Enric Benito es médico oncólogo y experto en cuidados paliativos
Dice de sí mismo: Tengo 75 años. Mallorquín. Estoy casado desde hace 55 años y tengo dos hijos y dos nietos. Trabajo como docente en la Universitat Ramon Llull y doy cursos y conferencias en distintas universidades sobre el proceso de morir. Seres humanos y naturaleza estamos conectados. No creo, tengo experiencia espiritual. (Foto: MartÍ Gelabert)
Por Ima Sanchís. La Vanguardia. España.
La conciencia testigo
El doctor Benito ha pasado parte de su vida coordinando la Unidad de Cuidados Paliativos del hospital Virgen de la Salud y del hospital Joan March en Mallorca. Trabaja en la Universitat Ramon Llull y da conferencias y cursos en distintas universidades del mundo sobre el acompañamiento espiritual en el proceso de morir.Sus observaciones y conclusiones tras cincuenta años tratando estrechamente con la muerte son que la muerte no existe. La conciencia, que es lo que somos, trasciende esta vida; asegura que no es algo en lo que crea sino que es algo que sabe.
Ha sido invitado por la cátedra WeCare de UIC Barcelona, donde ha presentado su libro El niño que se enfadó con la muerte (Harper Collins), que ya lleva cinco ediciones y cuyos derechos de autor van para la Sociedad Española de Cuidados Paliativos.
¿Existe la muerte?
No hay nada que sea la muerte, existe el proceso de morir.
Lleva 50 años acompañando a morir a miles de personas.
Y lo que he aprendido es que igual que el nacer está bien organizado, el proceso de morir también. El proceso fisiológico por el que pasa la madre está bellamente organizado para que el bebé pueda nacer, y con la muerte pasa lo mismo.
¿Cómo es ese proceso?
Dice Rabindranath Tagore que la muerte no extingue la luz, simplemente apaga la lámpara porque el amanecer ha llegado.
¿Cómo está tan seguro de que es otro alumbramiento?
La muerte es un orgasmo cósmico, y yo lo sé porque lo he visto miles de veces. Yo no hablo de lo que no sé.
Dígame qué sabe.
La persona se va desconectando de lo exterior, de sus conceptos, pensamientos, creencias –que no sirven para nada–, y va experimentando un viaje hacia la profundidad de sí mismo y la expansión de la conciencia.
¿Cómo puede observar eso?
Desde fuera ves que al principio está confusa, pero cuando saca la cabeza al otro lado, cuando entra en contacto con la profundidad de sí misma, lo de aquí le importa un pepino y entonces la habitación se llena de paz.
Usted no es creyente.
Yo no creo en nada, no voy a ninguna misa. El miedo a la muerte te impide vivir bien. ¿Sabe cuál es la pregunta del examen final?
Ni idea.
Cuando entras en ese nivel de conciencia revisas toda tu biografía. El juicio final es un examen de conciencia, tu metacognición, tu capacidad de observarte y perdonarte. Tengo miles de testimonios y grabaciones de ese paso a la plenitud. ¡Por favor, dejen de sufrir tanto!, estén tranquilos, no tengan miedo.
¿Y si mueres de sopetón?
El tiempo solo existe en nuestra mente, donde solo podemos procesar una pequeña cantidad de la vida. Cuando dejas el cuerpo deja de haber tiempo y todo ocurre simultáneamente. La vida no se puede pensar, se tiene que vivir.
¿Qué más sabe del miedo a la muerte?
Si no crees que el universo esté bien organizado, no confías, y es absurdo porque no controlamos nada: ni los latidos de tu corazón ni el aire que respiras. Suelta. La tensión la producimos intentando controlar, el sufrimiento no es más que rechazo de presente.
Bueno, es lo que hay.
Un hijo puta es una persona mal informada de sí mismo. Lo que somos todos es belleza, verdad y bondad, esa es nuestra naturaleza esencial, pero nos hemos alejado tanto que lo hemos olvidado. Lo recordamos al morir.
¿Por qué abandonó la oncología?
El doctor Benito daba clases en París, en Londres, en Heidelberg, publicaba en Estados Unidos, pero había dejado de ver enfermos. Tenía una profunda tristeza interna. A los 43 años hice un colapso y acabé en el psiquiatra. La crisis duró seis meses.
¿La búsqueda de sentido?
Sí, y te enfrentas a la verdad: el Prozac te da sequedad de boca pero no te arregla nada, y te dices que tienes que ocuparte de ti.
¿Cómo lo hizo?
Empecé un viaje interior y aparecieron las intuiciones. En la vida hay dos semáforos: uno es la paz, la alegría y la vitalidad, eso significa que estás en tu camino; o la angustia y la tristeza, cuando te has salido de él.
¿Qué más le ayudó a salir del pozo?
El momento crucial fue cuando en medio del sufrimiento y del malestar, al indagar en ello descubrí que había una parte en mí que observaba mi tristeza pero que no estaba triste; ahí descubrí mi conciencia testigo, mi metacognición, lo que realmente soy.
¿…?
Aunque en la película haya un incendio, la pantalla no se quema. Esa conciencia que observa los contenidos de la mente es lo que soy. Mi diagnóstico era trastorno obsesivo-compulsivo; pero mi conciencia, que se descojona del diagnóstico, decide que ya que soy obsesivo me voy a obsesionar con ser feliz.
Parece una buena idea.
Esa conciencia no se cree nada, simplemente sabe, desde entonces no he parado de disfrutar de la vida. Todos los grandes filósofos y los profetas dicen lo mismo.
¿Qué dicen?
Jesús dice que el reino de los cielos está en vosotros; Mahoma, que Dios, la conciencia, está más cerca de ti que la vena de tu cuello. Y a eso sumemos la neurociencia, que nos dice que la conciencia no es un subproducto del cerebro, la conciencia está deslocalizada.
¿Y perdura?
Más de un paciente me ha dicho: “He visto a mi madre muerta como le veo a usted y me ha dicho que mañana a las siete vienen a buscarme”. Todos los auxiliares de cuidados paliativos saben que cuando alguien ve a un familiar es que está pidiendo pista para irse.
Nota publicada en Julio 2024