Solo un 40,4% de los establecimientos tuvieron ocupación plena, mejora los fines de semana alcanzando un 90%, mientras que en la semana promedia el 65%; hay paradores con carpas vacías por primera vez en años; el mayor impacto se ve en la gastronomía
PINAMAR (enviada especial).- Hay menos gente. Y se nota aún más en la semana.
Lejos quedó el boom de la costa argentina en la pospandemia. En una temporada que comenzó demorada, y donde las reservas se paralizaron luego de los primeros anuncios económicos de la gestión de Javier Milei, todos coinciden en que se caracteriza en una «demanda espontánea» de estadías cortas y de fin de semana y el mayor impacto está en el consumo. Mientras que el turismo más costoso, un segmento que se consolida cada vez más en esta ciudad, mantiene su público cautivo, la baja impactó y se notó en los sectores medios.
“Hay una merma en cantidad de gente promedio de un 25% menos y es muy acentuado la diferencia del fin de semana y el resto de la semana. Viernes, sábado y domingo, trepa una ocupación y de lunes a jueves cae mucho”, indicó Lucas Ventoso, secretario de Turismo y Deportes de la Municipalidad de Pinamar.
“Teníamos realmente expectativas bajas en relación a la temporada que se venía armando previo a los anuncios económicos. Por primera vez en muchos años no se había reservado con anticipación y veníamos con una temporada, por lo menos, una primera quincena rara a lo que no nos tenía acostumbrado Cariló. Fue una temporada fuera de toda lógica y luego de los anuncios económicos del nuevo presidente se fue armando sobre la marcha”, describió Stella Vignau, de la Inmobiliaria Integral que abarca Cariló y Pinamar.
“El contexto país impulsó un comportamiento más tímido e indeciso por parte de los turistas. Las reservas, que históricamente comenzaban en septiembre-octubre, se retrasaron y para fines de diciembre empezaron a recuperar el ritmo. A esa altura del año en 2022 ya estábamos al 95% de ocupación.”, señaló Walter Zenobi, socio en Rada Beach.
Y describió que hubo un cambio en la estadía promedio del 1 al 15 de enero: “En nuestro caso, el 80% de los clientes alquiló por quincena o semana, mientras que el 20% restante, lo hizo por día, lo cual es un fenómeno nuevo, que no se había visto años atrás. El consumo promedio se vio afectado, con familias y turistas más cuidadosos con los gastos, y un caudal menor de personas».
Es una tendencia que se repite: ya casi no hay familias que vengan la quincena completa, optan por una semana o escapadas de fin de semana.
“Una demanda más espontánea y de último momento”, que ilusiona a los hoteleros y gastronómicos que esperaban una temporada aún peor.
Es el primer año en cinco que alquilo carpas por día, antes tenía lista de espera. Hay tres o cuatro sombrillas vacías, y el estacionamiento con lugar, eso nunca pasó”.
Los días ventosos abundaban las postales de carpas vacías y según coinciden varios dueños de balnearios hay mayor presencia en la orillas, familias que este año optaron por recortar el gasto de la carpa.
En el balneario Paradise Beach Club Pinamar la ocupación ronda el 60%. “La temporada pasada para diciembre ya tenía todo vendido. Esta vez, la primera quincena me quedó algo libre. La segunda viene un poco mejor. Ahora para el resto está un poco más complicado, tuvimos que hacer algunos combos sobre todo para que haya consumo”, contó Paola Vera que está a cargo del balneario donde funciona el restaurant Negroni.
“Con respecto al restaurante, si bien tenemos movimiento, a la gente le gusta el producto y tenemos público, no está subiendo tanto como antes, se está cuidando mucho el bolsillo. La economía está susceptible; nuestros precios no son tan costosos y, sin embargo, se siente un poco. Para ser una temporada atípica estamos bien en promedio”, apuntó Rodrigo Casas de Casamar.
“Por lejos es la peor”, dice Walter Fernández, vendedor de churros de El Topo sobre la mala temporada. Tiene 35 años y viene desde los 17. “Está jodida, la gente no tiene plata para gastar. Está todo raro, la gente, el clima, todo”, describe. Son las 19 y sale de la playa, aún con mercadería que le regala a los policías que custodiaban Avenida del Mar y no habían comido nada en todo el día. “Todos los días me estaba sobrando. Ahora pido menos, lo justo”, cuenta.
“Desde los 10 años que ando vendiendo…
Hace 23 años que hago temporada y esta, para mí, es la más floja. La gente cuando le decís los precios te contesta: ¿qué? Y no compran. Yo no los aumento, subieron tres veces en el año, el helado de crema estaba entre $600 y $800, y hoy empieza en $3.000″,
dijo Natanael Rioa, con su heladerita al hombro.
“Hay que ser creativo. Es una temporada que el billete no sobra”, resume Marcelo Leuzzi, dueño de varios restaurantes de esta ciudad balnearia, como Tante, el parador La Gamba, dos locales del bar Temple, Divisadero, entre otros. Y agrega: “Hay que jugar mucho con alianzas con bancos o bodegas, eso al cliente le da un descuento y logras mantener la cantidad de cubiertos”.
Gustavo Palmer, histórico hombre de la noche pinamarense y vocero de la Cámara Empresaria de Discotecas y Bares de la Provincia de Buenos Aires (CEDIBBA) estima que la rentabilidad bajó en un 35% comparado con el año pasado. “Hay menos consumo. La gente tiene poco efectivo, la mayoría de los pagos son con Mercado Pago y tarjeta de crédito. Hay que accionar: yo, por ejemplo, implementé combos”, señaló. La entrada a los boliches o a los paradores varía, pero promedia los $7000, mientras que un trago empieza en los $5500.
Por Lucila Marin. La Nación