
En la tercera asamblea del Foro Humanista Mundial, celebrada el 19 de julio, Antonio Carvallo propuso la creación de una nueva mesa de trabajo sobre el tema del Desarrollo Personal.
Durante su presentación, una chispa llamó mi atención. Comentó que, durante más de 5.000 años, la humanidad ha dedicado casi toda su energía a comprender y desarrollar el mundo exterior, descuidando nuestro propio desarrollo interior como seres humanos.
Aquí estamos hoy, con asombrosas capacidades tecnológicas, científicas, intelectuales y sociales. Podemos dividir átomos, cartografiar genomas y comunicarnos instantáneamente en todo el planeta. Sin embargo, en comparación, nuestra comprensión de cómo funcionamos internamente como seres humanos sigue siendo dolorosamente limitada. Los seres humanos siguen siendo tratados con demasiada frecuencia como herramientas, valorados principalmente por su capacidad de producir y consumir.
Si se pregunta a un adolescente qué piensa hacer con su vida, la pregunta suele entenderse como: ¿Qué trabajo vas a tener? La vida se convierte en sinónimo de trabajo. Se estudia para trabajar, se trabaja la mayor parte de la vida y, al final, uno se jubila, a menudo exhausto y desilusionado. La realización está ligada al éxito profesional, incluso en una sociedad disfuncional o en un lugar de trabajo tóxico.
Mientras tanto, las estadísticas de salud mental en la sociedad occidental apuntan a una crisis profunda y creciente:
- En 2022, alrededor de 59,3 millones de adultos estadounidenses (≈23,1%) experimentaron algún tipo de enfermedad mental.
- En 2022, 15,4 millones de adultos (6%) sufrían enfermedades mentales graves.
- En 2022, los CDC informaron de 49.449 muertes por suicidio en Estados Unidos, lo que supone un aumento del 3% respecto a las 48.183 de 2021 y marca un récord.
¿No es esto una expresión dramática de un conflicto interno no resuelto?
¿Por qué se ha infravalorado tanto el desarrollo interno? Casi parece como si hubiera una conspiración global contra ello. La mayoría de las religiones comienzan con una experiencia interna, pero con el tiempo se vuelven cada vez más externas: colocan a Dios en el cielo, se centran en rituales externos, se obsesionan con la comida o las normas. Las ideologías políticas como el marxismo a menudo no exploran el papel de la violencia, el miedo y el significado en la forma en que nos organizamos. Incluso en la moderna industria de la «autoayuda», el crecimiento personal suele enmarcarse como una forma de «optimizar el rendimiento» dentro de las mismas estructuras deshumanizadoras que causan sufrimiento.
Pregúntale a alguien: «¿Cómo te enfrentas al miedo?». A la mayoría le costará responder. La gente no tiene herramientas internas ni lenguaje para afrontar y transformar su miedo. El miedo se convierte en una herramienta utilizada por el sistema para controlar la vida cotidiana: tememos que nos despidan, no tener suficiente dinero, no ser queridos, ser «demasiado» o «no lo suficiente».
¿Por qué hay tanta gente agotada? ¿Qué sabemos realmente sobre nuestra propia energía interna: cómo cultivarla, renovarla, dirigirla? Son preguntas fundamentales para nuestra supervivencia y evolución, y sin embargo la sociedad rara vez las aborda.
Seamos claros: no estamos proponiendo el desarrollo personal sólo para que la gente pueda funcionar mejor en este sistema deshumanizado. El verdadero desarrollo personal consiste en cambiar por completo el enfoque de nuestras vidas. Nada significativo puede transformarse en el mundo hasta que interioricemos nuestro conocimiento de lo que significa ser humano, reconozcamos que la vida tiene sentido más allá del trabajo y el consumo, y nos liberemos de la ilusión del miedo.
La paz no es la ausencia de guerra. Es un estado interno del ser.
Imaginemos lo que significaría para 8.000 millones de personas emprender un camino de autocomprensión, aprender a superar el dolor y el sufrimiento, ver el dinero no como un fin en sí mismo sino como una herramienta para humanizar la Tierra. Imaginemos que el autoconocimiento se abordara como un músico practica un instrumento: con disciplina, cuidado y pasión.
La educación debe evolucionar. Debe estar enraizada en el desarrollo del ser humano en su totalidad. Reconciliarse con uno mismo debe ser el primer paso. El mundo que anhelamos debe arraigar primero en nosotros mismos: sólo entonces podremos co-crearlo con los demás.
David Andersson
Nota Original en: PRESSENZA.COM