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Dispone de ocho cargas autónomas (nucleares o no), como se observó en la primera y única aplicación, ocurrida el 21 de noviembre de 2024 sobre la enorme e histórica planta de armamentos ucraniana “Iuzhmash”, en Dniepropetrovsk.
Es un paso intermedio para el nuevo misil “Rubezh”, que se estima estará listo para 2027. El presidente Vladímir Putin acaba de anunciar que el “Oreshnik” entró en producción en serie y que todas las necesarias guarniciones están ya provistas de él. Se agrega a los misiles intercontinentales hipersónicos, de trayectoria aleatoria, con cabezas divisibles, como el “Sarmat”, el “Iars” o el “Bulavá”. Este último, junto con el táctico hipersónico “Tsirkón”, son básicamente de operación marítima.
La industria bélica rusa o, como lo denominan en Rusia, el CMI (Complejo Militar Industrial) es un conjunto de grandes conglomerados industriales con un determinante desarrollo de innovaciones tecnológicas. Con un presupuesto que no llega a los 100.000 millones de dólares anuales (“ligeramente” inferior al billón aprobado por el congreso norteamericano para los mismos fines), su absoluta mayoría se aplica precisamente a esos desarrollos. Rusia en el exterior no tiene bases militares. Tampoco mantiene despliegues de sus fuerzas armadas en decenas de países. Mucho menos deriva esos recursos presupuestarios a las maniobras de grupos de especulación financiera. “Black Rock”, por ejemplo, es prácticamente dueño del complejo Boeing. Sin embargo, el CMI es el tercer aportante al presupuesto ruso, con casi 20.000 millones de dólares anuales en ventas de armamento y equipo militar. La India, Vietnam, Venezuela, Irán, Turquía, países árabes, son permanentes receptores de las novedades en este campo. Desde aviones y buques hasta drones y equipos portátiles REB para la guerra electrónica. Hay empresas conjuntas del CMI ruso con China, la India, Irán, Turquía y Venezuela, entre otros.
El conflicto OTAN-Rusia en Ucrania permitió, lógicamente, el desarrollo de ramas de la industria militar rusa que hasta ese momento no habían sido prácticamente utilizadas. En especial, la producción de todo tipo de drones y equipamiento para la lucha electrónica. Se desactivaron costosos programas de equipos blindados como los fantásticos tanques “Armat”, plataformas móviles poco aplicables a la guerra moderna, donde las grandes operaciones han sido suplantadas por enfrentamientos de unidades móviles con gran versatilidad de armamento.
Los llamados “complejos aéreos de quinta generación”, previstos en el programa PAL-FA fueron reemplazados por el versátil y mortífero SU-57. Junto con el caza interceptor Su-35 y el caza bombardero SU-34 forman un trío absolutamente imbatible al que no pueden enfrentar ni el Mirage-2000 ni el F-16 suministrados sigilosamente a las destruidas fuerzas aéreas de Kíev. El CMI ruso priorizó, además, la continuidad de la producción del SU-25, un clásico, el único avión de asalto en el mundo construido especialmente para el ataque a trincheras, equipos blindados, reductos de infantería y puestos de comando terrestres. Heredero directo del legendario Il-2 de la Gran Guerra Patria, al que los alemanes bautizaron “la muerte negra” o “el tanque volante”.
La fabricación en serie del “Oreshnik” anunciada por Putin permitirá su instalación en el extranjero. De hecho, ya está instalado en Bielorrusia. Alexandr Stepánov, quien además de ser asesor militar del Instituto de Derecho y Seguridad Nacional de la AREySE (Academia Rusa de Economía y Servicio Estatal), es investigador científico senior del Instituto de América Latina de la Academia de Ciencias, advirtió que la instalación de los “Oreshnik” en el extranjero, “por ejemplo en los países de América Latina y de la Cuenca del Caribe, asegurará la presencia militar global de la Federación Rusa y la soberanía nacional de los aliados de Rusia”.
Hace 63 años, unos barcos rusos descargaron en el puerto de La Habana misiles de última generación también destinados a defender la Isla de la Libertad ante la amenaza norteamericana de repetir la frustrada invasión de Bahía de los Cochinos. En abril de 1961 la CIA, que había armado e instruido a mercenarios cubanos, los desembarcó en Playa Girón, en esa bahía. Los milicianos de Fidel Castro, con el comandante a la cabeza, los destruyeron en tres días. Enfrentaron a barcos, aviones y cañones de los Estados Unidos con algunos viejos tanques rusos T-34 y los clásicos AK. Los mercenarios sobrevivientes fueron condenados en juicios públicos realizados en La Habana, los que le costaron un tremendo dolor de cabeza político a la flamante administración demócrata de John Fitzgerald Kennedy.
A 90 kilómetros de las costas estadounidenses, los misiles de la URSS tenían también otra misión, además de proteger a Cuba… Italia y Turquía habían recibido, poco tiempo antes, los “Júpiter” nucleares norteamericanos directamente enfilados hacia la Unión Soviética. Los R-14 y R-16 soviéticos en Cuba podían también alcanzar el Mediterráneo.

En octubre de ese año de 1962 la crisis alcanzó el grado supremo, las tropas de la OTAN y del Pacto de Varsovia declararon alerta máxima y el mundo se vio al borde de una inminente guerra nuclear. En Moscú, donde mi esposa Silvia y yo estábamos estudiando en la Universidad de la Amistad de los Pueblos “Patricio Lumumba”, junto con decenas de otros argentinos y latinoamericanos, la tensión se sintió de inmediato, muchos de nosotros se ofrecieron como voluntarios y nuestros compañeros rusos volvieron a alistarse. Habían pasado apenas 17 años del fin de la Gran Guerra Patria como para que los soviéticos se olvidaran de ella.
Las urgentes negociaciones directas entre el líder soviético Nikita Jruschov y John F. Kennedy, realizadas en secreto en el domicilio de un “inocente” representante comercial en Cuba, lograron desinstalar la catástrofe atómica. Los misiles soviéticos volvieron a los barcos y los barcos los devolvieron a sus emplazamientos en la Unión Soviética. Washington retiró los cohetes en Turquía e Italia y se comprometió a no agredir a Cuba en adelante. Aunque Cuba no fue miembro del Pacto de Varsovia, a partir de la crisis de los misiles se acentuó y consolidó su alianza militar con la Unión Soviética.
El acuerdo de octubre de 1962 fue la clave que abrió negociaciones que culminaron en Helsinki, algo más de veinte años después, con la firma de acuerdos que blindaron la paz mundial tanto en las relaciones políticas entre estados con diferente estructura socioeconómica, como en la continuidad de la escalada nuclear con tratados sobre misiles de corto y de largo alcance. Todo funcionó hasta que las recientes administraciones norteamericanas de Donald Trump y Joe Biden los denunciaron.
Hoy, el mundo carece en la práctica de normas aceptadas y observadas internacionalmente que regulen y limiten la producción de armamento nuclear. Más aún, se escucha cada vez más firme la posible decisión norteamericana de reanudar las pruebas nucleares, so pretexto de “modernizar” las antiguas existencias de artefactos nucleares en sus arsenales…
La expansión de la OTAN hacia el oriente europeo provocó la desestabilización de los sistemas de seguridad internacional y obligó a la reacción armada rusa en febrero de 2022. La política anexionista de la Alianza Atlántica (¿?), se une ahora a sus intentos por expandirse hacia el sureste asiático y hacia el Ártico. La definida concepción imperialista del bloque unipolar se manifiesta, además de los embates embravecidos del “poderoso presidente de los Estados Unidos”, como lo definió irónicamente Dmitrii Medviédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia y líder del oficialista “Rusia Unida”, en las continuas manifestaciones agresivas de la decadente Unión Europea. Sin tener resto para atender las imposiciones documentales que le obligó a firmar Washington por centenales de miles de millones de dólares, Bruselas enfrenta duras crisis económicas, políticas y militar y, por cierto, adolece de líderes carismáticos que la lleven hacia la victoria…
En su reciente cumbre brasileña, los BRICS ampliados aprobaron una declaración que, con claridad meridiana, pone los puntos sobre las íes en lo que respecta a esa agresiva y violenta conducta del arcaico mundo unipolar. Dice en su apertura el extenso documento: “reafirmamos nuestro compromiso con el multilateralismo y la defensa del derecho internacional, incluyendo los Propósitos y Principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas (ONU), en su totalidad e interconexión como su fundamento indispensable, y el papel central de la ONU en el sistema internacional, en el cual los estados soberanos cooperan para mantener la paz y la seguridad internacionales, promover el desarrollo sostenible, asegurar la promoción y protección de la democracia, los derechos humanos y libertades fundamentales para todos, así como la cooperación basada en la solidaridad, el respeto mutuo, la justicia y la igualdad”.
Los BRICS se perfilan, de esta forma, como la expresión más acabada de los objetivos y aspiraciones del nuevo mundo multipolar. Ya no se trata simplemente de una reunión donde los países BRICS reconocen posturas similares en defensa de su soberanía y en contra de los intentos imperiales de violarla. Además, son muchos los países BRICS y los de su organización “espejo”, la OCSh, que arbitran modos concretos de contrarrestarlos.
Las recientes maniobras aeronavales de China y de Rusia, desplegadas en el Pacífico, el Atlántico, el Ártico y el Mediterráneo, pueden leerse como una concreta respuesta a esas intenciones. Con la notabilísima utilización de armamento de última generación, desconocido hasta ahora por la inteligencia militar occidental. Un fenómeno tecnológico que, además de “los tres pilares”: Rusia, India, China, abarca a Irán, Vietnam, Venezuela, y otros países empeñados, en sus distintos niveles, por aportar a la seguridad internacional.
¿Las afirmaciones del experto Stepánov no estarán anticipando algo similar ante las bravatas belicistas de Donald Trump? ¿El anunciado despliegue de otros dos submarinos nucleares norteamericanos “hacia las costas rusas” será una repetición de los misiles instalados en Turquía? Rusia conmemoró en mayo el 80 aniversario de la victoria sobre la Alemania nazi. Pero también conmemoró otra fecha: el 22 de junio de 1941, cuando fue sorprendida por la agresión hitleriana que le costó casi 30 millones de vidas.
Moscú no permitirá otra “sorpresa” … Los “Oreshnik” pueden ser los nuevos R-12 y R-14, en respuesta al descarado anuncio de Washington. Empero, el mundo ha cambiado desde 1962… El Pentágono aprendió a fugar a sus tropas de lugares tan “exóticos” como Afganistán, Etiopía, Kirguistán o Sudán, sucedáneos contemporáneos de Vietnam. En la celebración del 80 Aniversario de la Victoria, en la Plaza Roja, en la tribuna contigua a las viejas murallas del Kremlin, presenciaron el imponente desfile militar mandatarios de más de 40 estados. Ante esas tribunas rindieron honores contingentes de fuerzas armadas de 13 países.
Las premoniciones de Stepánov tienen un asidero real. Rusia está acostumbrada a no lanzar palabras al aire. Cuba y Venezuela, sin ir más lejos, son concretos beneficiarios de la solidaridad militar rusa. Como dije, a 90 kilómetros de las costas estadounidenses…
Hace unos días, Trump justificó sus bravatas bélicas con su presunto “desencanto” por la conducta del Kremlin, que no se somete a sus exigencias de armisticio incondicional en Ucrania. En realidad, la desilusión tiene como causa la avanzada presencia de las nuevas expresiones, cada vez más fortalecidas, del mundo multipolar. Ese mundo al que Trump ha amenazado directamente con la asfixia económica, sin darse cuenta de que ya no tiene las fuerzas necesarias para ejecutar su amenaza. Antes de ayer, el presidente Putin observó al respecto que “los desencantos surgen ante las expectativas que no se cumplen”. Sabias palabras.
Hernando Kleimans* Periodista, historiador recibido en la Universidad de la Amistad de los Pueblos «Patricio Lumumba», Moscú. Especialista en relaciones con Rusia. Colaborador de PIA Global
Foto de portada: PIA Global
Cuba: los “Oreshnik”, bahía de los cochinos y las incumplidas expectativas Pia Global.