Uno de los temas, no es justamente esta “unión civil”, sino que cuesta entender los alcances sobre la adopción y el desarrollo de los hijos adoptados, al tener idénticos derechos
Son muchos los motivos y las ópticas que se tienen sobre el tema, y todos los argumentos, tienen un grado de validez.
No obstante, los matrimonios entre heterosexuales hasta aquí no garantizan nada más que derechos civiles. No certifican que los hijos se críen junto a las figuras paternas (hombre-mujer) no garantizan amor ni cuidado.
Vivimos en una sociedad donde los tradicionales matrimonios ya no existen.
El común es la desvinculación mediante el divorcio y en donde los hijos, no solo sufren ausencias de sus progenitores, sino que son justamente ellos mismos los que se encargan – sin asumir su propio fracaso – de buscar el deterioro de su “ex”, y en muchísimos casos, los hijos (hasta su adultez) pasan a ser “moneda de cambio” de los desencuentros económicos de quienes los trajeron al mundo. Basta que se rompa un calefón, para que se discuta la visita semanal y la misma esté relativamente condicionada a que el calefón vuelva a funcionar.
También vemos “matrimonios separados” que vuelven a rearmar su pareja en donde aparecen “los tuyos, los míos y los nuestros”. Todo un tema.
En síntesis, la realidad que nos golpea, sin ir más lejos, dentro de nuestro propio entorno familiar nos deja en claro, que la crianza de los hijos no está garantizada por el matrimonio civil o religioso, sino por la formación de “la persona” que asume la responsabilidad de la paternidad o maternidad.
Por otro lado, la percepción es que – cuando se habla de homosexuales – deberíamos diferenciar el “ser hombre en la vida”, con el ser hombre en la cama. Hombre o mujer, naturalmente. Aquí, también existe un alto grado de hipocresía ya que muchas de las formas de expresión homosexual (en la cama) son también de uso heterosexual y aquí, nadie se asombra.
Por otro lado, la infidelidad entre los heterosexuales, es moneda corriente y hasta donde uno entiende, donde hay un hombre infiel, una mujer es parte del hecho, y viceversa. Vivimos en un mundo “occidental y cristiano” en donde basta mirar en nuestro interior o derredor más cercano, para saber que son verdades acalladas.
Hasta aquí entonces, todo indicaría que el matrimonio tradicional tal cual lo conocemos, no garantiza nada de lo que los cónyuges juran respetar ante una autoridad civil o eclesiástica. Los hechos – respetando las excepciones que sí existen – indican lo arriba mencionado.
A fuerza de ser honesto, y por razones a analizar, solo se ve un cambio de conducta en algunos matrimonios más jóvenes que se han educado en una cultura sexualmente menos castrante y con libertades que inducen a una honestidad donde las reglas de juego son más igualitarias por razones socio-económicas que equiparan responsabilidades de ambas partes. Muchos tienen oportunidad de cuasi convivir sin contraer matrimonio haciendo una suerte de experiencia previa o sirviñaco (1). Tal vez el HIV, fenómeno no vivido en otras generaciones, también condiciona formas y conductas.
Por lo expuesto, lo visto hasta aquí, no garantiza una educación responsable de los hijos y esto esta a la vista de nuestras hipócritas miradas en donde los abusos entre “familiares” mayores para con menores, también existe y ha sido denigrantemente ocultado “siempre”.
Volviendo a la unión de homosexuales, es cierto que las organizaciones que militaron la igualdad, no iban solo por sus derechos, sino que tozudamente y caprichosamente buscaron que en la ley apareciera la palabra “matrimonio” , palabra que de no haber existido hubiese allanado muchos caminos en busca de sus objetivos de igualdad ante la ley.
Para finalizar, podríamos decir que lo conocido hasta aquí en los matrimonios heterosexuales no garantiza ni la continuidad del amor, ni la crianza con excelencia de los hijos.
Partiendo que un homosexual es fruto de un matrimonio heterosexual en infinidad de casos, la pregunta es hacia adelante y sobre un terreno que es desconocido ya que son contadas (y escondidas) las experiencias de padres homosexuales.
Es casi imposible hacer futurología sobre si dos personas del mismo sexo pueden criar en las “formas deformadas” que muchos heterosexuales crían a sus hijos. Si serán mejores o peores padres y si sus hijos deberán enfrentar socialmente situaciones que no difieren de mucho de los hijos que en su momento tuvieron que decir: “mis padres están separados”.
La ley seguirá su camino otorgando derechos para igualar personas. La religión, no puede modificar sus reglas ya que lo escritos que la guían son inamovibles porque son la pirámide escrita hace miles de años que rige y regirá su sustento. El estado, no es la iglesia.
Antonio Rico
ricoantonio@arnet.com.ar
(1) El sirviñaco es una costumbre de los pueblos aymara y consiste en un periodo de prueba que se dan los novios antes de casarse:
“(…) cuando dos personas se aman y no tienen otras obligaciones sentimentales, y deciden casarse, primero se proponen hacer un periodo de sirviñaco y que no es otra cosa que un matrimonio a prueba, ellos, primero novios, luego los mayores de las familias, llegan a una especie de contrato en el cual se estipula que ambos jóvenes –o no tan jóvenes- deciden compartir casa y cama y alimento durante un periodo determinado, 6 meses, un año, periodo que ambos podrán darse cuenta si son el uno para el otro, o que la cosa no funciona y no va a funcionar, finalizado el plazo de sirviñaco, se reúnen con las familias y dicen si, si, si no, no, si no están de acuerdo se termina el noviazgo y cada uno pa su casita, o se casarán definitivamente en fecha futura.(…)”
02 de junio de 2010
Fuente: DERF