La elección del 7 de octubre como Día de Rosario es «arbitraria», «poco representativa de la tradición laica de la ciudad» y, al mismo tiempo, «desconoce a los sectores que, mientras ostentaban posturas fuertemente anticlericales, fundaron las primeras instituciones sociales y políticas rosarinas». En estos tres argumentos se basó un grupo de historiadores locales que propusieron considerar el 5 de agosto -día en que Rosario adquirió su rango de ciudad- como fecha propicia para festejar el Día de Rosario. Y la polémica no es nueva, ya a principios del 1900 surgieron los primeros intentos de desvincular a los actos de la festividad religiosa.
Huérfana de fundador, sin piedra fundamental ni actas notariales, la celebración del Día del Rosario quedó tempranamente vinculada a la celebración del Día de la Virgen del Rosario. De acuerdo a la «Historia de Rosario» de Juan Alvarez, la elección se remonta al siglo XVIII. Y los festejos alcanzaron tanto auge que su organización movilizaba tanto a la curia como a las distintas administraciones comunales que destinaban parte de su presupuesto a la realización de las actividades conmemorativas.
Por supuesto, los historiadores consultados no se desentienden de esta antigua tradición festiva, pero más bien cuestionan el «carácter arbitrario» de la elección y apuntan que el 5 de agosto como fecha institucional sí marca un acontecimiento en la historia de Rosario.
«Este problema lo tienen todas la ciudades latinoamericanas que no han tenido una fundación o un cabildo», advirtió la catedrática Marcela Ternavasio. Entonces, «lo que corresponde es inventar un día que, en realidad, puede ser cualquiera».
No obstante, la autora de «La Revolución del voto. Política y elecciones en Buenos Aires 1810 – 1852», consideró que «viviendo en una sociedad laica, sería preferible celebrar el Día de Rosario en la fecha en que el poblado adquirió su rango de ciudad». O sea, el 5 de agosto. Pero esto representa también otro problema. «Es claro que una ciudad sin tradición fundadora tiene que inventarla, y más allá del gusto personal, creo que en el imaginario popular ya está instalado el 7 de octubre como día de la ciudad. Y no es fácil trocar, en este imaginario, una fecha por otra», aseguró Ternavasio.
Una real connotación histórica
Miriam Stanley, autora de «La Historia de Rosario», analizó que la fecha del 5 de agosto «es mucho más inclusiva, máxime considerando que Rosario es una ciudad que se formó con el aporte de inmigrantes de distintos orígenes y religiones». Aunque coincidió en que «los rosarinos recién se enteraron este año de su importancia».
Idéntica opinión presentó Rafael Ielpi. «Celebrar el Día de Rosario el 5 de agosto tendría una real connotación histórica. La otra fecha representa una adhesión de tipo espiritual de una parte de la comunidad que no son todos los rosarinos», apuntó y si bien se consideró «respetuoso de todos los credos e ideologías» aseguró que «festejar el 5 de agosto sería estar más cerca de empezar a reconocer nuestros propios hitos históricos».
Para la historiadora Alicia Mejías (autora de «Génesis y consolidación de la elite rosarina») las dos fechas «son elecciones posibles». Y estimó que «si bien el 7 de octubre está arraigado en una tradición más prolongada, no hay que desatender la constitución del municipio como principal institución local». En tanto, el profesor Alberto Pla advirtió que conmemorar el 5 de agosto como Día de Rosario «es lo que más corresponde desde el punto de vista institucional», y al mismo tiempo advirtió que los festejos serían más representativos «ya que no todo el mundo comparte las posiciones de la Iglesia».
En este punto, Agustina Prieto, docente de la Facultad de Ciencia Política, fue categórica: «Si algo tiene Rosario de singular es que fue producto de la llegada de gente de distintas tradiciones y culturas y, justamente, fue este grupo el que sentó las bases de las primeras instituciones políticas y sociales de esta ciudad que tuvieron como rasgo distintivo, al menos hasta 1930, su laicisismo. Porque fueron pensadas en contraposición a lo que fueron las primeras elites políticas y sociales santafesinas».
Justamente, en virtud de estos movimientos que no se han llevado nada bien con el tradicionalismo católico, Prieto aseguró que «el 5 de agosto tiene mucho más que ver con la historia de esta ciudad que el Día de la Virgen». Con todo, por ahora la polémica queda abierta.