A fines de Abril nuestra ciudad quedó empapelada de afiches casi misteriosos que daban a primera vista solamente tres datos: SILO, 4 de Mayo, Punta de Vacas. Fueron los humanistas rosarinos invitando a la primera Celebración Anual de El Mensaje de Silo. Punta de Vacas en un inhóspito paraje a unos 180 Km de Mendoza por la ruta internacional hacia Chile. A pesar de ser un día de semana, lejos, frío y a más de 2500 metros de altura, más de 5000 personas llegaron a escuchar El Mensaje … Hubo bastante repercución en la prensa argentina y chilena sobre todo en los diarios nacionales como Clarin, La Nacion, La Prensa, Página 12 entre otros medios y, claro, en Los Andes y Diario Uno, ambos de Mendoza que dedicaron sus tapas a cubrir el evento.
También en Chile el impacto fue grande. Para dar una idea de la repercusión general, elegimos para transcribir aquí una de las notas más completas y documentadas que encontramos. Escrita por Iván Valdés, un joven cronista chileno que, según dice, por primera vez toma contacto cercano con los humanistas:
El mensaje de Silo a los humanistas del mundo
«Hemos fracasado… ¡ pero insistimos porque tenemos fe en el ser humano !»
Hay un hito metálico clavado en el corazón de la cordillera. Es el lugar donde el mítico Silo se dirige en escasas y escogidas ocasiones a sus seguidores de todo el mundo, el lugar donde entrega su mensaje de paz, de no violencia, de esperanza y espiritualidad, su mensaje de lucha y «humanización» planetaria.
Un viaje a otra dimensión. En medio de las imponentes cumbres cordilleranas, a más de 2.500 metros de altura, a decenas de kilómetros de cualquier parte, con un suelo de roca, un cielo de sol terrible y un furioso viento polar… allí me encontré con más de cinco mil humanistas de todo el mundo que asistieron al llamado de su líder espiritual. Un momento que de seguro se marcará a fuego en la historia personal de estos misioneros de naranja que quieren cambiar el mundo sin disparar un tiro. Había magia en el ambiente, había convicción y mística, había energía golpeando el corazón de los convencidos, había familiaridad, había decisión y había cariño… pero tal vez por sobre todo y a pesar de todo, había esperanza.
Algunos dicen que son hippies trasnochados; otros, que son una secta, que son nihilistas, revolucionarios originales, sólo activos amantes del ser humano, volados empedernidos, niños con plata jugando a ser «comunidad», o quizás todo junto. Tal vez ni siquiera ellos mismos puedan definirse con total claridad, pero quien haya estado presente alguna vez en ese encuentro místico en «Punta de Vaca» no dudará en afirmar que estos tipos que se denominan «humanistas» tienen el corazón puesto en su causa: la causa de construir un mundo mejor. Cuestión no menor: después de todo, son pocos los grupos que pueden decir lo mismo.
En viaje
El viaje fue «largo y duro». Aquel día me zambullí en los humanistas, pasé por ser uno de ellos y fue simpático. A las 4 A.M., ¡sí a las cuatro de la madrugada!, nos juntamos en la Plaza Italia para abordar uno de los 40 buses que nos esperaban para transportarnos al lugar de encuentro: la localidad de Punta de Vaca en la cordillera argentina, a 192 kilómetros de Santiago y 176 de Mendoza. Debo confesar que mientras caminaba bajo el implacable sueño de la madrugada en día de semana cometí la herejía de maldecir a Silo y a mi editor.
Al subir al bus me topé con la típica «onda humanista»: todos conversaban y compartían sus meriendas, entre las bromas siempre había alguna conversación elevada cruzando entre los asientos. Partimos como a las cinco de la mañana en una larga procesión de buses, todos llenos de una variopinta carga de siloístas: niños, jóvenes, ancianos, hijos, padres, rubios, gordos, formales, hippies, niñas lindas y niñas simpáticas, cesantes, obreros, burgueses y pudientes… un revoltijo que quizás sólo exista en este grupo. Pero todos eran –o parecían ser- simpáticos, solidarios y con una clara vocación de trascendencia. A las horas de viaje se sumaron las terribles horas de papeleo fronterizo y, al final llegamos de los últimos, casi ya al mediodía.
Había algo de emotiva tensión en el ambiente. Después de todo, en el casi medio siglo de existencia de este movimiento el líder espiritual, el argentino Mario Rodríguez Cobos, más conocido como Silo, sólo había hablado dos veces en Punta de Vaca –en 1969 y 1999- y nos aprontábamos a presenciar la tercera. Estábamos ante un hecho histórico para los humanistas.
El lugar es una estrecha planicie en medio de las montañas. Hay un pequeño montículo que es donde Silo hizo sus dos locuciones anteriores, lugar demarcado con un enorme pilar metálico que tiene grabado «1969-1999». El sitio estaba lleno de fervorosos –más de cinco mil personas- que saludaban con aplausos y gritos a quienes recién llegábamos. Banderas de los más diversos países y otras de colores ondeaban con el viento. Había lienzos y estandartes con Silo y el Movimiento Humanista.
El encuentro
Todos estábamos expectantes, una abundante prensa rodeaba el podio natural donde hablaría el líder. El fervor de la multitud precedió a la aparición de «El Negro», como le dicen de cariño. Antes de iniciar su esperado discurso, se pasó por altoparlantes extractos de los dos discursos anteriores.
Tras unos breves saludos, Silo comenzó a hablar: «Hemos fracasado, pero insistimos en nuestro proyecto de humanización del mundo. Hemos fracasado y seguiremos fracasando una y mil veces porque montamos en las alas de un pájaro llamado intento, que vuela sobre las frustraciones, las debilidades y las pequeñeces. Es la fe en nuestro destino, es la fe en la justicia de nuestra acción, es la fe en nosotros mismos, es la fe en el ser humano la fuerza que anima nuestro vuelo».
El gran momento había comenzado y comenzó la catarsis humanista. La gente lloraba, saboreaba con sus labios las palabras del líder, cerraban los ojos y ponían sus manos sobre sus pechos, como si las frases de Silo golpearan directa y dolorosamente sus corazones.
Silo hizo un llamado a continuar la lucha por «humanizar» la tierra, por superar este sistema bárbaro que nos gobierna, por no perder la esperanza a pesar de las caídas, por creer y construir un mundo mejor en cada acto, en cada dicho, en cada acción de nuestra vida, porque sólo en la medida que podamos cambiar nosotros mismos y nuestro entorno podremos cambiar el mundo. Tras finalizar, la multitud alzó sus brazos y con los dedos pulgar, índice y mayor extendidos gritaban «Paz, fuerza y alegría». Fue todo un momento.
Luego vinieron las ceremonias, las que fueron guiadas por otras dos personas.
La primera fue de «Imposición», que busca que «La Fuerza» se manifieste en el cuerpo, que la gente se concentre y guíe esa energía para enfrentar algún problema específico. Luego vino la ceremonia de «Bienestar», que pretende enfocar esa energía a otras personas, seres queridos o alguien que esté enfrentando dificultades. La tercera ceremonia fue la de «Protección», una suerte de bautizo que inicia a los niños en la comunidad y a través de la cual la comunidad se compromete a hacerse cargo de esos niños en caso que algo suceda con sus padres. Rato después del acto y en círculos más íntimos, se oficiaron algunas ceremonias de «Matrimonio», en donde las parejas asumen su compromiso de unión ante la comunidad.
Así terminó mi visita al mensaje de Silo a los humanistas del mundo. Ciertamente, un momento memorable para todos los que lo vivimos, más allá si se es humanista o no. Un momento místico y emotivo, algo extraño para los no iniciados, lleno de ritos y códigos, lleno de significados y también de compromisos.
Una mirada a la promesa humanista de revolución. Pero una revolución especial, casi inverosímil, la revolución incruenta de Silo, aquella que debiera tener su principio y final en eso que algunos llaman «el corazón de los seres humanos». Una revolución sin «contras», sin tomas por asalto, sin áreas de propiedad… ¿Esto será posible?: nadie lo sabe, sólo la historia lo dirá. Pero tal vez sea bueno para la humanidad el sólo hecho de que alguien lo intente.
Fotos y texto: Iván Valdés
Audio escuchado en el acto:
4 de mayo de 1969
El sufrimiento de tu mente puede retroceder ante el amor
«Es violencia cuando niegas trabajo o cierras las puertas o despides a alguien, por no ser de tu propia religión. ¿No es acaso violencia religiosa cercar a aquel que no comulga con tus principios, por medio de la difamación. Cercarlo en su familia, ante su gente querida, porque no comulga con tu religión?
Hay otras formas de violencia, que son las impuestas por la moral filistea. Tú quieres imponer una forma de vida a otro, tú quieres imponer tu vocación al otro, pero quién te ha dicho a ti que eres un ejemplo que debe seguirse, ¡quién te ha dicho que puedes imponer una forma de vida porque a ti te place! Dónde está el molde y dónde está el tipo para que tú lo impongas. He ahí otra forma de violencia.
Unicamente puedes acabar con la violencia en ti y en los demás y en el mundo que te rodea, por la acción interna y la meditación interna. No hay falsas puertas para acabar con la violencia. Este mundo está por estallar y no hay forma de acabar con la violencia. No busques falsas puertas, no hay política que pueda solucionar este afán de violencia enloquecido, no hay partido ni movimiento en el planeta que pueda acabar con la violencia. No hay falsas salidas para la violencia en el mundo.
(…) Hay un sufrimiento que se produce en ti merced a la enfermedad, y ese sufrimiento puede retroceder gracias al avance de la ciencia, así como el hambre puede retroceder pero gracias al imperio de la justicia.
Hay un tipo de sufrimiento que no puede retroceder frente al avance de la ciencia ni frente al avance de la justicia. Este tipo de sufrimiento, que es estrictamente de tu mente, retrocede frente a la fe, frente a la alegría de vivir, frente al amor».
4 de mayo de 1999
Trata a los demás como quieres que te traten
«En primer lugar: la ubicación del ser humano como valor y preocupación central, de tal modo que nada esté por encima del ser humano y que ningún ser humano esté por encima del otro.
En segundo lugar: reafirma la igualdad entre todas las personas, y por tanto trabaja por la superación de la simple formalidad de iguales derechos ante la ley para avanzar hacia un mundo de iguales oportunidades para todos.
En tercer lugar: reconoce la diversidad personal y cultural y por tanto afirma las características propias de cada pueblo, condenando toda discriminación que se realiza en razón de la diferencia económica, racial, étnica y cultural.
En cuarto lugar: auspicia toda tendencia al desarrollo del conocimiento por encima de las limitaciones impuestas al pensamiento, a prejuicios aceptados como verdades absolutas o inmutables.
En quinto lugar: repudia toda forma de violencia, entendiendo por ésta no sólo la violencia física como único sector, sino como violencia económica, violencia racial, a la violencia religiosa, a la violencia moral y sicológica como casos cotidianos arraigados en todas las regiones del planeta.
Estas propuestas caracterizan nuestro pensamiento y nuestra acción en los aspectos más generales.
Al mismo tiempo, estas propuestas terminan configurando un estilo de vida y un modo de relación del más alto valor moral que puede expresarse en esta frase: trata a los demás como quieres que te traten.
Por último, se debe destacar, como determinante en nuestro comportamiento la participación en todos los campos, a fin de llevar adelante las propuestas antes mencionadas. Participar en las áreas de lo cultural, lo social y lo político, con el valor, la energía y tenacidad que seamos capaces».
4 de mayo de 2004
Tenemos fe en la justicia de nuestra acción
«Hemos fracasado, pero insistimos en nuestro proyecto de humanización del mundo. Hemos fracasado y seguiremos fracasando una y mil veces porque montamos en las alas de un pájaro llamado intento, que vuela sobre las frustraciones, las debilidades y las pequeñeces. Es la fe en nuestro destino, es la fe en la justicia de nuestra acción, es la fe en nosotros mismos, es la fe en el ser humano la fuerza que anima nuestro vuelo.
Porque no es el fin de la historia, ni el fin de las ideas, ni el fin del hombre, porque no es tampoco el triunfo definitivo de la maldad y la manipulación. Por eso es que podemos siempre intentar cambiar las cosas y cambiarnos nosotros mismos.
Este es el intento que vale la pena vivir, porque es la continuación de las mejores aspiraciones de la gente buena que nos ha precedido. Es el intento que vale la pena vivir porque es el antecedente de las futuras generaciones que transformará al mundo.
Dos grandes almas que lucharon contra la discriminación y la injusticia acompañan nuestro encuentro, guías inspiradores de la no violencia: Mahatma Ghandi y Luther King supieron del fracaso, pero jamás cejaron en su intento, han de estar muy presentes en nuestra mente y nuestro corazón.
En este desgraciado mundo en que la fuerza y la injusticia de enseñorean por campos y ciudades, ¿cómo es que se piensa acabar con la violencia? Tal vez piensen que son un ejemplo inspirador de las nuevas generaciones, cuando disfrazados de videojuegos despotrican contra el mundo, cuando amenazan en la peor muestra de matonaje, cuando finalmente envían a sus muchachos a invadir, a matar y a morir en tierras lejanas. ¡Este no es un buen camino ni un buen ejemplo!
Tal vez piensen que volver a las primitivas prácticas de la pena de muerte, será un gran ejemplo social. Tal vez piensen que penalizando progresivamente el delito cometido por niños desaparecerá el delito o desaparecerán los niños. Tal vez crean que trasladando la práctica de la mano dura a las calles, las calles serán seguras. Con un enfoque violento de la violencia no resultará la paz.
No resultará la paz desde esta visión zoológica de la vida que propicia la lucha por la supervivencia, la lucha por el predominio del más apto. No resultará ese mito, no resultará la paz manipulando las palabras o censurando la genuina denuncia que se hace contra todo atropello, contra toda atrocidad que se comete contra los seres humanos».
fuente: Iván Valdés, http://www.elsiglo.cl/
Versiones extractadas y títulos de la redacción.
Sitio oficial de El Mensaje de Silo: www.silo.net