
Cada día estamos bombardeados por una avalancha de información que genera desconcierto y preocupación.
Por Allan Astorga. Redacción Costa Rica. Pressenza.com. Medio Ambiente
Noticias sobre guerras interminables, conflictos geopolíticos, colapsos económicos, pandemias que parecen volver, rearmamento de los ejércitos, creciente desigualdad social, calentamiento global, desastres naturales cada vez más frecuentes y severos, así como la pérdida de bosques y biodiversidad. En medio de este ruido mediático, se mezclan datos falsos, exageraciones y verdades inquietantes, creando una atmósfera de gran incertidumbre. Como resultado, una gran parte de la población mundial, especialmente los jóvenes, vive con miedo al futuro y una sensación de inseguridad que afecta incluso su presente.
Escuchamos que las pensiones no serán suficientes, que el trabajo apenas alcanza para cubrir nuestras necesidades, y que la humanidad ha dañado el planeta irreparablemente, incluso justificando que somos demasiados para esta Tierra. Ante esa sensación de impotencia, muchos se preguntan: ¿Para qué todo esto? ¿Cuál es el sentido de esforzarse si el mundo parece condenado? ¿Hacia dónde voy como persona? ¿Qué me impulsa a levantarme cada día? ¿Cuál es mi horizonte? El problema más grave de nuestra era no es solo la crisis ambiental, sino la pérdida de la esperanza.
Pero la esperanza no es una ilusión ingenua; es la energía vital que nos impulsa a actuar. Y en momentos de mayor confusión, es precisamente cuando más necesitamos recordar quiénes somos, de dónde venimos y qué papel tenemos en este planeta.
La vida: una historia de resiliencia cósmica
Todo lo que vemos —el aire que respiramos, los bosques, los mares, los animales y nosotros mismos— es el resultado de casi 4.000 millones de años de evolución en la Tierra. La vida no surgió por casualidad, sino gracias a una serie de eventos únicos y afortunados. A lo largo de su historia, ha enfrentado numerosas adversidades: cambios en la atmósfera, climas extremos, enormes glaciaciones, impactos de asteroides, erupciones volcánicas colosales y transformaciones planetarias, así como influencias de fenómenos astronómicos. A pesar de todo, la vida en la Tierra ha prevalecido y se ha adaptado, demostrando una resistencia extraordinaria.
De toda esa larga historia, en los últimos instantes —a apenas 0.000075 de los 4 mil millones de años— emergió la humanidad: una forma de vida capaz de pensar, crear, soñar y amar. Somos la mente y la voz del planeta que aprendió a reflexionar sobre sí mismo. Lo que hoy llamamos civilización es el resultado natural de la evolución humana.
Las investigaciones astronómicas más recientes, especialmente las de la NASA, nos muestran cuán extraordinario es este logro. En una esfera de más de cien millones de años luz, no hemos encontrado otro planeta que albergue vida inteligente. Probablemente existan organismos primitivos en algún rincón remoto de ese cosmos que auscultamos, pero la vida como la conocemos aquí —compleja, diversa y consciente— es una verdadera joya del universo.
Comprender esto transforma por completo nuestra perspectiva. La vida en la Tierra no es un accidente; es un milagro cósmico que nos ha sido confiado y que debemos valorar y proteger.
El despertar del Antropoceno
Durante miles de años, la humanidad vivió en relativa armonía con su entorno. Pero a partir de 1800 DC, con la Revolución Industrial, algo cambió radicalmente. Comenzamos a transformar el planeta a una velocidad sin precedentes. La población explotó exponencialmente, la demanda de energía se disparó y la naturaleza dejó de ser vista como nuestra casa común para convertirse en una fuente “inagotable” de recursos.
En poco más de dos siglos, hemos alterado lo que tomó millones de años en alcanzar su equilibrio. Los bosques desaparecen, las tierras agrícolas se erosionan, los humedales se reducen, los ríos se contaminan y los océanos están saturados de plásticos, microplásticos y nanoplásticos, que incluso ya habitan en nuestros cuerpos. Por nuestra causa, se han extinguido miles de especies, hemos afectado el clima y contaminado el aire que respiramos. Hemos alterado ciclos clave que sostienen el equilibrio de la Ecosfera terrestre. Sin una conciencia clara de la magnitud de la situación, y debido al efecto acumulativo, en nueve generaciones —y especialmente en los últimos 40 años— hemos infligido un daño ambiental profundo a la Tierra.
El planeta, que alguna vez fue un sistema en equilibrio, hoy muestra signos evidentes de agotamiento. La Tierra no está muriendo, pero está pidiendo ayuda. Y nosotros, las generaciones actuales, por primera vez en la historia, contamos con plena conciencia de ello.
La crisis ambiental: el espejo de nuestra evolución
La crisis ambiental no se limita solo al cambio climático. Los científicos advierten que varios de los límites planetarios ya han sido sobrepasados: pérdida de biodiversidad, contaminación química, deterioro del suelo, alteración de los ciclos del agua y acidificación de los océanos. Estos procesos están interconectados y evidencian que la verdadera emergencia es una crisis de relación entre la humanidad y su entorno.
Es importante entender que el planeta no está muriendo; está reaccionando. Lo que está en juego no es únicamente la vida en la Tierra, sino nuestra propia existencia como civilización dentro de ella, además de muchas otras especies que comparten este mismo hogar.
La inteligencia humana y el poder de la esperanza
A lo largo de su historia, el ser humano ha creado herramientas extraordinarias: la ciencia, la medicina, el arte y la tecnología. Hoy, hemos dado un paso más allá con la creación de la inteligencia artificial, una extensión de nuestra propia inteligencia.
Algunos la temen, otros la rechazan. Pero si comprendemos su verdadero potencial, veremos que puede convertirse en una aliada fundamental para sanar el planeta: mejorar la planificación, prever desastres, regenerar bosques, controlar la contaminación y diseñar sociedades más justas. La inteligencia artificial no es una amenaza; es un espejo que refleja y amplifica lo mejor o lo peor de nosotros. Todo depende de cómo decidamos usarla.
Comprender nuestra misión: reconciliarnos con la vida
Muchos seres humanos, especialmente quienes viven en regiones tropicales, dan por sentada la naturaleza. Creen que el agua, el aire, los alimentos y los bosques siempre estarán disponibles. Pero la realidad es muy distinta: la naturaleza está herida. El deterioro de la Ecosfera terrestre es un llamado urgente de ayuda que no podemos ignorar.
Nuestra generación tiene una responsabilidad inédita en la historia. Por primera vez, comprendemos que hemos afectado el planeta y que disponemos de la capacidad de revertir ese daño para garantizar su supervivencia de forma sostenible. Esta conciencia debe impulsarnos a actuar con amor y con razón. No basta con reciclar o ahorrar energía; es necesario cambiar nuestro paradigma de relación con la Tierra.
El progreso humano y la restauración del planeta no son ideas opuestas. Podemos prosperar sin destruir, generar bienestar sin consumir el futuro. La economía, la ciencia y la tecnología pueden ser aliadas si se orientan hacia un desarrollo que regenere la vida.
Salvar la Tierra no es solo un acto político, sino un acto de amor. La misión de nuestra generación es recuperar la salud del planeta, proteger la civilización y ofrecer a las futuras generaciones un hogar sano y digno.
Actuar desde lo local, pensar desde lo global
El cambio no se logra únicamente desde los foros internacionales; comienza en cada comunidad, en cada municipio y en nuestras decisiones cotidianas. Debemos mirar nuestro entorno y preguntarnos: ¿qué acciones dañan el equilibrio natural y qué podemos hacer para restaurarlo?
Si cada ciudadano actúa localmente, con conciencia global, el impacto será enorme y los cambios podrán hacerse visibles en solo unos años. Todos, sin importar la edad, mientras tengamos energía espiritual, tenemos una misión especial: hacer algo más. Es fundamental acercarnos a nuestros gobiernos locales y ejercer nuestra influencia para que comiencen a implementarse cambios efectivos en la forma en que hemos actuado hasta ahora.
Debemos preguntarnos qué está haciendo nuestro gobierno local para recuperar el equilibrio de la cédula planetaria, que es nuestro territorio, y cómo podemos reordenar nuestras acciones para comenzar el cambio, mientras seguimos promoviendo un progreso humano sustentable. No necesitamos viajar lejos; nuestra tarea está en nuestro entorno cercano. Es hora de reconciliarnos con la naturaleza y con nuestro planeta Tierra.
Esa es la esencia de una nueva civilización: seres humanos conscientes, que gestionan su territorio de manera sustentable y viven en armonía con la naturaleza.
Un mensaje los jóvenes de hoy y de siempre
Queridos jóvenes, sabemos que en medio de tantas noticias y desafíos, a veces pueden perderse el sentido de rumbo y la esperanza. Pero hoy, como nunca en la historia, todos los seres humanos tenemos una misión muy importante: reconciliarnos con la Naturaleza y recuperar la salud de nuestro planeta.
No se trata de desanimarse, sino de despertar con entusiasmo y confianza en que podemos marcar la diferencia. Ustedes son la generación escogida para liderar ese cambio, para transformar la crisis en oportunidad. Antes de pensar en explorar las estrellas, primero debemos restaurar el equilibrio de nuestra nave espacial: la Tierra.
La historia nos muestra que el cambio empieza en cada uno de nosotros y en nuestras acciones diarias. Con conciencia, pasión y determinación, podemos generar un impacto real y positivo. La esperanza no es una ilusión, sino una fuerza poderosa que surge del compromiso y la acción concreta.
Somos la generación que puede hacer posible una relación armoniosa con la vida del planeta. Juntos, podemos construir un futuro donde la naturaleza y la civilización prosperen en paz y equilibrio. ¡Este es nuestro tiempo, nuestra misión, y estamos llamados a cumplirla con entusiasmo y certeza!
A pesar de todo, hay esperanza
A pesar del ruido, del miedo, de la confusión y del caos, la esperanza sigue intacta, especialmente para los niños y adolescentes que aún no ven un horizonte claro. Existe un camino, y ese camino es el desafío más grande que enfrenta la humanidad y, en definitiva, cada uno de nosotros: restaurar el equilibrio de nuestro planeta Tierra.
La historia del planeta nos enseña que la vida siempre encuentra la forma de renacer. Y ahora, por primera vez, somos nosotros quienes jugamos un papel fundamental, trascendental, para las generaciones futuras.
La esperanza no es solo una emoción, sino una decisión consciente. Cada uno de nosotros puede decidir salvar la vida, comenzando por la del planeta que nos dio la vida.
Desde SALVETERRA (www.salveterra.info), te invitamos a conocer nuestra propuesta profunda, científicamente fundamentada y llena de esperanza. Una iniciativa que cambia el paradigma y demuestra que, como seres humanos, sí podemos hacer algo: restaurar la vida del planeta y reconciliarnos con nuestra misión más importante —cuidar la Tierra. Después de eso, estaremos en condiciones de conquistar el cosmos.
Redacción Costa Rica
Nota original en: PRESSENZA.COM