
Es difícil comprender lo profundamente que nos afecta a todos la discriminación y el alcance que pueden tener sus consecuencias.
Por David Andersson. Pressenza.com
En el fondo, la discriminación se basa en una estructura jerárquica y sentenciosa que determina nuestra forma de percibir el mundo e interactuar con él. Se convierte en un filtro inconsciente a través del cual se organizan nuestras mentes, creando fronteras que limitan nuestra comprensión de los demás. La discriminación afecta no sólo a la forma en que interactuamos con los demás -el «nosotros» y el «ellos»-, sino también a la forma en que percibimos las ideas que difieren de lo que nos han enseñado.
Una forma de entender nuestro momento actual es examinar la discriminación en contra de la investigación inmaterial. Vivimos en un mundo sobrematerializado, donde todo se ha objetivado, dejando poco espacio a las relaciones no transaccionales. Incluso la financiación de la investigación científica se rige principalmente por principios materiales y físicos.
Este sesgo fue captado por Nikola Tesla cuando dijo: «El día que la ciencia empiece a estudiar los fenómenos no físicos, avanzará más en una década que en todos los siglos anteriores de su existencia».
Desde pequeños, estamos condicionados a producir. Los humanos modernos nos hemos convertido en las máquinas de producción por excelencia: producimos bienes, alimentos, medicinas, infraestructuras, tecnología, conocimientos e incluso arte a un ritmo acelerado. Inundamos nuestras vidas de objetos, transacciones e innovaciones, siempre buscando escalar y acelerar el proceso. Sin embargo, rara vez nos detenemos a preguntarnos a dónde nos lleva todo esto. En esta búsqueda incesante, incluso los seres humanos son cosificados, a menudo comparados con la inteligencia artificial, como si nuestra valía se midiera únicamente por la producción.
El astronauta Edgar Mitchell, al ver la Tierra desde la Luna, describió un profundo cambio de perspectiva: «Desarrollas una conciencia global instantánea, una orientación hacia las personas, una intensa insatisfacción con el estado del mundo y una compulsión por hacer algo al respecto».
La comunidad autista ofrece otra lente esclarecedora a través de la cual examinar nuestros prejuicios materiales. En 2017, se estimaba que el 2,21% de los adultos estadounidenses de entre 18 y 84 años -aproximadamente 5,4 millones de personas- padecían un trastorno del espectro autista. A escala mundial, alrededor del 1% de la población es autista, lo que representa más de 75 millones de personas, según una investigación realizada por los CDC.
Aunque cada vez se reconoce más que el autismo es una forma de neurodiversidad y no un déficit, el estigma y las ideas erróneas siguen creando barreras a la inclusión. Muchas sociedades siguen viendo el autismo como algo que hay que arreglar u ocultar, lo que conduce a la exclusión social y la discriminación. Este estigma impide a muchas personas autistas acceder a los apoyos adecuados, participar plenamente en sus comunidades, establecer relaciones, conseguir empleo y recibir una atención sanitaria adecuada.
El podcast Telepathy Tapes, creado por el director de documentales Ky Dickens, explora la idea de que los niños autistas que no hablan se comunican telepáticamente. Esto desafía la creencia convencional de que la comunicación es únicamente verbal o transaccional. Nos invita a considerar que existen dimensiones de conexión más allá de lo que normalmente reconocemos, espacios que todos podemos experimentar pero que nos cuesta articular.
Imagine por un momento que su perspectiva del mundo se transforma al escuchar de verdad a las personas autistas. ¿Y si reorientáramos nuestra energía hacia el desarrollo de nuevos canales de comunicación que no dependieran de objetos físicos? ¿Y si las experiencias de algunos de nuestros vecinos autistas revelaran que la existencia no se limita al cuerpo y que la comunicación puede trascender la presencia física? Estas ideas apuntan a la posibilidad de una conciencia global a la que todos estamos intrínsecamente conectados, aunque no lo reconozcamos.
Tal vez sea nuestra mentalidad discriminatoria, limitada por el filtro materialista, la que nos frena. No existe una «píldora» contra la discriminación: sólo una profunda motivación para ver más allá de sus límites, lo que puede abrir la puerta a la exploración de los vastos territorios inexplorados de la conexión humana. Un mundo más inclusivo nos espera a todos. Puede que la comunidad autista nos esté mostrando el camino a seguir, si nos atrevemos a escuchar.
David Andersson
PRESSENZA – Humanismo 2025
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