Imagino una pradera inmensa por la que correr sin límites sin temor a caer o a ser frenada por una verja o un muro de piedra que impide mi camino. Los edificios dominan la ciudad, las calles son para los coches. ¿Qué quedó para jugar?
Jugar puede parecer innecesario y nada productivo, una estúpida perdida de tiempo que se permite alguien que ignora “la cruda realidad”. La realidad es fría y competitiva, no se detiene ante nada ni nadie y tira por los suelos cualquier intento de creación inútil. Sólo lo que sirve para algo es consumido por la realidad.
La realidad y la fantasía parecen enfrentadas ¿Acaso no se entienden?
Pero quizá los juegos sí sirven para algo. De entrada para expresar emociones, para liberar tensiones, para pasarlo bien con los amigos, para socializarse, para pensar, para moverse…Resulta que los niños ya no juegan en las calles o plazas como antes se hacía. Ahora el tema está dominado por los videos juegos. -Los padres deben saber qué está mirando el menor, para asegurarse de que no se trata de unos contenidos perjudiciales para su formación-.
Me detengo a observar lo atractiva que resulta la evasión, la distracción. Sí, la tele es también otra compañera inseparable de los menores. Si un niño está solo frente al televisor, mando en mano y a sus anchas ¿A dónde puede llegar? Porque hoy día y a cualquier hora las televisiones emiten todo tipo de contenidos y es seguro que muchos inadecuados para la educación de los niños.
Se me ocurre que la fantasía tiene un buen papel a jugar en la realidad. Si la realidad es de tal o cual manera la fantasía puede transformarla en su espacio creativo. Me explico: Creo que todos necesitamos cambiar el mundo que nos rodea y hacerlo de acuerdo a nuestra propia imagen y semejanza o dicho de otro modo, crear objetos y situaciones que nos resulten coherentes con nuestra forma de pensar y sentir. Vamos, expresarnos y sentirnos integrados en la sociedad.
La infancia y la juventud como periodos de formación deberían ser el espacio propicio para el desarrollo humano armonioso. No basta únicamente con acumular datos sobre tal o cual materia, se deben promover asignaturas destinadas a la educación de las habilidades inventivas y creativas. Pienso en cosas tales como que los niños hagan su propia revista o un programa de radio, un grupo de música o un taller de inventos. También se conseguiría con estas actividades que los niños descubran que la comunicación es el producto de la gente, de la creación de la gente, y pondría en marcha su conciencia crítica.
Sí, todos somos comunicadores y nuestras intenciones y actos cambian las cosas. Esa idea es muy útil. Queremos niños felices. Bueno, todos deberíamos ser felices, ¿No? Opino que sí. Bien, pues no cortemos ni frenemos ni encerremos el espacio fantástico que todos llevamos dentro. Démosle su sitio, su camino, su modo. ¿Cómo? Si ya desde niños aprendiéramos a canalizar nuestra propia imaginación, a guiar nuestras emociones, tan variables, hasta acciones positivas, sin duda lo agradeceríamos.
La autoestima es un componente básico de la felicidad y realmente nos queremos cuando hacemos aquello que es coherente con nosotros mismos. La fantasía como espacio subjetivo e íntimo no debe ser ni reprimida ni tampoco dejada sin orientación y convertida así en simple distracción o evasión. Lo positivo es canalizar la fantasía hacia la superación y la acción que incida en el mundo real. Será tarea de padres y educadores buscar el modo para facilitar este camino a nuestros menores y esa es una responsabilidad que no podemos eludir.
Cloty Rubio
La Comunidad para el desarrollo humano
Sant Cugat del Valles, Barcelona, España
Blog: ardaire.blogspot.com