“El siglo XX quedará grabado en la memoria como un siglo marcado por la violencia, testigo de destrucciones masivas y de horrores infligidos a una escala imposible siquiera de imaginar en tiempos anteriores de la historia de la humanidad.” (Nelson Mandela, Informe mundial sobre la violencia y la salud, 2002.) ¿Cómo prevenir la violencia y educar para la no violencia?
Pressenza, Montreal, 31/03/10, por Anne Farrell
El momento social actual Los niños estadounidenses crecen en una cultura que propone adultos violentos como modelo a seguir. A los 12 años de edad, un niño estadounidense ya habrá sido testigo por lo menos de 18,000 asesinatos en la televisión (Sadovink, Cookson y Semel 2001, pág. 131). En un informe reciente basado en datos recopilados de 35 países, la Organización Mundial de la Salud (OMS) subraya que cuando menos el 40% de los niños menores de 13 años han experimentado, o han hecho experimentar a otros, actos o gestos violentos. El informe indica que el 90% de los niños de menos de 13 años han sido testigos de un acto de hostigamiento, de una agresión o de una pelea en la escuela.
Para comprender mejor el origen de los comportamientos inapropiados de los niños, debemos empezar a observarlos a partir del momento social actual: a partir del tiempo social en el cual los niños crecen y se desarrollan. En efecto, a pesar de las buenas intenciones de los padres, hay que reconocer que los factores culturales, sociales, económicos, religiosos y medioambientales son los que dibujan el paisaje humano y ejercen una influencia directa en las percepciones y las sensaciones de los niños. Generalmente se acepta que los niños, una vez que se convierten en jóvenes, estructuran sus representaciones del mundo a partir de las sensaciones, las percepciones, los códigos morales y las experiencias personales que vivieron. En otras palabras, si los niños y los jóvenes son diferentes de como éramos nosotros a su edad, es porque ellos viven de manera diferente y porque se desarrollan en un momento distinto. Si los niños y los jóvenes perciben el mundo de un modo diferente, es porque lo ven y lo viven de un modo diferente, a pesar de que estemos todos en el mismo momento social.
Los acontecimientos ocurren con tanta rapidez que nos rebasan, y la aceleración del ritmo de vida tiene efectos en el desarrollo de los niños y los jóvenes. Por una parte, los valores del desempeño y el individualismo se ponen por encima de los de la familia. Por otra, la familia se desintegra y las parejas se vuelven cada vez más móviles y cambiantes. A pesar del progreso notable de las tecnologías de la información y de las comunicaciones, la comunicación interpersonal se está bloqueando. La amistad desaparece mientras la competencia envenena todas las relaciones humanas, a tal grado que todo el mundo desconfía de todo el mundo.
Por supuesto, la mayoría de los jóvenes y niños estadounidenses no viven estos fenómenos directamente, pero se enfrentan a ellos en forma indirecta. Si deseamos ayudar a que los niños “se” salgan de la violencia, antes que nada debemos entender cómo se desarrolla ésta. La violencia es un monstruo alimentado por el miedo. Cuanto más crece el miedo social, más grandes son los malestares y las tensiones psicológicas y más se extienden entre la población. Durante los acontecimientos sociales e individuales que son difíciles y trágicos, el sentimiento de inseguridad —traducido en miedo y angustia— se adueña de la vida de las personas. Cuanto más viven experiencias violentas los niños y los jóvenes, ya sea como testigos, como agresores o incluso como víctimas, más riesgo tienen de desarrollar respuestas violentas durante los momentos difíciles que se les presentan. Estas respuestas se pueden manifestar como angustia, pánico, aislamiento en sí mismos, etcétera.
En Canadá, cada mes hay un nuevo estudio que demuestra —y las estadísticas no la desmienten, sino que la confirman— un alza vertiginosa en la frecuencia de casos de depresión, de trastornos de ansiedad, de burnout (o agotamiento por estrés), de trastornos de pánico, de drogadicción y suicidios, etc. Estas tendencias se presentan tanto entre adultos como entre jóvenes. Mientras que los sociólogos y los pediatras dan la voz de alarma y advierten que los rápidos cambios de valores afectan directamente el desarrollo de los niños, no es sorprendente encontrar cada vez más trastornos de pánico en niños que tienen apenas siete años, así como diferentes fobias, como la fobia escolar, en niños de apenas seis y siete años. A algunos de ellos se les prescriben ansiolíticos… medicamentos que sirven para reducir la ansiedad y que por mucho tiempo han sido exclusivos para adultos. Se observa ahora una tendencia a drogar a los niños apenas salidos de la infancia. ¿Es ésta la única solución?
El momento social actual está marcado por una crisis mundial generalizada. Por otra parte, es un momento fabuloso para las nuevas generaciones orientadas hacia una nueva cultura, todavía en desarrollo, “mundializada”. En efecto, por primera vez las nuevas generaciones no sólo comparten los mismos productos y modelos culturales, sino que también participan mundialmente en acontecimientos masivos. El 20 de abril de 2009, más de un millón de personas participaron en el día de la Tierra. Varios centenares de millones de jóvenes participaron en eventos en todas partes del mundo.
Por otra parte, el momento actual también está marcado por la violencia psicológica, la violencia económica, la violencia ambiental, racial y religiosa. ¡Cada vez más padres, profesionales del entorno escolar y especialistas de todas las disciplinas sociales se ven rebasados por esta situación endémica! ¿Qué hay que hacer?
¿Puede la violencia ayudar a aprender? La violencia no ayuda a aprender. Generalmente se acepta que todo comportamiento violento en la escuela debe ser castigado. Sin embargo, ¿los reincidentes deberían ser castigados con más fuerza? ¿Cada reincidencia debería ir acompañada de una exclusión, una expulsión o una detención? ¿Acaso educar a los niños a fuerza de miedo puede prevenir la violencia? Por muy bien intencionada que sea, la represión que ejerce la escuela también constituye una forma de violencia que promueve el aumento de la violencia. ¿Es posible prevenir la violencia sancionando constantemente a los jóvenes mientras la “ley” está del lado de la violencia que las escuelas ejercen sobre los jóvenes? De acuerdo con diversos especialistas que luchan por prevenir la violencia entre los jóvenes, tratar de sofocar la violencia con violencia no puede sino acentuarla. ¿Existe alguna forma de salir de la violencia?
La prevención de la violencia y la educación para la no violencia Desde hace alrededor de una década, varios gobiernos, así como especialistas de la educación y de la prevención, se han enfocado en los problemas de violencia en la escuela y han desarrollado programas para prevenirla. Estos programas buscan la adquisición de comportamientos adecuados en el medio escolar, y los hay para la prevención de la violencia, la prevención del uso de drogas, del acoso, de la discriminación, etc.
Por lo demás, en América del Norte existen pocos programas de educación para la no violencia implantados en las escuelas. En muchas ocasiones, los profesionales de la educación confunden la educación para la no violencia con los programas de prevención.
Pero un programa de educación para la no violencia es distinto de un programa de prevención de la violencia. Mientras que los programas de prevención de la violencia proponen una serie de medidas que buscan la adquisición de habilidades “útiles” para modificar las actitudes, como evitar la extorsión entre jóvenes (taxage), la violencia verbal, la agresión física, el racismo, etc., los programas de educación para la no violencia reconocen antes que nada que la violencia ya está instalada en todas partes y afecta a todas las esferas de la sociedad. Las actividades de un programa para la no violencia empiezan en lugares en que los jóvenes y los niños están viviendo la violencia, ya sea como víctimas, como agresores o como testigos. El programa propone actividades que pretenden desarrollar los sentimientos de compasión, de relajamiento, de paz y de bondad. Las actividades están orientadas hacia el desarrollo de actitudes para resolver conflictos y problemas personales con base en estrategias no violentas. El aspecto fundamental de un programa de educación es la acción no violenta. Las propuestas se refieren a la organización de actividades que persigan la meta de lograr un compromiso a niveles personal, local y mundial, para el progreso de una cultura de la no violencia.
En tanto que un programa de prevención de la violencia se lleva a cabo básicamente con los estudiantes, el personal docente y los padres, y en general está administrado por uno o varios especialistas, las actividades de un programa de educación para la no violencia contemplan actividades locales, nacionales y mundiales. Por lo regular, los programas de educación para la no violencia están administrados por voluntarios de todos los ámbitos de la comunidad y de la sociedad, como estudiantes, padres, interventores, docentes, empleados, gente de negocios, líderes de diferentes grupos, etc. El grado de responsabilidad de las actividades de un programa de educación para la no violencia no se asigna a los participantes o a los voluntarios según una identidad profesional avalada por una institución, sino que depende por completo del trabajo realizado. En otras palabras, la capacidad para la acción “no violenta” no tiene nada que ver con el estatus profesional, ya que se adquiere por las experiencias vividas y no por el conocimiento. De este modo, los padres de familia e incluso los estudiantes pueden perfectamente ser responsables de un programa de actividades en una escuela o en un vecindario. Cuanto más énfasis ponga el programa de actividades en el hecho de que la violencia vivida individualmente está relacionada con la violencia global, más eficaz será el programa. En efecto, cuando los alumnos comprenden que no se trata sólo de “sus problemas”, sino de un problema generalizado a toda la sociedad, y cuando captan que sus acciones no están aisladas, sino apoyadas por las acciones de otros jóvenes en todo el mundo, participan aún más. Tomemos como ejemplo la conciencia sobre el medio ambiente del planeta que se ha despertado durante la última década. En cuanto los jóvenes y los niños comprendieron que se trataba de proteger a los animales y al planeta que todos compartimos, se dieron a las actividades de reciclado, de limpieza y de conservación de energía. ¿Estamos presenciando el despertar de una conciencia no violenta en todo el planeta?
Ejemplo de un programa de educación para la no violencia En el otoño de 2009, ciertos interventores del ambiente escolar y algunos voluntarios con experiencia en educación para la no violencia, miembros de la Red Internacional Humanista y de la organización Un Mundo sin Guerras y sin Violencia, desarrollaron un programa de educación para la no violencia para las escuelas de Quebec y de Ontario. El programa se creó a partir de los temas y las prácticas del humanismo universalista. Establecido en el marco de la Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia, proponía una serie de talleres prácticos: el conocimiento de uno mismo (virtudes personales); el conocimiento de los demás (conocimiento de otras culturas); No violencia I: el trato al otro (experiencia vivida ya sea como víctima o como agresor); No violencia II: personajes históricos de la no violencia. En las escuelas se distribuyeron cuadernillos temáticos sobre la no violencia a los niños de entre 4 y 8 años de edad y a los jóvenes de entre 10 y 15 años.
Gracias al Internet, del 2 de octubre de 2009 al 2 de enero de 2010 los jóvenes y los niños comprometidos con el programa pudieron seguir los progresos de las actividades de la Marcha Mundial. Los niños de Quebec realizaron diferentes videos en los que se presentaban las acciones organizadas por los jóvenes y los niños en todo el mundo.
En Canadá se planearon tres días de actividades que tuvieron por tema “por un mejor futuro sin guerras, sin bombas nucleares y sin violencia”. Varias escuelas respondieron al llamado y participaron más de 14,000 alumnos. Varios millares de estudiantes participaron en marchas de al menos un (1) kilómetro; otros millares más participaron en construir signos humanos de paz, mientras que otros cientos dibujaron sobre la paz, cantaron sobre la paz, o incluso filmaron sobre la paz. La Carta para un mundo sin violencia, redactada por los premios Nobel de la Paz, se distribuyó en las escuelas. Varios estudiantes sensibilizaron a determinados políticos y consejeros municipales de sus ciudades y municipios. Si los niños y los jóvenes participaron masivamente, fue gracias al compromiso voluntario del personal docente y de los guías espirituales, así como al compromiso comunitario, al de los directores de las escuelas y al de los voluntarios. Los organizadores de la Marcha Mundial en Quebec muy pronto observaron un efecto dominó. Así, el primer día de actividades, varios estudiantes y varias escuelas se movilizaron, pero rápidamente, en los días siguientes, otras escuelas y otros estudiantes se unieron y quisieron contribuir también al fenómeno masivo de la no violencia. Además participaron varias organizaciones comunitarias de la juventud y diferentes regiones de Quebec, como el YMCA, los boy scouts y otros centros de la juventud. Fenómenos semejantes se observaron en otros países durante todo el recorrido de la Marcha Mundial a través de 93 países.
Fotografías y videos de las actividades de los niños y los jóvenes se difundieron a través de las redes mundiales de la Marcha Mundial. En América del Sur, los niños y jóvenes recibieron inspiración de las actividades de los jóvenes de Quebec. A medida que la Marcha iba tomando vuelo, más y más niños y jóvenes participaban en ella. Por último, varios cientos de miles de jóvenes y niños, procedentes de todos los horizontes étnicos y religiosos, participaron con actos concretos en el desarrollo de una conciencia no violenta mundial.
Finalmente, como consecuencia de esas interesantísimas experiencias, los voluntarios de la Red Internacional Humanista (RIH) de Canadá emprendieron el desarrollo de comités de educación para la no violencia en todas las regiones de Quebec. Estos comités están formados por padres, estudiantes, personal docente, líderes sociales y empresarios y grupos comunitarios. En forma paralela, los voluntarios del RIH de Canadá también forman jóvenes líderes de la educación para la no violencia en Haití, Marruecos y Argelia.
Anne Farell recibió un premio del YMCA de Canadá por su contribución a la no violencia
(Traducción de Patricia Straulino Peacock)