
Por Redacción Costa Rica. Pressenza.com. Medio Ambiente
Por Allan Astorga
En un momento en que el planeta se acerca a límites peligrosos, el lenguaje ambiental dominante parece volverse cada vez más suave. Ya no se habla de colapso, sino de “riesgo”. Ya no se advierte sobre puntos de no retorno, sino de “zonas de presión”. Esta tendencia a suavizar el discurso científico, aunque entendible en contextos diplomáticos o de comunicación política, puede tener consecuencias muy graves. Hablar claro no es pesimismo: es una forma de responsabilidad.
Los límites planetarios: marco y advertencia
El concepto de límites planetarios fue propuesto en 2009 por el “Stockholm Resilience Centre” como una forma de definir el espacio operativo seguro para la humanidad. Se identificaron nueve procesos clave del sistema Tierra que no deberían ser alterados más allá de ciertos umbrales, para evitar cambios catastróficos y en muchos casos irreversibles en el tiempo humano. Subrayo esto, dado que en tiempo geológico esos límites, algunos casos se alteraron de forma tan crítica que provocaron extensiones masivas de especies, no obstante, con el paso del tiempo geológico (cientos de miles o millones de años), el sistema nuevamente se estabilizó, lo cual permitió el florecimiento de la vida.
El marco de límites planetarios ha evolucionado con el tiempo. Licenciado bajo la licencia CC BY-NC-ND 3.0 (Crédito: Azote para el Centro de Resiliencia de Estocolmo, Universidad de Estocolmo. Basado en Richardson et al. 2023, Steffen et al. 2015, y Rockström et al. 2009). Fuente: https://www.stockholmresilience.org/research/planetary-boundaries.html
Estos nueve límites incluyen el cambio climático, la integridad de la biosfera (biodiversidad), los ciclos del nitrógeno y fósforo, el uso de agua dulce, el cambio de uso del suelo, la acidificación del océano, la capa de ozono, la carga atmosférica de aerosoles y la introducción de nuevas entidades como plásticos o químicos sintéticos.
Hoy, según la última revisión científica, al menos seis de estos nueve límites ya han sido sobrepasados, con uno más a muy cerca de pasar el umbral. Esto significa que el sistema planetario está funcionando fuera de condiciones seguras, lo cual aumenta enormemente la probabilidad de colapsos ecosistémicos y perturbaciones socioeconómicas a gran escala.
El océano: un amortiguador que empieza a fallar
Durante décadas, el océano ha actuado como un aliado invisible. Absorbe aproximadamente el 90% del exceso de calor generado por los gases de efecto invernadero y más del 30% del CO₂ emitido por las actividades humanas. Sin esta capacidad amortiguadora, el calentamiento global ya habría desencadenado transformaciones climáticas aún más extremas.
Sin embargo, esta función tiene un límite. La acidificación oceánica es uno de los signos más claros de que ese límite está cerca. A medida que el océano absorbe CO₂, disminuye su pH (se hace más ácido) y su capacidad de sostener la vida marina.
La saturación de aragonito, esencial para la construcción de los esqueletos de los moluscos, corales y otros organismos calcificadores, se ha reducido a niveles preocupantes. El umbral planetario para este proceso está a punto de ser cruzado.
Además, hay señales de pérdida de oxígeno y alteraciones en la circulación termohalina (como la AMOC en el Atlántico Norte), lo que puede desestabilizar los patrones climáticos globales.
El AMOC (“Atlantic Meridional Overturning Circulation”), es un componente crucial del sistema de circulación oceánica global. Desempeña un papel fundamental en la regulación del clima del planeta, especialmente en el Atlántico Norte. El AMOC transporta aguas cálidas desde los trópicos hacia el norte del Atlántico, donde se enfrían, se vuelven más densas y se hunden, formando un bucle que ayuda a mantener el clima templado en Europa y América del Norte.
Cambios en el AMOC pueden tener impactos significativos en el clima. Un debilitamiento o colapso del AMOC podría alterar patrones climáticos, causando inviernos más fríos en Europa, cambios en la distribución de las lluvias en África y América, y afectar los ecosistemas marinos.
A todo esto, se suma la sobrepesca y la contaminación, que agravan la situación. El océano, que había sido un amortiguador, podría convertirse en un amplificador del cambio climático.
Soluciones que no alcanzan
A pesar de la abundancia de evidencia científica, las soluciones predominantes en el debate ambiental global siguen siendo parciales y limitadas en su alcance. Acciones como cambiar la dieta, reducir el consumo de energía, proteger áreas silvestres, dejar de quemar hidrocarburos y gestionar mejor los recursos hídricos son pasos positivos y necesarios. Sin embargo, resultan claramente insuficientes frente a la magnitud de los desafíos actuales. Estas medidas no enfrentan problemas estructurales fundamentales, como el desorden territorial, la expansión urbana mal planificada ni el modelo económico basado en la extracción y explotación de recursos. Tampoco abordan con eficacia la gestión del riesgo climático, que requiere estrategias integrales y de largo plazo.
Además, existe una desconexión significativa entre el diagnóstico científico y la estrategia política. Muchos países del Sur global carecen de los recursos financieros, tecnológicos y institucionales necesarios para transitar rápidamente hacia un sistema energético basado en energías limpias y renovables. La realidad es que los hidrocarburos seguirán siendo una parte integral del sistema energético mundial durante al menos dos o tres décadas más. Ignorar esta situación o pretender una transición rápida sin reconocer sus implicaciones configura discursos vacíos que no reflejan la complejidad del escenario.
Es imprescindible desarrollar y promover alternativas que reconozcan esta realidad y propongan soluciones realistas y justificadas. Esto incluye diseñar mecanismos de compensación y transición justa, fomentar inversiones en tecnologías emergentes, apoyar la capacitación y el desarrollo de capacidades locales, y construir políticas que permitan una transición gradual y coherente con las condiciones sociales, económicas y medioambientales de cada país. Solo así podremos avanzar hacia un modelo de desarrollo más sostenible, inclusivo y resiliente, que no deje a ninguna comunidad atrás en este proceso de transformación global.
Una propuesta viable: el Sistema Salveterra
El Sistema Salveterra® propone una solución estructural, escalable y fundamentada en la ciencia para abordar los desafíos ambientales y sociales actuales. Su enfoque principal es la planificación territorial precisa, denominada terrazonificación, que consiste en identificar con claridad las zonas destinadas a diferentes usos, con base en criterios ecológicos, geológicos y sociales. Esta metodología determina, con visión planetaria, qué áreas deben ser restauradas, cuáles pueden ser utilizadas para producción regenerativa y cuáles deben conservarse debido a riesgos ecológicos o geológicos, promoviendo así una gestión territorial equilibrada y sostenible.
El sistema incorpora el uso de inteligencia artificial para acelerar y optimizar el proceso de análisis y toma de decisiones, permitiendo que estas sean informadas y precisas a escala local. Esto facilita una planificación territorial más efectiva y adaptable a las condiciones específicas de cada región, asegurando que las intervenciones sean coherentes y sostenibles.
Además, el Sistema Salveterra® propone un modelo económico regenerativo que involucra a millones de personas en actividades de restauración ecológica. Estima que, por cada diez hectáreas restauradas, puede generarse un empleo rural formal, promoviendo así el desarrollo económico local en comunidades vulnerables. Este enfoque no solo contribuye a la captura de carbono y a la recuperación de la biodiversidad, sino que también ayuda a frenar la migración forzada, especialmente en regiones donde los efectos del cambio climático, la degradación ambiental y la falta de oportunidades agravan las condiciones de pobreza y desplazamiento.
En conjunto, el Sistema Salveterra® busca consolidar un modelo de desarrollo que armonice la conservación del entorno natural con la generación de empleo y bienestar social, promoviendo la resiliencia ecológica y económica a largo plazo en distintas comunidades y territorios.
El efecto acumulativo: lo que nos acerca al colapso
Cada límite planetario que se transgrede no actúa de manera aislada; en realidad, debilita el sistema global en su conjunto. Los nueve procesos que conforman los límites planetarios están profundamente interconectados, formando una red compleja donde la perturbación en uno puede desencadenar efectos en otros. Cuando múltiples límites se cruzan simultáneamente, el efecto acumulativo puede empujar al sistema Tierra hacia una nueva fase, caracterizada por un clima más cálido, mayor inestabilidad y unas condiciones mucho más inhóspitas para la vida tal como la conocemos.
El concepto de punto de no retorno global e integral no es solo una metáfora: representa una posibilidad concreta y peligrosa. La irreversibilidad de ciertos procesos ambientales puede desencadenar un ciclo de retroalimentación que acelere el deterioro planetario. Por ejemplo, si los bosques tropicales colapsan, su capacidad de absorber CO₂ se reduce drásticamente, acelerando el cambio climático. La pérdida de los permafrost en las regiones polares, por su parte, implica la liberación masiva de metano, un gas de efecto invernadero mucho más potente que el dióxido de carbono. La posible debilidad de la circulación oceánica de Atlántico, conocida como AMOC, alteraría los patrones de lluvia en vastas regiones, afectando los sistemas agrícolas y la seguridad alimentaria global.
Todo este entramado de procesos está interrelacionado y, en conjunto, incrementa la vulnerabilidad del sistema Tierra. La acumulación de impactos y la pérdida de resiliencia pueden desencadenar un punto de inflexión donde evitar un cambio irreversible se vuelva cada vez más difícil, poniendo en riesgo la habitabilidad futura del planeta o, de grandes territorios de este. Por eso, entender y actuar sobre estos límites es crucial para prevenir un colapso ambiental que afectaría a toda la humanidad y a todas las especies con las que compartimos la Tierra.
Actuar desde lo local hacia lo global
La única manera de prevenir un posible colapso ambiental es comenzar a actuar desde los territorios más cercanos a nuestra realidad cotidiana. Es desde los municipios, cantones y provincias (gobiernos locales) donde se toman decisiones fundamentales acerca del uso del suelo, la gestión del agua, el consumo de energía y la gestión de residuos. Estas decisiones tienen un impacto directo en la salud del ecosistema global, ya que los cambios a nivel local pueden generar efectos acumulativos y positivos a gran escala.
El Sistema Salveterra® ofrece una herramienta concreta y efectiva para facilitar esta acción descentralizada, combinando una visión global con estrategias de intervención a nivel local. Al proporcionar mapas de zonificación precisa, tecnologías de inteligencia artificial y modelos regenerativos, permite a las comunidades diseñar y ejecutar planes de restauración y desarrollo territorial sostenibles, con impacto positivo en el clima, la biodiversidad y el bienestar social.
Iniciativas de esta naturaleza refuerzan la necesidad de una gobernanza ambiental que empodere a las comunidades y municipios, promoviendo una gestión responsable de los recursos y un desarrollo territorial que respete los límites ecológicos. Solo así, con acciones decididas y coordinadas desde lo local, podremos construir un futuro más sostenible y resiliente a nivel global.
Hablar claro: una forma de cuidado
Evitar un lenguaje claro por miedo a incomodar es hoy una verdadera irresponsabilidad. Cuando la ciencia no comunica con precisión y sencillez, otros llenan ese vacío con negacionismo, desinformación y discursos peligrosos que dificultan la acción colectiva. La claridad en la comunicación no busca alarmar, sino ofrecer información veraz y comprensible que permita a las personas tomar decisiones fundamentadas y actuar con urgencia.
Hablar claro es, en sí mismo, una forma de cuidado hacia las comunidades y el planeta. Es promover una cultura de conciencia y responsabilidad, en la que cada uno pueda entender los desafíos y las respuestas posibles. También lo es proponer soluciones concretas y accesibles, como el Sistema Salvetierra®, que combina ciencia, tecnología y gestión territorial para facilitar acciones positivas y efectivas.
En un contexto de crisis global ambiental, la transparencia y la sencillez en la comunicación son herramientas imprescindibles para movilizar a la sociedad, construir consenso y generar un cambio real y duradero. Solo a través de un diálogo claro y honesto podremos avanzar hacia una ciudadanía informada y comprometida con el cuidado del planeta.
(*) Dr. Allan Astorga Gättgens (09 junio del 2025) con interacción con CHATGPT y Chatbot App.
Redacción Costa Rica
Nota original en: PRESSENZA.COM