El último sábado de abril y sin saberlo, un cliente de La Uruguaya degustó el contenido del último cucurucho, después de 67 años de trayectoria…
El último sábado de abril y sin saberlo, un cliente de La Uruguaya degustó el contenido del último cucurucho. Después de 67 años de trayectoria, la pionera del helado artesanal y de las copas heladas que se comían con los ojos, cerró las puertas de un negocio familiar de tercera generación porque ya no encontró recambio y cortó la racha de las cremas gustosas.
Alejandro Salgado y Norma De Jesús
“Queremos descansar y la marca desaparece con nosotros”, dijeron Norma De Jesús y Alejandro Salgado, matrimonio que forma parte de la sociedad que también integran la mamá y la hermana de la mujer. Los primeros sorprendidos por la noticia fueron los propios vecinos de avenida Pellegrini al 1000, cuando no sólo no hubo más mesas en la vereda, sino que hasta apareció un cartel de alquiler y los vidrios tapados con papel.
“No nos fundimos, no hubo nada que nos haya afectado, es una decisión que veníamos madurando y la tomamos ahora”, explicó Norma, nieta de una vecina de Paysandú (Uruguay) que llegó a Rosario con su familia e impuso marcas registradas por partida doble. “Mi abuelo abrió La Uruguaya y un hermano La Montevideana”, relató Norma y dijo que esta última firma desde hace tiempo ya no pertenece a sus parientes.
La Uruguaya nació al lado del desaparecido cine Ambassador, San Martín al 1800, y según recuerda, los espectadores aprovechaban el intervalo para degustar los primeros helados artesanales. En la década de 1960, y ya como una firme empresa del rubro, el negocio se instaló en su actual ubicación de avenida Pellegrini 1043. Allí, y como pionera, La Uruguaya pisó fuerte y se convirtió en un atractivo que hasta requirió un plantel de más de 40 personas.
Eran las épocas de los corsos rosarinos, con un movimiento incesante de gente en las noches veraniegas. “La Uruguaya presentó una carroza y sacó el primer con reina incluida”, evocó Norma. Y dijo que aún recuerda el trabajo de toda la familia que no reparaba en esfuerzo a la hora de presentar un buen producto.
“Se picaban las nueces, pelaban naranjas, preparaban las frutillas, acá se hacía el pionono y los flanes”, enumeró para afirmar una vez más que el lugar era el símbolo del helado artesanal. Así surgieron las copas heladas que le dieron fama. “Hubo un momento en que la demanda era tan grande que tuvimos que montar una línea refrigerada donde desfilaban las copas ya preparadas para que el mozo las tuviera a disposición”, contó Alejandro.
“También fuimos los primeros en tener mozos que servían helados en las mesas”, evocó la pareja frente a la colorida lista de las copas heladas, encendidas por última vez para las fotos. Melba, Monumental, Norma y copa y postre La Uruguaya hicieron por décadas las delicias de pequeños y adultos. “Hasta venían con turistas a mostrar la heladería”, recordó el matrimonio que aseguró haber madurado la decisión de cerrar las puertas para poder descansar. “Siempre en el negocio, siempre arriba de la conservadora, así criamos a nuestros hijos”, afirmaron.
Con gusto
“Trabajamos años y años, pero haciendo lo que nos gustó siempre”, dijeron los dueños de la heladería.
Por Silvia Carafa / La Capital