Son parte de 21 investigadores galardonados en América latina.
Trabajan juntos en el mismo centro. Historias de capacidad y tesón… Además del conocimiento científico, su principal capital es la humildad y la perseverancia por continuar trabajando acá; investigando para avanzar en descubrimientos. Pero como «hacer buena ciencia no es barato», según dicen, necesitan básicamente del financiamiento que en la Argentina es exiguo, algo que, en cambio, lograron desde el exterior gracias a su esfuerzo y su capacidad.
Son tres rosarinos miembros del mismo centro estatal. Cada uno recibirá del Instituto Médico Howard Hughes (HHMI) de Estados Unidos 500 mil dólares en 5 años; una evidencia de su altísimo nivel y un modo de seguir.
Pertenecen a tres generaciones de científicos y se llevan más o menos 10 años entre sí. Todos integran el Instituto de Biología Molecular (IBR), una mixtura entre la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet); algo de lo que se jactan porque se realza ese ámbito, el más grande del país con 200 integrantes.
Diego de Mendoza, de 55 años, es el director del IBR. Doctor en bioquímica, forma parte de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (un espacio que contó con miembros como los premios Nobel Bernardo Houssay, Luis Leloir y César Milstein, y del que también participó Albert Einstein). Si bien nació en Jujuy, es rosarino por adopción.
Su proyecto de investigación premiado se basa en estudiar cómo se sintetizan los lípidos en las bacterias para crear compuestos que inhiban esa síntesis y generar nuevos antibióticos.
Javier Palatnik, de 35 años, regresó al país hace uno y medio, después de completar un posdoctorado en bioquímica en Estados Unidos y Alemania.
Trabaja sobre la información genética en animales y plantas, y estudia los mecanismos que forman su arquitectura.
Alejandro Vila, de 44 años, se recibió de químico en la Universidad Católica de Rosario y se doctoró en la UNR. Especialista en resonancia magnética nuclear en proteínas de la Argentina, dirige el laboratorio correspondiente que se inauguró oficialmente en mayo de este año en el Centro Universitario Rosario (CUR), conocido como La Siberia.
Actualmente investiga los mecanismos de resistencia a una familia de antibióticos, que incluye la penicilina y cefalosporina.
-¿Por qué apuestan a quedarse en Rosario?
Diego.: -Me siento mucho mejor formando recursos humanos y trabajando por el país.
Javier.: -En mi caso fue un desafío volver para crear mi propio grupo de investigación, instruir gente y hacer una contribución.
Alejandro.: Estudié tres años en Italia, pero mi meta era conformar un equipo e instalar un laboratorio. Se invirtió un millón de dólares y es el más completo del país.
El derrotero de los tres científicos es similar: terminar su carrera universitaria, hacer un doctorado y luego un posdoctorado en el exterior.
-Y es a partir de allí que la mayoría no vuelve más.
Javier: -Porque los salarios son mucho mejores y hay mayores posibilidades de investigar.
Diego: -Yo tengo la máxima categoría como investigador y profesor titular, gano 2.800 pesos y no puedo aspirar a más. Calculo que en Estados Unidos podría llevarme 300 mil dólares por año.
Los tres rosarinos podrían perfectamente radicarse afuera. Y habitualmente reciben ofertas. En eso la Argentina parece estar a la vanguardia, algo mucho más destacable si se tiene en cuenta el trabajo a pulmón. Este país siempre figuró entre los que más subsidios han tenido.
Para los especialistas, hacer realidad sus utopías es pura satisfacción. Palatnik, por ejemplo, pudo inaugurar en enero pasado su laboratorio en el subsuelo de la Facultad de Ciencias Bioquímicas de la UNR (Suipacha al 500). Antes allí estaba la sala de mantenimiento de esa casa de estudios donde se reparaban bancos y había herramientas.
Ahora, el sitio cambió por completo y es el espacio donde nacen investigaciones que llegan a plasmarse en las principales revistas científicas. Estas publicaciones funcionan como las ligas de fútbol; tienen distintos niveles y las notas son evaluadas por referís internacionales anónimos que emiten veredictos sobre el nivel de los artículos.
Más allá de las adversidades y a pesar de las carencias, los tres doctores se conforman con el esfuerzo permanente. «Es nuestro componente emocional, nuestra vida, el desafío del día a día y el convencimiento de trabajar en el país y por el país», sostienen al unísono.
La filantropía del Instituto Médico Howard Hughes
El Instituto Médico Howard Hughes (HHMI) de Maryland (Estados Unidos) fue creado en 1984 y es una de las entidades filantrópicas más importantes del mundo volcada a la ciencia.
Pertenecer a esta institución implica mucho prestigio en el mundo de la ciencia, porque sus premios se otorgan tras una rigurosa selección de científicos. En esta oportunidad hubo 546 postulantes, aunque se galardonó a 21 científicos de Latinoamérica (entre ellos 12 argentinos, tres de Rosario). Hay otros tres de Brasil, uno de Chile, uno de Venezuela y cuatro de México. Cada uno recibirá 500 mil dólares en cinco años, para investigar.
Según lo estipula la filosofía del lugar, los elegidos deben invertir el 20 por ciento de los subsidios en mejoras a la institución en la que trabajan.
Estos competitivos premios reconocen los logros y el potencial de los investigadores biomédicos de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, México y Venezuela.
Los fondos del HHMI pertenecen a la familia del fallecido aviador y millonario magnate texano Howard Robad Hughes (1905-1976), también productor de películas y dueño de varios holdings, entre ellos el estudio de grabación RKO y la Trans World Airlines (TWA).
La historia del millonario volvió a hacerse muy conocida luego de que Martin Scorsese dirigiera el reciente film sobre su vida titulado «El aviador» y protagonizado por Leonardo Di Caprio
Click: Artículo del Instituto Médico Howard Hughes (en español)
Fuente: diario La Capital – Laura Vilche y Pablo R. Procopio