Por Nahuel Tejada.
No dejes pasar un día sin responderte quien eres.
No dejes pasar un día sin responderte hacia dónde vas.[1]
Como humanidad estamos viviendo una serie de crisis globales, entre la pandemia covid, el desgaste del imperialismo neoliberal y el actual conflicto entre Rusia y Estados Unidos, conflicto este que implica el surgimiento de un nuevo mundo multipolar, se abre la posibilidad de construir un nuevo sistema.
En este mundo humano que se transforma, el surgimiento de un nuevo sistema de relaciones entre las fuerzas del capital y las fuerzas del trabajo se presenta como condición necesaria, si se pretende un cambio radical en aquella vieja y conocida dialéctica entre opresión y liberación, justicia del capital vs justicia social. Es necesario entonces para un nuevo sistema eliminar las contradicciones sociales como la centralización de la riqueza en manos de minorías privilegiadas mientras las mayorías viven en la pobreza. Son variadas las y los autores que han criticado al sistema, por ejemplo este párrafo de principios de la década de 1990 de Silo:
Estoy diciendo que la situación mundial y la particular de cada individuo será más conflictiva cada día y que dejar el futuro en manos de los que han dirigido este proceso hasta hoy, es suicida. Ya no son estos los tiempos en que se pueda barrer con toda oposición y proclamar al día siguiente: “La paz reina en Varsovia”. Ya no son tiempos en que el 10% de la población pueda disponer, sin límite, del 90% restante. En este sistema que comienza a ser mundialmente cerrado, y no existiendo una clara dirección de cambio, todo queda a expensas de la simple acumulación de capital y poder. El resultado es que en un sistema cerrado no puede esperarse otra cosa que la mecánica del desorden general. La paradoja de sistema nos informa que al pretender ordenar el desorden creciente se habrá de acelerar el desorden. No hay otra salida que revolucionar el sistema, abriéndolo a la diversidad de las necesidades y aspiraciones humanas. Planteadas las cosas en esos términos, el tema de la revolución adquiere una grandeza inusitada y una proyección que no pudo tener en épocas anteriores.[2]
Hablar de un sistema económico, político y social superador implica que la nueva configuración regional planetaria debe constituirse basada en los valores de solidaridad entre los pueblos y no en el deseo de acumulación y supremacía de un país o región sobre las demás.
Si éstas, o más modernamente el “progreso” de un país, requieren fuentes de aprovisionamiento extra-territoriales, navegabilidad marítima indiscutible para proteger el desplazamiento de mercaderías, control de puntos estratégicos con el mismo fin y ocupación de territorios ajenos, estamos ante la teoría y la práctica colonial o neo-colonial. En el colonialismo la función de los ejércitos consistió en abrir paso primeramente a los intereses de las coronas de la época y luego a las compañías privadas que lograron especiales concesiones del poder político a cambio de réditos convenientes. La ilegalidad de ese sistema fue justificada mediante la supuesta barbarie de los pueblos ocupados, incapaces de darse una administración adecuada. La ideología correspondiente a esta etapa consagró al colonialismo como el sistema “civilizador” por excelencia.
En épocas del imperialismo napoleónico la función del ejército, que por otra parte ocupaba el poder político, consistió en expandir fronteras con el objetivo declamado de redimir a los pueblos oprimidos por las tiranías merced a la acción bélica y la instauración de un sistema administrativo y jurídico que consagró en sus códigos a la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. La ideología correspondiente justificó la expansión imperial en base al criterio de “necesidad” de un poder constituido por la revolución democrática frente a monarquías ilegales basadas en la desigualdad que, además, hacían frente común para asfixiar a la Revolución.[3]
Tal forma imperialista ya ha sido desgastada y probada durante miles de años, aunque aún persiste el discurso y la práctica de fomentar golpes de estado, invadir pueblos y establecer dictaduras títere que cumplen con mandatos imperiales en nombre de la democracia. Los pueblos no avanzan por el imperialismo, sino por el desgaste del poder imperial, por las luchas de resistencia y oposición de mujeres y hombres de todos los tiempos que en ocasiones se organizan como pueblo y en otras afrontan la batalla en soledad dejando en su accionar, la inspiración y la demostración fáctica para las futuras generaciones sobre el valor del espíritu humano que no puede ser apresado ni silenciado, sino que se rebela ante cualquier sistema injusto y oprimente. Las luchas anti-sistema se expresan desde todas las ramas del quehacer humano, desde la política, la ciencia, la filosofía y sus expresiones ideológicas, hasta el arte, la cultura y la espiritualidad.
Con respecto al concepto “sistema”, desde la filosofía clásica hasta el siglo XX el significado de sistema se fue complejizando adquiriendo una mayor amplitud y diversidad, se lo utilizó en diferentes campos del conocimiento para comprender y explicar diversos objetos de las ciencias (naturales y sociales).
En la significación que los estoicos daban al término, el σύστημα significaba primariamente orden, es decir, orden del mundo según el cual no sólo todo lo real estaba sometido a una ley, sino que, además, el pensamiento seguía, o debía seguir, la ley del orden sistemático. El sistema conceptual era por ello una traducción del sistema real. No podemos entrar aquí a dilucidar las cuestiones que con motivo de la relación entre el pensamiento y la realidad implican siempre una cierta idea de lo que es el sistema; digamos sólo que, sea cual fuere la forma particular asumida por el orden sistemático, se suelen considerar tres formas de relación: 1. El sistema conceptual deriva del real. 2. El sistema real es producto de un orden impuesto por el conceptual. 3. Sistema real y sistema conceptual son paralelos y, por alguna razón, coincidentes.[4]
Desde nuestro enfoque particular concebimos al sistema como una abstracción más del pensar que permite actuar sobre la realidad, complejizándola en el sentido de reconocer cómo se relacionan los diferentes objetos, individuos o sucesos que se dan tanto en el campo fenoménico como en el mundo de los objetos fuera de la conciencia. En otras palabras, una relación simultánea, holística y sistemática entre el mundo interno de cada ser humano y el exterior.
Decimos entonces que todo sistema para que sea reconocido como tal debe presentar diferentes características:
Organización de sus componentes, esto es como se relacionan entre ellos y con los objetos ubicados en el exterior del sistema, con otros sistemas menores o mayores.
Forma, la disposición espacial y temporal en que se ubican tales componentes.
Estructura, las características materiales de los componentes (en el caso de objetos de conciencia, la materialidad es relativa a la perspectiva o finalidad con la que se analice tal sistema, por ejemplo, podemos decir que la materia prima que me permite formalizar tal o cual sistema de pensamiento es un “solido conocimiento sobre el alma humana”, etc.).
Energía, todo sistema necesita energía para funcionar, de ahí que pueden ser abiertos o cerrados. Los sistemas abiertos están permanentemente recibiendo y entregando energía al exterior, con una marcada tendencia a evolucionar entre un equilibrio inestable que permite su constante modificación, en tanto que los cerrados se encuentran aislados sin realizar en principio ningún tipo de interacción con el exterior, con una marcada tendencia al desgaste y posterior disolución. Por otro lado no existen sistemas totalmente abiertos o totalmente cerrados ya que todo sistema se encuentra en relación con un sistema mayor que los contiene a la vez que la mínima variación entre uno de sus componentes tiene la posibilidad de modificar al sistema por completo produciéndose transformaciones y generando nuevas relaciones. Ya en Bergson a comienzos del siglo XX podemos encontrar esta tendencia descriptiva sobre los sistemas, puntualmente en la ciencia y como instinto humano en relación al desarrollo o evolución de la inteligencia:
Pero contra esta idea de la originalidad y de la imprevisibilidad absoluta de las formas se subleva nuestra inteligencia. Porque precisamente nuestra inteligencia, tal como la ha modelado la evolución de la vida, tiene por función esencial iluminar nuestra conducta, preparar nuestra acción sobre las cosas, prever para una situación dada los sucesos favorables o desfavorables que podrán seguirse de ella, Aísla pues instintivamente, en una situación, lo que se parece a lo ya conocido; busca lo mismo, a fin de poder aplicar su principio de que «lo mismo produce lo mismo».[5]
Ciertamente, la operación por la cual la ciencia aísla y cierra un sistema no es una operación completamente artificial. Si no tuviese un fundamento objetivo, no se explicaría que estuviese indicada en ciertos casos, pero no en otros. Veremos que la materia tiene una tendencia a construir sistemas aislables, que pueden tratarse geométricamente. Incluso la definiremos por esta tendencia.
Pero no se trata más que de una tendencia. La materia no va hasta el fin, y el aislamiento no es nunca completo. Si la ciencia va hasta el fin y aísla por completo, es para facilidad del estudio. Ella sobreentiende que el sistema, aislado, permanece sometido a ciertas influencias exteriores. Las da simplemente de lado, ya porque las encuentre demasiado débiles para despreciarlas, ya porque se reserve tenerlas en cuenta más tarde. No es menos verdad que estas influencias son como otros tantos hilos que enlazan el sistema a otro más amplio, éste a un tercero que engloba a los dos, y así en sucesión hasta llegar al sistema más objetivamente aislado y más independiente de todos: el sistema solar en su conjunto. Pero, aun aquí, el aislamiento no es absoluto. Nuestro sol irradia su calor y su luz más allá del planeta más lejano. Y, por otra parte, se mueve, y arrastra consigo los planetas y sus satélites, en una dirección determinada. El hilo que le ata al resto del universo es sin duda muy tenue. Sin embargo, a lo largo de este hilo se transmite, hasta la más pequeña parcela del mundo en que vivimos, la duración inmanente al todo del universo.[6]
Ya por la década de 1970 Edgar Morín, desarrolla un interesante trabajo en el cual describe exhaustivamente diferentes enfoques sobre los sistemas tanto físicos como biológicos y antropo-sociales a la vez que introduce y resalta el tema de la organización entre otros aspectos importantes.
Sobre la marcha, hemos dado una definición al vuelo de sistema: una interrelación de elementos que constituyen una entidad o unidad global. Tal definición comporta dos caracteres principales, el primero es la interrelación de los elementos, el segundo es la unidad global constituida por estos elementos en interrelación. De hecho, la mayor parte de las definiciones de la noción de sistema, desde el siglo XVII hasta los sistemistas de la General Systems Theory reconocen estos dos rasgos esenciales, poniendo el acento bien sea en el rasgo de la totalidad o globalidad, bien sea en el rasgo relacional. Se complementan y encabalgan sin contradecirse verdaderamente jamás. Un sistema es “un conjunto de partes” (Leibniz, 1666), “todo conjunto de componentes definible” (Maturana 1972). Las definiciones más interesantes unen el carácter global y el rasgo relacional: “Un sistema es un conjunto de unidades en interrelaciones mutuas” (A system is a set of unities with relathionship amon them) (von Bertalanffy, 1956), es la “unidad resultante de las partes en mutua interacción” (Ackoff, 1960), es “un todo (whole) que funciona como todo en virtud de los elementos (parts) que lo constituyen” (Rapoport, 1969). Otras definiciones nos indican que un sistema no está necesariamente ni principalmente compuesto de “partes”, algunos de entre ellos pueden ser considerados como “conjunto de estados” (Mesarovic, 1962) incluso conjunto de eventos (lo que vale para todo sistema cuya organización es activa), o de reacciones (lo que vale para los organismos vivos). En fin, la definición de Ferdinand de Saussure (que era sistemista más que estructuralista) está particularmente bien articulada, y hace surgir, sobre todo, uniéndolo al de totalidad y al de interrelación, el concepto de organización: el sistema es “una totalidad organizada, hecha de elementos solidarios que no pueden ser definidos más que los unos con relación a los otros en función de su lugar en esta totalidad” (Saussure, 1931).
En efecto, no basta con asociar interrelación y totalidad, es preciso unir totalidad a interrelación mediante la idea de organización. Dicho de otro modo, desde el momento en que las interrelaciones entre elementos, eventos o individuos, tiene un carácter regular o estable, se convierten en organizacionales. La organización, concepto ausente de la mayor parte de las definiciones del sistema, estaba hasta el presente como sofocada entre la idea de totalidad y la idea de interrelaciones, volviendo indisociables las tres nociones. A partir de ahora, se puede concebir el sistema como unidad global organizada de interrelaciones entre elementos, acciones o individuos.[7]
Es notable incluso la influencia de la física cuántica en lo referido a la concepción de sistema en el desarrollo del pensamiento del siglo XX, se comienza a dejar de lado la idea de átomo como partícula, ahora el átomo es un sistema de fuerzas que se atraen o repelen, un sistema holístico de dualidades y probabilidades.
La antigua astronomía no veía más que un sistema solar, es decir una rotación relojera alrededor de los astros. La nueva astrofísica descubre miríadas de sistemas solares, conjuntos organizadores que se sustentan a sí mismos por regulaciones espontáneas.
Por su parte, la biología moderna da vida a la idea de sistema, arruinando a la vez la idea de materia viva y la idea de principio vital que anestesiaban a la idea sistémica, que está incluida en la célula y el organismo. A partir de ahora, la idea de sistema vivo hereda simultáneamente la animación del ex principio vital y la sustancialidad de la ex materia viva. En fin, la sociología había considerado desde su fundación a la sociedad como sistema, en sentido fuerte de un todo organizador irreducible a sus constituyentes, los individuos. Así pues, en adelante en todos los horizontes físicos, biológicos, antropo-sociológicos se impone el fenómeno-sistema.[8]
Todo lo que era objeto se convierte en sistema. Todo lo que era incluso unidad elemental, incluido sobre todo el átomo, se convierte en sistema.[9]
Ahora bien, es en la base de la física donde se opera una extraordinaria inversión al comienzo del siglo XX. El átomo ya no es la unidad primera, irreductible, e indivisible: es un sistema constituido por partículas en interacciones mutuas.[10]
Sabemos actualmente que todo lo que la antigua física concebía como elemento simple es organización. El átomo es organización; la molécula es organización. Pero ignoramos todo el sentido de este término: organización.[11]
Entonces podemos decir luego de las anteriores conceptualizaciones que el sistema imperialista neoliberal hoy en crisis posee una estructura, una forma, un tipo de organización y una energía actuante que le da vida. El aspecto que genera la crisis no es una fuerza externa al sistema, sino el desgaste producido por los pueblos que se revelan permanentemente ante la opresión y la injusticia. Pero que tales rebeliones no son suficientes en sí mismas para un cambio radical de sistema. Ya que podría cambiar la forma pero no la estructura, podría cambiar el tipo de organización pero mantenerse en la mentalidad de los pueblos por ejemplo los valores actuantes del individualismo, el egoísmo y la discriminación. Akop Nazaretian comenta esa tendencia de los pueblos a perjudicarse a sí mismos cuando en ciertas etapas de la historia se consiguen gracias a las luchas, beneficios económicos y de derechos que favorecen al bienestar del pueblo, en el mejoramiento de la calidad de vida. En esos momentos históricos donde por lógica los pueblos debieran defender sus conquistas sucede lo contrario. Es el deseo de poseer cada vez más objetos materiales o dinero a fin de que aquella creciente “clase media” se convierta en “clase rica”. En ese tipo de conducta de las sociedades se encuentra el sistema neoliberal actuando en la forma mental de cada persona. En palabras de Akop:
Finalmente, la sostenida mejora en las condiciones de vida provoca por lo general un crecimiento más rápido de las necesidades y expectativas materiales, a través de cuyo prisma las tendencias reales son valoradas por la sociedad de modo opuesto. Otro efecto paradojal, pero descrito en repetidas ocasiones, es que la mejora en las condiciones objetivas (por ejemplo, los indicadores económicos) va acompañada por una creciente insatisfacción. Sobre esta observación se ha construido una concepción psicosociológica de las situaciones revolucionarias, como así también una concepción del desarrollo pre-crisis.
Los procesos pre-crisis han sido estudiados más minuciosamente en la psicología política. A mediados del siglo XIX Alexis de Tocqueville, habiendo revisado una cantidad de episodios históricos concretos, mostró que el aumento en la calidad de vida, superado incluso por el aumento de las expectativas de vida, precede a las explosiones sociales. Ya en esta fase puede detectarse una distorsión específica de la percepción social, a la que hemos denominado aberración retrospectiva. La esencia del fenómeno está en que, a través del prisma de las expectativas crecientes, la conciencia cotidiana evalúa la dinámica de las tendencias económicas y/o políticas de modo distorsionado. Con el crecimiento de las posibilidades objetivas se fortalece la inconformidad con el presente, la opinión pública considera que la vida se vuelve cada vez peor.[12]
Entonces si se aspira a construir un nuevo sistema superador que no repita las mismas contradicciones históricas es necesario que primeramente cada ser humano decida trasformar su forma mental, esta transformación no se genera sencillamente adquiriendo mayores conocimientos sobre tal o cual ideología o doctrina, ya que es muy frecuente que personas eruditas o muy bien formadas ideológicamente terminen siendo serviciales o defensoras del sistema que pretendían eliminar.
FORMA MENTAL: 1) Sistema de presupuestos y creencias propio de un individuo, grupo o pueblo, dado por el nivel generacional en una determinada cultura. 2) Sistema de creencias personales que actúa como reflejo social. 3) Tipo de secuencia lógica del razonar propia del medio cultural en que se vive. 4) Intuición no racional del mundo sobre la que puede elaborarse o no, una ideología o una doctrina.[13]
La transformación de la forma mental para la construcción de un nuevo sistema implica una profunda reflexión y meditación personal y social sobre el propósito, el sentido de tal construcción. Es social porque no se puede construir un nuevo sistema en soledad, es necesario que las grandes mayorías decidan en su diversidad y en su inteligencia conjunta. Es personal por que la decisión de transformar a la sociedad y autotransformarse cada quien en su interior es intima, nadie puede realmente decidir por otras personas en lo que respecta a la intimidad de su conciencia.
Si bien la idea de que las mayorías detecten un sistema mental de valores frívolos, inhumanos e individualistas actuando en sus propias conciencias y que merced a esa caída en cuenta decidan hacerse responsables y modificar su propia forma mental, su propia forma de pensar y sentir… si bien resulta utópica esa pretensión, es la única posibilidad de real transformación. De otra manera los avances tecnológicos, científicos, políticos y de derecho caerán como ya ha sucedido en otras épocas, caerán estos avances al servicio del entretenimiento por un lado y la violencia, la injusticia y la opresión por el otro.
Es común el pensamiento o la actitud de esperar a que desde los gobiernos se solucionen los problemas que aquejan a la humanidad. Pero como ya hemos mencionado, el fenómeno de aberración retrospectiva es un hecho que impide cualquier transformación profunda y estructural.
El sistema tiene sus defensas, una de ellas es la degradación del pensamiento, la reflexión y la meditación. Desde el sistema es correcto actuar sin reflexionar demasiado, «si se piensa no se actúa», de manera que se denigra el trabajo ideológico de todo intelectual revolucionario precisamente por su contenido “ideológico”. Por otro lado, todo conjunto de personas que realice acciones organizadas para transformar el sistema siguiendo un proyecto bien pensado y con coherencia resulta así mismo muy peligroso para el sistema.
Luego la meditación, se pretende desde este sistema que el meditar es no actuar sino aislarse del mundo y olvidarse de los problemas. Siendo la real meditación un estado mental necesario desde donde es posible transformar la propia forma mental más allá de toda imposición del sistema. La meditación es dinámica, es observación y autobservación de uno mismo y del medio en que a uno le toca vivir. Para pensar, actuar mejor y con mayor resolución es necesario observar todo sistema y las relaciones que existen entre sus componentes. De hecho hay una meditación filosófica, una meditación científica, una meditación espiritual, una meditación política, una meditación artística, una trascendental. La meditación es un estado mental donde la inteligencia roza sus límites buscando respuestas e inspiración en sus diferentes formas para resolver problemas cada vez más complejos y profundos. (No confundir inteligencia con razonamiento. La inteligencia ya en este siglo XXI es un concepto más amplio que el de lógica y razón)
Cualquier persona puede meditar, solo necesita unos pocos minutos de calma durante el día, se medita sobre la solución de problemas, sobre interrogantes, sobre búsquedas o necesidades. El problema del cambio de sistema merece ser encarado desde las mejores acciones y los mejores pensamientos que podamos desarrollar. De lo contrario podrá mejorar la situación económica y política mundial, pero será la propia humanidad quien no estará a la altura de las circunstancias.
Entonces, en la medida en que cada persona decida responsabilizarse solidariamente por la transformación del mundo actuando en su medio más cercano, buscando transformar el sistema de relaciones injustas y violentas por otro más humano y no violento, en la medida en que cada persona simultáneamente con su acción en el medio, decida transformarse a sí misma, esto es elevando y desarrollando sus mejores virtudes para ayudar a las demás, entonces en esa medida estaremos construyendo una nueva red de esperanza y nos convertiremos sin quererlo, en inspiración para que otras personas tomen la misma decisión. De la misma manera nos damos cuenta de que alguien nos ha inspirado o nos inspira. Reconocemos entonces que estas aspiraciones por un mundo mejor son muy antiguas, ancestrales y aun así nos continúan presionando desde un remoto pasado hacia un luminoso futuro.
[1] Silo (2008). El Mensaje de Silo. ed. EDAF, S.L. p.145
[2] Silo (1993). en Silo, Obras Completas, Volumen I. ed. Plaza y Valdés. p.597
[3] Ibid, p. 612
[4] Ferrater Mora (1964). Diccionario de Filosofía. Ed. Sudamericana. p. 687
[5] Bergson (1907). La Evolución Creadora, en Obras Escogidas. Ed Aguilar. p. 463
[6] Ibid, p. 446
[7] Morin (1977) El Metodo I. ed.dig. en www.edgarmorin.org. p.123
[8] Ibid, p. 120
[9] Ibid, p. 121
[10] Ibid, p. 119
[11] Ibid, p. 115
[12] Nazaretián. (2015) Futuro No Lineal. ed. Suma Qamaña. p.106
[13] Van Doren. (1972) Siloismo, doctrina, practica y vocabulario. ed dig. en www.elmayordelospoetas.net p.36
Nahuel Tejada, humanista, músico, escritor, activista político y social en la agrupación Colectivo Nacional de Chaco-Argentina.
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