Como el vaso de agua, al que la mitad lo ve medio lleno y la otra medio vacío, así, varios empresarios, comerciantes y directivos locales prestan testimonios disímiles acerca de si el humor de la gente logró un avance y resulta un tanto más favorable que meses atrás. A la observación de algunos de que hay menos protestas, otros responden que lo que existe es mayor resignación. Ciertas cuestiones parecen estar claras: los cortes de calles, quemas de cubiertas, cacerolazos frente a los bancos, son menos reiterados. El centro de Rosario, lejos todavía de lo que puede llegar a dar, muestra una reacción alentadora con la apertura de varios locales, en su mayoría para venta de ropa. La proliferación de ferias en la ciudad generaron cierto movimiento en algunas zonas y la estimulación de decenas de artesanos, costureros y desde ayer a los trabajadores de huertas.
No puede comprobarse, en cambio, si la recuperación agrícola que está generando hasta euforia en localidades del sur provincial -se estarían vendiendo más equipos de campo que los que se pueden entregar- contagia efectiva y aunque sea mínimamente una porción de Rosario, ciudad emparentada con la agroindustria.
Roberto Paladini (industria frigorífica), Ernesto Aita (bicicletas), Samuel Rosenbaum (Natalio Automotores), por citar a tres de los más conocidos, notan a la gente más tranquila y a la ciudad en mejores condiciones que meses atrás. Se suman a esa dirección dueños de hoteles (Daniel Perea, Imperio) y fabricantes de ropa (Carlos Kaufman, Hartfield).
Otros como Elías Soso (Asociación Empresaria), Elisa Jama (Cámara de Farmacias), Juan Milito (Unión Almaceneros), Fernanda Mainelli Ross (librería), además de confirmar que las ventas no repuntan dicen que las caras de quienes pasan por caja siguen tan o más preocupadas que antes.
También coinciden en que los planes Jefas de Hogar, que vuelcan 9 millones mensuales de Lecop a 60 mil beneficiarios, no provocan reacción comercial.
Roberto Paladini: «Los subsidios a desocupados aliviaron la presión social, hay que reconocerlo. Y hay mejores condiciones que meses atrás por la calidad de Rosario de metrópoli de una rica región relacionada al campo. La relativa calma en los mercados (recuérdese que se hablaba de un dólar a ocho pesos para septiembre) también hizo su aporte. La duda mayor es cómo se resolverá la crisis político-institucional, mayor a la económica».
Ernesto Aita: «En enero y febrero la gente estaba sacada; ahora no canta ni silba pero al menos saluda, no ladra tanto. Con paz y tranquilidad el trabajo se regenerará. Ya hay como un querer hacer. Las tarjetas ampliaron a tres las compras en cuotas: cuando vuelvan a 12 el consumo se incrementará al toque».
Elías Soso: «Los políticos anestesiaron a la gente y lograron que se conforme vendiendo zapatillas rotas, empanadas a cuatro créditos y unos kilos de verduras. Crearon el establishment de la pobreza. ¿Hasta cuándo se podrá sostener el asistencialismo? La gente no está mejor porque es cada vez menos la que puede comprar productos con el dinero de su trabajo».
Juan Milito: «La gente sigue con incertidumbre, preocupada por el aumento de precios, la crisis, lo que le toca vivir. No hay mejor ánimo; todos los sectores siguen teniendo los mismos problemas. Encima de ello, se suma el escaso optimismo electoral para la salida institucional».
Samuel Rosenbaum: «Cambió la tendencia. En agosto levantamos la venta de autos y setiembre fue muy bueno. Si no pasa nada raro (otra estampida del dólar, por ejemplo) seguirá la recuperación. El campo motiva el 60 por ciento de las ventas, más de usados que de cero kilómetro».
Carlos Kaufman: «Hay sectores que se están reactivando, talleres de costura, por ejemplo, que si no son más es porque heredaron el corralito y porque no hay crédito. Se está generando un cambio después de 10 años de ficción, el uno a uno, que nos enterró. La reconstrucción llevará como mínimo dos años».
Fernanda Mainelli Ross: «La gente bajó los brazos, no participa ni protesta como antes. Eso es lo central: la resignación. Consumir, consume menos, así que no puede mejorar el ánimo. Y los 150 Lecop que reciben los desocupados apenas les alcanzan para comprar algo de comida. Nos hemos acostumbrado todos a que las cosas están así (mal) y van a seguir así».
Daniel Perea: «El ambiente más tranquilo de Rosario está provocando la llegada de turistas extranjeros. Tenemos australianos, dinamarqueses, españoles, chilenos, que con familiares en Rosario y Capital Federal, eligieron parar acá por seguridad. Otros signos hay: al congreso de Federación Agraria (que se realizó en Rosario esta semana) llegaron mil jóvenes chacareros, cuando antes eran 400. Hay alguna mejoría, pero enemistados con el poder estamos todos».
Alicia Jama: «No hay ningún repunte, la gente está peor. Nuestro comercio se encuentra en un barrio y la situación es evidente: si antes vendíamos las aspirinas por tiritas ahora lo hacemos en pastillas de a una. Estamos todos desanimados. La gente está mal».