Fuerte presencia peronista en el acto de entrega de viviendas del Plan Hábitat. Ante unas 2.500 personas, el Presidente dijo que con esa ley podrá derivar fondos para la costa rosarina y la autopista a Rosario-Córdoba Fuerte presencia peronista en el acto de entrega de viviendas del Plan Hábitat. Ante unas 2.500 personas, el Presidente dijo que con esa ley podrá derivar fondos para la costa rosarina y la autopista a Rosario-Córdoba
Se esperaban anuncios concretos, pero el presidente Néstor Kirchner sorprendió ayer al decir que si el Congreso nacional le votaba «lo que algunos pícaros llaman los superpoderes» podría «adecuar partidas para hacer la costanera de Rosario» y «dos tramos más» de la autopista a Córdoba. La frase, que formó parte del discurso de Kirchner en el acto de entrega de 232 viviendas del Plan Rosario Hábitat, hizo retumbar los bombos en las tribunas, colmadas del aparato peronista, pero dejó frías a las filas socialistas, renuentes a dar su voto a la ley de administración financiera que tanto reclamó el oficialismo y que se debatía al cierre de esta edición. De todos modos, antes el intendente Miguel Lifschitz ya había agradecido la ayuda de la Nación para el Plan Hábitat, pero no se olvidó de pedir más para poder seguir con las próximas etapas del programa y, «en ocho o diez años», terminar con las villas miseria en la ciudad (ver página 4).
Desde bastante antes que empezara el acto, que largó a las 12.10, el templo evangélico Santuario de Fe (Provincias Unidas al 2000) mostraba casi llenas sus tribunas laterales con la tradicional liturgia peronista, no tan diversa, pero profusamente munida de bombos y carteles. De gremios, como Correos y la Uocra, de municipios vecinos, uno de apoyo a la candidatura de Agustín Rossi y otros con las caras de Evita y Perón.
Bajo las gradas se ubicaron las columnas de Federación, Tierra y Vivienda (FTV), con banderas y pancartas que levantaban la curiosa fórmula de «Kirchner presidente y Binner gobernador». Atrás, se desplegó un gran cartel del Peronismo Universitario de Rosario.
Frente al escenario se ubicaron los asientos para los adjudicatarios de El Eucaliptal, el barrio recién inaugurado del Plan Rosario Hábitat cuyas llaves y escrituras entregarían más tarde durante el acto el propio Kirchner, Lifschitz y el gobernador Jorge Obeid (ver recuadro).
A los costados del escenario se ubicaron los funcionarios y referentes políticos: a la derecha, los del gobierno justicialista provincial; a la izquierda, los de la Municipalidad socialista y los concejales.
Cuando finalmente llegó la comitiva oficial, enfilaron primero hacia el escenario quienes habían viajado con el presidente. Allí estaba Rafael Bielsa, el hombre que si bien no decidió aún su candidatura a gobernador, ayer fue protagonista de un gesto político importante. Sonrió para los flashes, eludió los grabadores, pero no dudó en mostrarse junto a sus potenciales competidores: Agustín Rossi (quien también viajó junto al presidente) y el socialista Hermes Binner.
De la comitiva también formaron parte el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, y el gobernador Jorge Obeid, especialmente invitado a primera hora a Buenos Aires para estar junto a Kirchner. Todos fueron recibidos por Lifschitz a metros del helicóptero.
Discursos con silbatinas
El acto en sí fue breve. Primero habló Lifschitz, con un tono de discurso inusualmente encendido que enfrentó silbatinas de la tribuna izquierda, la más peronista o, al menos, la más ruidosa.
Así y todo, el intendente no se amedrentó. Agradeció la presencia de Kirchner, de la que dijo sentirse «orgulloso» en especial por deberse a la inauguración de un nuevo tramo del Rosario Hábitat. También pasó revista a dramáticos efectos de los años del neoliberalismo, que dejaron «más de cien asentamientos en la periferia y el centro de la ciudad y más de cien mil personas viviendo en condiciones de exclusión social».
Lifschitz se centró además en un «objetivo posible pero ambicioso: soñar con una ciudad sin villas miseria». Y le puso plazo a ese sueño, «de ocho a diez años» para «que todos los habitantes, sean de Rosario o venidos de otras provincias, tengan acceso a una vida digna». Para eso, expresó su confianza en que el gobierno nacional «siga apoyando» al Plan Hábitat en su segunda y tercera etapa.
Antes de que siguieran los discursos, tres familias que vivían en Molino Blanco y fueron relocalizadas en El Eucaliptal recibieron las llaves y escrituras de manos de Kirchner, Obeid y Lifschitz, entre besos y abrazos emocionados.
Después le llegó el turno a Obeid, a quien le tocó soportar la vendetta del FTV, que cantó consignas durante su discurso. El gobernador empezó por recordar que hace más de dos años el propio Kirchner habló de una «Argentina residual» por reconstruir, y contrastó esa realidad con los «42 meses de crecimiento económico ininterrumpido» del que puede enorgullecerse el gobierno, la reformulación de la Corte Suprema, la cancelación de la deuda con el FMI y las obras públicas en marcha.
Cuando le tocó a Kirchner, entonces sí, no hubo silbidos sino aclamación. «Los que me dan fuerza son ustedes, no hay mejor fuerza espiritual que la de un pueblo», bramó, impregnado de cierto misticismo por el lugar del acto.
Pero la frase central, para la que pidió reiteradamente atención, hizo eje en los superpoderes, que el Congreso votaba ayer. «Esta ley, que algunos pícaros llaman superpoderes, la tienen todos los gobiernos provinciales y está bien que la tengan», arrancó, para afirmar que sólo gracias a esa norma podrá «avanzar con rapidez y cristalinidad» en las obras proyectadas que otros, en referencia a la oposición, le «tratan de trabar».
Entre ellas, ya que hablaba en Rosario, Kirchner mencionó «la costanera» de la ciudad, de la que reconoció «que está parada» (en alusión a la obra de los muelles centrales), y «dos tramos más de la ruta 9» (autopista a Córdoba). Los aplausos y bombos recrudecieron. Eso sí: aunque Lifschitz y Binner no congelaron sus sonrisas, obviamente tampoco aplaudieron.
Para los nuevos dueños, «un sueño hecho realidad» Las filas destinadas a los adjudicatarios del Rosario Hábitat que ya se mudaron (o están por hacerlo) desde Molino Blanco a El Eucaliptal estuvieron llenas de chicos, una prueba de que el programa beneficia en su mayoría a familias numerosas. «Todavía no me mudé, nos vamos el 9 de agosto con toda mi familia», contó Antonio Diez (53), padre de tres hijos. «La verdad, nunca pensé que iba a venir el presidente cuando me dieran la casa, pero yo siempre tuve fe de que iba a salir de ahí (por el viejo barrio). Unas filas más atrás, Griselda Fernández (41) le dijo a La Capital que mañana se mudará con sus cinco hijos y un nieto a cargo. «Estoy muy contenta, toda la vida soñé con tener una casa digna para mí y para mis hijos -afirmó-, y no solamente eso: también es una bendición que mis hijos estén estudiando con este proyecto Hábitat, uno ya quedó efectivo con el oficio que le enseñaron y los otros están en pasantías. Por eso, para mí, esto es un sueño hecho realidad».
Lifschitz pidió apoyo para «terminar con las villas» El intendente Miguel Lifschitz aprovechó el acto de ayer para comprometer al gobierno nacional y provincial a seguir avanzando en el programa de urbanización de asentamientos irregulares que desarrolla el municipio. «La lucha contra la pobreza y la exclusión no admite diferencias políticas. Tenemos que estar todos juntos para dar una respuesta, la que merece la gente que más sufre en nuestro país», advirtió el intendente.
Así, Lifschitz se ganó los primeros aplausos de un auditorio que -cargado de militantes peronistas- abiertamente le jugó en contra, silbando gran parte del discurso. Contra esas diferencias, el intendente buscó destacar la importancia de la inauguración de un conjunto de viviendas «que forma parte de un proyecto estratégico para la ciudad», que apunta a «darle una oportunidad a las familias que tienen mayores necesidades».
En este sentido, recordó que Rosario «sufrió las consecuencias de varias décadas de políticas económicas neoliberales» que dejaron más de cien asentamientos en toda la ciudad y a 25 mil familias excluidas. «Por eso hace varios años que tenemos el objetivo de soñar una ciudad sin villas miseria. Hoy estamos completando una primera etapa de esta meta. Ya alcanzamos a casi 7 mil familias, pero no es más que una tercera parte del problema. Por esto tenemos la expectativa de poder encarar una segunda y una tercera etapa, que nos permita en ocho o diez años pensar en tener una ciudad distinta, en la que todos sus habitantes tengan las mismas posibilidades y condiciones de vida».
—- Fuentes: Silvina Dezorzi, Carina Bazzoni y Belén Travesaro, La Capital