La campaña de donación de órganos implementada durante las elecciones resultó, para sus organizadores, un verdadero éxito. En las cuatro escuelas donde el Centro Unico de Ablación e Implante de Organos (Cudaio) ubicó mesas para que se anotaran los donantes, se llenaron más de 400 fichas… … un promedio que trasladado a todos los establecimientos en que se votó sumaría casi 30 mil voluntades. Pero a ellos se suman los 267 rosarinos que se anotaron llamando al 0800-5554628, del Ministerio de Salud de la Nación.
La actividad local consistió en ubicar una mesa en cuatro escuelas de la ciudad, una correspondiente a cada zona. Cada mesa estaba atendida por dos Jefes y Jefas de Hogar que trabajaron por turno. Ellos distribuían folletería, ofrecían a los votantes inscribirse como donantes y se ocupaban del llenado de las planillas con los datos de los interesados. El donante recibía un pequeño carné que acreditaba su condición de tal, con su firma y la del voluntario de turno.
Las escuelas fueron la Nº1.240, de Mitre al 600, donde se llenaron 140 planillas; la Nº6.394, que reclutó 82 voluntades; la Fray Mamerto Esquiú, de Juan de Garay al 5400, que anotó a 105 donantes, y la República de México, de Warnes al 1000, donde se anotaron unos cien interesados. A ellas se agregaron unas 45 personas que acudieron al Tribunal Electoral, ubicado en Santa Fe y San Martín -donde la mesa quedará instalada por 15 días- otras 20 que llamaron al celular 155.484741 -donde también se recibían llamadas- y por supuesto las 267 que lo hicieron a Buenos Aires.
«Esto fue sólo una experiencia piloto en cuatro escuelas. Con un promedio de cien donantes por cada una, si hubiésemos tenido gente en todas nos hubiéramos acercado a los 30 mil», calculó Perichón.
Si la campaña no fue más masiva fue por la falta de voluntarios. Las autoridades esperan contar con más gente para poder ir a una segunda vuelta.
En las mesas
No había llegado el mediodía y Damián Pastor, colaborador del Cudaio, festejaba las 60 fichas que habían completado en la escuela Nº1.240, de Mitre al 1600.
Allí, en el hall del establecimiento, habían montado la mesa con el cartel del Ministerio de Salud de la Nación donde llamaban a «votar por la vida». Los voluntarios repartían un folleto editado por el Cudaio en el que se explicaba «por qué es tan importante manifestar su voluntad de donar», y se respondían algunos interrogantes que se formula cualquier potencial donante.
Damián celebraba la cantidad de votantes que se acercaban a la mesa, y esperaba que esta proporción creciera cuando, más a la tarde, aparecieran los jóvenes. «A la mañana temprano viene la gente más grande, que suele ser más reacia a la donación. Los jóvenes suelen tener más predisposición», comentó.
Los argumentos de quienes se anotaron apuntaban más que nada a la solidaridad, pero también a la idea de que nadie está exento de necesitar alguna vez un órgano.
«Es un acto generoso», consideró Valeria Minitti después de votar y donar en Mitre al 1600. «No tuve la desgracia de tener un familiar cercano que haya tenido necesidad de recibir un órgano, pero nunca sabés qué te puede pasar. Quizás el día de mañana yo misma o alguien cercano lo necesite», reflexionó esta trabajadora social de 28 años.
Tras ella, María Sofía Pfurr contó que «desde los 18 años, en que tuve posibilidad de determinar esto por mí misma, siempre me interesé por dejar claro que quiero donar mis órganos». Médica pediatra, y también con 28 años, María Sofía siempre intentó convencer a su familia de que siga los mismos pasos, y de hecho, ayer llevó a su hermana hasta la mesa del Cudaio.
Sabrina Barrios, de 20 años, apeló a un razonamiento simple y pragmático: «No sirve de nada que me entierren y que mis órganos terminen desintegrándose adentro de un cajón cuando puedo ayudar a un montón de personas. Cuando uno escucha los testimonios de la gente que pasa por esa situación se da cuenta de lo importante que es donar», abundó.
Mientras Sabrina hablaba con nosotros, una mujer de unos 60 años preguntaba si la donación era excluyente de su voluntad (ya expresada con anterioridad) de ser cremada. Al recibir la explicación de que eran dos cosas absolutamente independientes, se dispuso a llenar la ficha. Lejos del centro, Griselda y Natalia intentaban reclutar voluntades en la escuela Martín J. Thomson, de Presidente Perón al 5400. Allí, la cantidad de donantes era menor a la de la escuela céntrica.
El trabajo no era tan sencillo. Natalia entregaba un folleto que decía «decidí con el corazón, doná tus órganos». Pero muchos ni se lo recibían. «No es fácil. Mucha gente todavía tiene miedo y no entiende bien de qué se trata», comentó, sin bajar los brazos.
La desconfianza y el resquemor no impidieron que Alejandra Carmena, de 27 años, se acercara y sin que mediara sugerencia alguna se dispusiera a llenar la planilla. En sintonía con Sabrina, del centro, ella también se preguntó: «¿Para qué voy a dejar que mis órganos se pudran en un cajón si puedo ayudar?». Como a otros consultados, a Alejandra también la ayudaron a convencerse los medios de comunicación. Y en su caso fue más que nada el Discovery Channel con su programa «Sala de Emergencia».
Así pasó la campaña. Entusiasmados por los resultados, ahora los responsables del Cudaio van por más.