En las tribunas los afortunados que consiguieron una entrada, en el Fan Fest los que, resignados, hicieron largas colas para vivir el partido en la fiesta que organiza la FIFA, y en las calles, los que no pudieron ni una cosa ni la otra. Todos festejaron y se miraron, incrédulos, ante cada genialidad de Lionel Messi.
Fueron más de cien mil fanáticos los que llegaron a esta ciudad y la convirtieron en un pedazo de Argentina. Por cercanía, por costumbres, las calles de Porto Alegre fueron celestes y blancas y el escenario perfecto para la celebración por el triunfo frente a Nigeria, que aseguró el primer lugar en el grupo F.
Con los primeros rayos de sol, los miles de argentinos que acamparon en el parque Farroupilha y otros dispersos por la ciudad, comenzaron a caminar en dirección al estadio con la ilusión, a esa altura casi ingenua, de conseguir una entrada.
Más tarde, otros resignados hicieron filas de hasta siete cuadras para tener su lugar en el Fan Fest y seguir el partido por las pantallas gigantes del espacio en el que la FIFA monta una fiesta para los hinchas de todos los países.
Llegó la hora del partido y en las tribunas, como cada vez que juega Argentina en Brasil, predominó el celeste y el blanco, al igual que en las calles, pero también hubo mucho rojo, porque los fanáticos del Inter no quisieron perderse de ver a Messi y compañía y se hicieron notar.
Messi fue el dueño de los estados de ánimo de los hinchas. Cuando él apareció, las tribunas rugieron. Con sus goles y jugadas explosivas encendió siempre a los hinchas, que de a ratos miraban en silencio, preocupados por los recurrentes errores del equipo.
El final, por suerte para Argentina, fue el mismo que en Río de Janeiro y en Belo Horizonte. Las camisetas, los gorros y las banderas flamearon por encima de las cabezas de los hinchas, que siguieron festejando una vez que terminó el encuentro.
FG_AUTHORS: La Capital – Ovación