Beppo Levi prefirió quedarse en Rosario, donde se había establecido con su familia en 1938 y había fundado el Instituto de Matemáticas en la entonces Universidad Nacional del Litoral. Cuando terminó la Segunda Guerra y cayeron en Italia las leyes raciales que impidieron a tantos judíos ejercer su profesión, el gobierno italiano le ofreció al matemático Beppo Levi volver a su país. Pero el hombre, un científico de rostro grave y barbado en el cuerpo del tamaño de un niño de once años, prefirió quedarse en Rosario, donde se había establecido con su familia en 1938 y había fundado el Instituto de Matemáticas en la entonces Universidad Nacional del Litoral.
Según el escritor y periodista científico Leonardo Moledo, Levi “fue, por derecho propio, uno de los matemáticos de primera línea mundial durante la primera mitad de este siglo; trabajó principalmente en Geometría Algebraica, aunque incursionó también en otros campos, como el análisis matemático y lo que más tarde se llamaría Análisis Funcional (donde un importante teorema lleva su nombre), la Teoría de Números y de Conjuntos, la lógica y la didáctica de la matemática”.
Había nacido en Turín en 1875 y se doctoró en 1896. Desde 1906 fue profesor en las universidades de Cagliari, Parma y Bologna. Según el matemático Leopoldo Kulesz, editor de Libros del Zorzal –quien inauguró su editorial con Leyendo a Euclides, el libro que Levi publicó por su cuenta en Rosario en 1947–, lo sepan o no, todos los matemáticos argentinos son discípulos de Beppo Levi.
“Irónicamente –escribe Mario Bunge sobre Levi en el prólogo a la reedición de Leyendo a Euclides del 2001– este gran hombre ha sido llamado el matemático más petiso del siglo, era jorobado, tenía una voz chillona, y estaba casado con una mujer hermosa, con quien tuvo tres hijos. Aunque Levi no pasó el examen de pureza racial, vivió muchos más años, se comportó muchísimo mejor, y concibió y crió más hijos y más ideas que su victimario, Benito Mussolini”.
Beppo Levi murió el 28 de Agosto de 1961 en Rosario, donde su recuerdo sobrevive entre los docentes mayores de Ingeniería y en el nombre de una maratón matemática que se reeditará el mes próximo. Desde 1940 hasta su fin alquiló el quinto piso “A” del edificio de San Lorenzo 2133, donde uno de los vecinos aún recuerda que de pequeño lo aterrorizaba cruzarse con el matemático en el ascensor.
Fuente: diario El Ciudadano & la región