Al asumir, el Presidente electo Obama se halla ante una larga lista de enormes desafíos, desde la recuperación económica hasta los servicios de salud, Irak, Afganistán y el calentamiento global. El desarme nuclear está muy lejos del primer lugar en esa agenda. Debería ser el número 1.
Por Chris Wells*
Una noche, el año pasado, tuve la oportunidad de ver un breve video hecho por la Nuclear Age Peace Foundation (Fundación Paz en la Era Nuclear). Como un modo de ilustrar el impacto de una detonación nuclear, el video mostraba un mapa de Times Square, en la ciudad de Nueva York.
Tenía un punto negro para marcar la potencial «zona cero» que resultó estar a unas pocas cuadras de mi departamento.
A medida que caía en cuenta de las implicancias de esto, sentí la presencia de mis hijos durmiendo en la habitación de al lado, sus cuerpos desprotegidos y, en ese momento, se volvió menos abstracta, más de carne y hueso, mi impresión sobre la realidad de las armas nucleares.
No nos gusta pensarlo. La idea de un ataque nuclear, la devastación y el sufrimiento indescriptible que desataría, es profundamente perturbador. Ni hablemos de la posibilidad de escalada. Dada la cantidad actual de ojivas nucleares, es concreta la capacidad de destruir la vida en la Tierra (varias veces). Es comprensible, por lo tanto, que esto resulte difícil y desagradable de imaginar, casi impensable.
Sin embargo y sin llegar a la histeria, es esencial que tomemos conciencia de esta grave amenaza para la humanidad y asumamos la tarea de trabajar por la eliminación de las armas nucleares con toda la urgencia que la situación exige.
Aunque es difícil imaginar que realmente pueda usarse un arma nuclear, la posibilidad es muy real. La violencia estalla en Medio Oriente. Las tensiones se elevan entre India y Pakistán (ambas potencias nucleares)
Miles de misiles están listos para ser lanzados automáticamente en caso de alerta: el mero accidente podría desatar la guerra nuclear. Sin hablar de la aterradora posibilidad de una «bomba en un maletín».
La necesidad de superar la amenaza de destrucción nuclear es mucho más urgente que el cambio climático (que también es muy grave) y debería ser la prioridad # 1 de las potencias nucleares. Estados Unidos puede y debe desempeñar un rol de liderazgo crucial. Poniendo fin a la postura de Estados Unidos en los últimos tiempos de frenar el progreso, el equipo de Obama podría impulsar un audaz proceso internacional por el desarme progresivo, con el claro objetivo de eliminar todas las armas nucleares lo antes posible. En ese contexto, también será posible la cooperación internacional para el control de las armas nucleares «que andan sueltas», los materiales y la proliferación nuclear.
Si bien los gobiernos deben hacer su parte, las iniciativas de la base social como la Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia son muy importantes para crear conciencia. Esta conciencia entre los pueblos del mundo podría ser decisiva para priorizar el desarme, de la misma manera que el calentamiento global tiene ya un lugar en la conciencia colectiva.
Cuando nos imaginamos un ataque nuclear – si lo hacemos – tendemos a pensar que va a pasar «en algún otro lado». Esa noche, el año pasado, me di cuenta de que era una ilusión. Podría ocurrir aquí en mi barrio. Podría ocurrir en cualquier parte. Y así como no quiero ningún daño para mis hijos, tampoco lo quiero para el hijo de ningún otro padre. Si enfrentamos el impensable peligro nuclear, podemos dar a nuestros hijos y nietos un mundo sin estas monstruosas armas y, tal vez, abrir el camino a la reducción de las armas convencionales y del militarismo también.
* Chris Wells: Es Vocero para Norte-Améríca del Nuevo Humanismo. Fue editor de Chelsea Journal y actualmente es actor profesional. Vive en Nueva York con su esposa y dos hijos.
Fuente: Pressenza IPA
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