Los dueños de varios bares intentaron disuadir, pero igual la gente prendió sus cigarrillos. En algunos ya no hay ceniceros en las mesas, en otros hubo discusiones entre clientes. Reinó la confusión.
En el bar el Cairo los parroquianos se olvidaron ayer de la ley. |
La ley provincial que prohíbe fumar en bares, restaurantes, hoteles y lugares cerrados de atención al público, públicos y privados, debutó ayer con un bajísimo acatamiento en Rosario. Al menos en 26 bares y restobares, la gente fumó casi como siempre. Lo de «casi» se debe a que algunos locales quitaron los ceniceros de las mesas y hasta fotocopiaron titulares de los diarios anunciando que ayer la ley entraba en vigencia. Sin embargo, los clientes -y más los habitués- sacaron sus atados de cigarrillos para probar: si pasaba, pasaba. Y en algunos casos no pasó, pero sobre todo por quejas de sus vecinos. Entre los dueños, los argumentos más frecuentes apuntaron a que, con media población fumadora, tener un bar que prohíba el pucho es un contrasentido y no están dispuestos a pelearse con sus clientes. Más de uno, además, se preguntó por qué no puede haber bares libres de humo y otros para fumadores y gente que tolere el humo a conciencia. «El que quiere entra y el que no, no», esgrimieron.
La norma entró en vigencia con una situación muy particular: sin que quedara claro cuál será la sanción si no se cumple y para quién, al punto de que la Legislatura deberá aprobar una ley complementaria para fijar esos términos, pero no antes de marzo o abril. «Poné que esta es una ley pelotuda porque es incumplible», gritó el cliente de un bar al escuchar el diálogo que sobre el tema mantenía este diario con el dueño del local.
La recorrida para ver si se cumplía la norma en su primer día de vigencia incluyó 26 bares del centro y la zona oeste de la ciudad. Sobre ese total, en cinco dijeron haber comunicado a los clientes que no se permitiría fumar. Y de éstos, al menos en uno bastó mirar alrededor para ver que no les habían hecho caso. En síntesis: en casi el 90 por ciento de los locales visitados hubo gente fumando. Aun así no fueron mayoría, como ya estipula la ordenanza municipal vigente, que reserva el 70 por ciento del espacio a no fumadores.
De todos modos, los propietarios de muchos bares tomaron algunos recaudos políticamente correctos: retiraron los ceniceros, algunos pocos también los carteles que indicaban «sector para fumadores» y en dos colgaron fotocopias de diarios con el titular «Desde el lunes (por ayer) no se podrá fumar en los bares». A metros, sin embargo, hubo fumadores.
Los dueños argumentaron por qué, por ahora, no harán cumplir a rajatabla la ley o por qué ven difícil que se cumpla.
Entre las razones figuraron: porque aún no se fijaron sanciones para quienes la contravengan, porque pierden «la mitad» de la clientela, porque es «discriminatoria», porque la provincia no les «bajó ni una línea» y si no fuera por los medios de comunicación no se habrían enterado de los alcances de la ley, porque hay «cosas más importantes de qué ocuparse, como los pibitos que fuman y aspiran en plena calle sin que nadie haga nada». En otro caso, un viejo billar, el dueño sentenció: «Si les digo que no fumen, me echan a patadas».
Como contrapartida, nadie se hizo totalmente el distraído. Es decir, en la mayoría de los bares se sacaron los ceniceros (aunque quedaron a la vista en barras y mostradores para quienes los pidan) y carteles de «sector para fumadores», que en ciertos casos reemplazaron por los de «prohibido fumar», y «conversaron» con los clientes para que no prendieran cigarrillos adentro. Quienes optaron por esto se quejaron de que varios habitués directamente abandonaron el bar.
En sólo cuatro de los locales recorridos fueron aun más lejos. «Si existe una ley, existe una ley», dijeron en El Olimpo, «sorprendidos» por cómo se acató la norma. En Constitución Restobar, de Echesortu, también «bajaron la orden de no fumar y nadie la objetó». Y tanto en el bar Capuchino, de Sarmiento y Urquiza, como el César, de Corrientes y San Lorenzo, juraron que no se fumó.
Según el relato de los dueños, quienes más rigurosos se pusieron no fueron ellos, sino los clientes no fumadores. Y en más de una ocasión terminó en discusiones. «Que se maten entre ellos», razonó Gustavo, mozo de un bar de Echesortu, cuyo dueño a la vez sentenciaba: «Acá fumaron tempranito, hasta que me despabilé y puse cara de bulldog. De todas formas, ¿sabés cuánto va a durar esta ley?».
Más que sancionar, quieren que la norma se difunda
El primer día de vigencia de la ley antitabaco se cumplió en un contexto de incertidumbre por los alcances de la norma y las eventuales sanciones para quienes la incumplan. Lo que sostienen tanto la provincia como el municipio es que habrá que intensificar las campañas de difusión.
El subsecretario de Gobierno municipal, Fernando Asegurado, sostuvo que ayer siguieron las inspecciones de rutina para ver si se cumplen las ordenanzas antipucho vigentes en la ciudad desde hace años, pero no se controló específicamente si se acataba o no la nueva ley porque faltó articular con la provincia una serie de pasos.
Por ejemplo, el gobierno de Santa Fe puede delegar en los municipios los controles, pero formalmente eso aún no ocurrió, y tampoco se extendieron los certificados específicos que debe otorgar a los inspectores el Ministerio de Salud. «Para nuestras ordenanzas tuvimos años de campañas de difusión, concientización y hasta de rehabilitación de fumadores, quizá con la ley falta un poco de eso», dijo Asegurado.
Y desde la provincia, el subsecretario legal y técnico de la cartera sanitaria, Carlos Dulong, confirmó que se intensificará esa tarea. «La ley no tiene un sentido sancionatorio, sino sobre todo educativo», afirmó, porque «no hay que esperar sanciones para portarse bien y respetar las normas de convivencia», dijo, a la vez que exhortó a poner «una cuotita de racionalidad».
De todos modos, el funcionario recordó que cualquier ciudadano puede denunciar ante un juzgado de faltas provincial el incumplimiento de la ley.
Fuente: diario La Capital