

Por Boris Koval.
Nikolai Berdiáev, filósofo-teólogo (1874-1948), un significativo representante del pensamiento humanista de Rusia, fue expulsado por los bolcheviques del país en el año 1922 junto con un grupo numeroso de intelectuales eminentes. Las autoridades soviéticas prohibieron la publicación de sus obras, calificando al pensador de escritor burgués reaccionario, más aun tomando en cuenta que vivió emigrado en Francia. Sólo ahora, cuando pasó casi medio siglo de su fallecimiento, Nikolai Berdiáev se hizo prácticamente el ídolo predilecto de los círculos de pensadores rusos, sobre todo de los que unen su suerte a la orientación humanista.
Berdiáev cimentó su concepción religiosa del mundo, pero, sin las formalidades eclesiásticas (más bien fue antieclesiástico), reconociendo la ligazón orgánica del factor absoluto de la libertad eterna, de la voluntad divina con el trabajo creador humano. Tras el místico alemán medieval Jacobo Böhme (1575-1624), opina que la primera categoría constituye una nada, una preexistencia, un abismo (Ungrund) de los que Dios creó al mundo. En las profundidades de la libertad predivina se oculta una oportunidad, el potencial de todo el mundo: de la naturaleza, del hombre, del mal, del bien, del gusano…
Dios-Creador realizó precisamente esa potencia. “La libertad guarda el secreto del mundo. Dios quiso la libertad, de aquí procede la tragedia mundial. La libertad inicial quiere decir la libertad final”.
La síntesis de la nada existente antes de Dios y fuera de Dios, de la creación divina del mundo y del desarrollo del hombre, de su existencia terrestre, es lo que, a decir de Berdiáev, determina la esencia de la misión humana. “La experiencia vital y la lucha espiritual crean la imagen del hombre.
El hombre no es un ser completo, acabado, sino que se forma y se crea concibiendo la vida, experimentado su propia suerte… Mi suerte siempre ha sido una suerte particular, incomparable, sola y única”.
Con razón podemos denominar tal posición un existencialismo humanista.
En el destino, un lugar determinante ocupa la vida espiritual real que surge de las «profundidades de la propia vida primitiva”. El individuo privado de la libertad espiritual no es el hombre creador, sino un hombrecillo, una bestia. Nikolai Berdiáev subraya que el hombre crea su personalidad en el transcurso de toda su existencia, pasando dolores y sufrimientos predestinados. “La personalidad es una constancia alterable”, es decir, que permanece en la dinámica de autodesarrollo y adaptación a las nuevas condiciones de la vida.
La personalidad está por encima de lo común universal y no puede ser parte de algo. Un individuo es parte integrante de la sociedad, mientras la personalidad es algo íntegro y único. De ahí Berdiáev llega a la idea del “personalismo antijerárquico”.
Para él, el hombre es un ser sumamente polarizado, con aspectos de Dios y de bestia, digno y vil, libre y servil. “El hombre es una personalidad que se guía no de acuerdo con su naturaleza, sino con su espíritu. Lo único que hace la naturaleza es formar al individuo”. Berdiáev considera que no es el individuo, sino la personalidad que forma al “centro existencialista del mundo”.
En la personalidad hay mucho de lo genético, tradicional y natural, ya que, precisamente eso constituye no lo “particular” en la personalidad, sino lo “común”, digamos, lo social. En otras palabras, la personalidad no es una categoría biológica o sicológica, sino ética y espiritual.
Según Nikolai Berdiáev, “En el universo rigen tres principios: la previsión, o sea, Dios suprauniversal; la libertad, o sea, el espíritu humano; la suerte, o sea, la naturaleza, surgida y endurecida, procedente de la libertad sombría”.
La unión de esas fuerzas entraña la energía de toda la existencia del hombre. No es fácil afirmar si Berdiáev iguala la potencia de esos tres principios. Es evidente todo en uno: Dios y el hombre existen aunados en un complejo único. Con esa confesión suya Berdiáev rompe la ortodoxia cristiana, mas en beneficio del hombre. Berdiáev declara abiertamente: “Opto decididamente por la filosofía que afirma la primacía de la libertad sobre la existencia, la primacía del sujeto existencial sobre el mundo objetivado, opto por conceptos de dualismo, voluntarismo, dinamismo, activismo creador, personalismo, antropologismo, filosofía del ánimo.
Precisamente “el activismo creador” de la personalidad es lo que determina la superioridad de la libertad espiritual sobre la existencia como la subsistencia física. Así es el criterio del humanismo de Berdiáev. “Cada hombre por su naturaleza interna es un reino enorme: microcosmos, en el que se refleja y permanece todo el mundo real y todas las grandes épocas históricas; no es un trozo del orbe en el que se abarque ese pedacito pequeño, sino que se manifiesta un gran mundo …”
Sin embargo, la suerte de la vida terrestre refleja la unidad del enigma de la necesidad divina y de la libertad humana. De aquí Berdiáev llega a su concepto principal: la idea del Hombre-Dios, engendro de Dios en el Hombre y del Hombre en Dios. De esa manera el principio existencial-terrestre se aúna con la Providencia Divina.
Tal comunión reposa basada en el enigma de la naturaleza biúnica de Cristo: Hombre-Dios. “La fuente de la libertad, opina Berdiáev, está encerrada en Dios, pero no en el Dios-Padre, sino en el Dios-Hijo. El Hijo no es solamente Dios, sino también el hombre, hombre absoluto, hombre espiritual, hombre de siempre… La libertad del Hijo constituye la fuente de la libertad de todo el género humano…, ése es el secreto de la Humanidad Divina, el secreto de dos naturalezas unidas en Cristo, y, en consecuencia, dos naturalezas acumuladas en el hombre.
Esa conclusión muestra el enfoque particular del eminente filósofo ruso en cuanto al entendimiento de la esencia interior de la vida futura y perfeccionada del hombre, la que presupone la presencia de un contenido suprapersonal, y la obsesión por lograr una época de Humanidad Divina.
Nikolai Berdiáev aborda problemas terrestres triviales de la existencia social tomando como base aquel elevado principio. “La esencia de la existencia humana está entrelazada con la liberación del hombre, de la personalidad capaz de apoderarse del mundo, estado, nación, una idea o pensamiento abstractos, sujeto directamente al Dios vivo”. Aquí Berdiáev aparece como defensor absoluto de la libertad interior de la personalidad, de su independencia de cualesquiera que sean los imperativos externos: tabú, moral, masividad, socium, imperativo de Kant, ley, razonamiento práctico. El personalismo completo, el anarquismo, el trabajo creador, en eso consiste la esencia de la existencia: no el obedecer irreflexivo a ciegas a nadie, ni tampoco a nada, sólo a Dios y a sí mismo, a su propia voluntad de liberarse…
Claro, eso no equivale a la desobediencia espontánea, revuelta y desenfrenada. Se trata de la libertad superior del espíritu, sin instintos viles.
La lucha interna en el hombre es la lucha de los contrarios; sólo el propio hombre es capaz de entender y ponerlo en orden racional.
Ése es el concepto existencial y humanista del hombre y su destino propalado por Nikolai Berdiáev. El filósofo cree en el hombre, llamándolo a avanzar a las alturas del espíritu auténticamente libre, de la voluntad libre y de la mentalidad libre.
Así es el fundamento con que Berdiáev aprecia el carácter y los límites de motivaciones humanistas en las obras de Lutero, Hegel, Feuerbach, Marx,
Nietzsche y de otros pensadores eminentes. Llama la atención su calificación de los límites (limitaciones) del humanismo de Marx y Hegel. Las concepciones de Marx, según él, fueron humanistas, sobre todo en cuanto a desenmascarar la alienación del hombre y a convertirlo al trabajador en un objeto (Verdinglichung) en la época del capitalismo. No obstante, apenas “lo humano se afirma como lo único y lo superior y se niega lo divino, ello empieza a rechazarse y subordinarse a lo común, sea lo único de Schweitner, sea el colectivo social de Marx”.
En opinión de Berdiáev, la restricción del humanismo de Nietzsche es de otra índole. Reconoce que para Nietzsche el superhombre no es otra cosa que el “sinónimo de lo divino”. Aquí se desenvuelve la dialéctica limitada de lo divino y lo humano. Nietzsche encarna la sangre de la misma sangre, una rama del mismo tronco que constituye el humanismo europeo. Pero, él rechaza al hombre. Para él el hombre es nada más que una vergüenza y una deshonra en el traspaso hacia una nueva raza del superhombre… El superhombre resulta privado de lo divino y de lo humano.”
El propio Berdiáev quisiera pasar por alto todos los límites del humanismo y ofrecer su propio superhumanismo, que es la idea del “Hombre-Dios”, la unión de lo humano y lo divino. No se trataba de la fe, ni de la obediencia servil a Dios y a la Providencia, sino de la actividad creadora del hombre que superaría a lo bestial de su desarrollo y se animaría con la idea de la libertad, de lo suprapersonal, espiritual y moral, o sea, del interés humano, de la intención, del progreso.
Es obvio que las concepciones de Nietzsche y Berdiáev resultan parecidas en mucho, a pesar de que el primero rechaza a Dios, mientras el segundo busca el apoyo en el cielo; el uno quiere convertir al hombre en Dios, en tanto el otro trata de aunar lo divino y lo humano en un solo ser. En ambos casos nos enfrentamos con meditaciones precisamente humanistas sobre la vida y el hombre, con búsquedas de un nuevo concepto humanista del porvenir. Cada uno tiene sus límites; sería ingenuo creer que hay (o pueda haber) una modalidad única y absoluta de la concepción del mundo humanista.
El humanismo abarca una noción muy amplia y rica, al igual que la propia vida.
Permanece desarrollándose y enriqueciéndose, formando un Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, poderoso y prolífico de verdor perenne. Cada cual puede gustar de sus frutas.
En Rusia la concepción humanista echó raíces hace mucho tiempo. Se evidenció más que nada en las obras literarias de Pushkin, Tolstoy, Lérmontov, Dostoievsky y de muchos otros. Los filósofos rusos también dejaron su vestigio reluciente; Berdiáev ocupa un lugar particular entre estos últimos. Su herencia humanista es enorme y rica en ideas originales, impregnada, en primer lugar, de espíritu religioso y nacional ruso. Opinamos que precisamente en ello radican las fuentes de la concepción de Berdiáev sobre el Hombre-Dios y sobre la existencia terrestre humana en el porvenir.
Moscú. Diciembre de 1995.
Fuente: Instituto Humanista de Pronosticación Sistémica
Autor: Instituto hps