesto en diciembre de 2001, que huyó por los tejados. A cien días de que asumió una presidente votada masivamente el sector más conservador reveló lo que parece el anhelo -ya no tan secreto- de muchos que creen en la democracia sólo cuando conviene a sus intereses.
Esa misma tarde, Cristina Fernández de Kirchner había caracterizado a los grupos que cortan las rutas en el interior del país como “piquetes de la abundancia”. No se imaginaba que le esperaba también esa misma noche una “plaza de la abundancia”.
No estuvimos ahí, pero el aspecto físico, la ropa, el corte de pelo, los gestos de los manifestantes que se veían por televisión permitían imaginar una plaza con olor a buenos perfumes. Era una manifestación sin banderas, típica de la clase social propietaria o vinculada al campo.
En la Argentina, los que reciben la mayor renta de los campos son empresas multinacionales, fondos de inversión y personas adineradas que viven en la Capital Federal o en las capitales de provincia. En los siglos 19 y casi todo el 20, ellos fueron la pseudo aristocracia del país, una “aristocracia con olor a bosta” según la calificó Domingo F. Sarmiento por su proximidad con el ganado. Hoy son unos 300 mil los productores agropecuarios en Argentina. Cuatro mil, la actual aristocracia, son propietarios de la mitad de las tierras; 296 mil se reparten el resto.
Las empresas como Monsanto o Cargill –las emblemáticas entre muchas- y los fondos de inversión se colgaron del boom de la soja, una leguminosa con futuro no sólo en la alimentación de personas y de ganado sino también en los bio combustibles y otras aplicaciones industriales. El auge de los precios internacionales desde que China e India han mejorado su situación económica convirtiéndose en grandes demandantes de alimentos y desde que otras inversiones se volvieron riesgosas, ha llevado a muchos productores a dejar sembradíos y actividades menos rentables, para sembrar soja. Una tendencia que lleva, en el mediano plazo, a la más peligrosa de las situaciones para un país: el monocultivo. Las medidas impuestas por el ministro de economía y resistidas por el campo, tratan de desalentar mediante la carga impositiva, el excesivo cultivo de soja a la par que aumentar las arcas estatales. Las retenciones, digamos de paso, no son un invento argentino: existen en 40 países actualmente.
Hay que decir para quienes no están en el detalle, que la rentabilidad del campo está relacionada con los factores mencionados, pero también con el precio del dólar y los subsidios a los combustibles que proporciona el gobierno al sector. Esto hace que la ganancia en Argentina con la soja sea superior en un 15,5% a la de Brasil. Por otra parte, en los últimos años la revaloración de la hectárea del campo, ha pasado de 2 mil a 10 mil dólares promedio, capitalización que se convierte en un importante ahorro. Citamos un editorial del diario Clarín, opositor al gobierno:“…conservan (las actividades del campo) un elevado margen de rentabilidad. Incluyendo las retenciones recién dispuestas ese margen supera, ampliamente, el del año pasado y, mucho más, el del 2006. Esto indica que el aumento de los impuestos a la exportación, de ningún modo coloca al campo en una situación crítica. Puede considerarse, por lo tanto, que la medida está teñida de emociones políticas”. Clarísimo y ahorra comentarios.
Pero el gobierno ha tenido sus errores. El principal, no diferenciar la política para el agro de acuerdo al poderío económico: no es lo mismo un productor asociado a la Sociedad Rural, entidad conservadora que auspició todos los golpes militares que hubo en el país, que un pequeño productor que se agrupa en la Federación Agraria. Inexplicablemente, como dijimos, esta entidad se ha asociado con quienes fueron y pueden volver a ser, sus verdugos.
Otro error es la soberbia que desafortunadamente mostró Cristina Fernández de Kirchner en el discurso de esta tarde. La marcha de la alta clase media, respuesta planificada desde hace días, tuvo también adherentes espontáneos. Parte de la población común y corriente que no sabe qué está en juego, tiene miedo a la falta de abastecimiento que ya está ocurriendo tras 16 días de paro. Otros, la mayoría, están cansados de la prepotencia y les supo muy mal el discurso.
Hay desestabilizadores en el sector y ahora las cosas se han puesto negro sobre blanco. Si realmente el campo quiere una solución y no un golpe de estado, debe levantar el paro y el gobierno comprometerse a dialogar buscando una salida para esta eventualidad mientras se discuten las medidas de fondo. Tanto los productores del campo como el gobierno deben mostrar una voluntad negociadora que aún no se ha visto.
Los humanistas sostuvimos en las últimas elecciones la necesidad de una reforma tributaria basada en el principio “quien más gana, más tributa”. Aumentar el impuesto a las ganancias permitiría al gobierno bajar algunas retenciones. Hay trabajos sobre la materia para quienes se interesen, por ejemplo, el de Guillermo Sullings, titulado “Opiniones sobre el paro agropecuario”, 5 de diciembre de 2006, en ocasión de otro paro y, por cierto, vigente para este.
Las acciones de hoy martes, han tenido el tufillo de los sucesos del año 1955: los “gorilas” (el anti peronismo) produjeron una división en la sociedad que arrastró a la clase media tras el carro de los ricos. Del otro lado, los pobres, los “cabecitas negras”. Una formidable división en dos de la sociedad argentina. Lo que han logrado en Venezuela. Lo que conviene a los Estados Unidos. Lo que no queremos que vuelva a ocurrir.
Fuente: Blog: www.luisammann.com.ar [ Biografía ]